¡Ay, Dios mío! Parece mentira, pero así es. Costa Rica se ha convertido en el nuevo patio trasero de los millonarios del mundo. Un estudio reciente revela que somos el sexto país a nivel global que atrae más patrimonio privado, y el número uno en Latinoamérica si hablamos de crecimiento en la última década. ¡Qué carga! Ya estamos dando vuelta al globo entero para que nos visiten los ricos.
Según Henley & Partners, ¡unos 8.400 personas con más de un millón de dólares se mudaron a nuestro país en los últimos diez años! Y eso no es todo, porque dicen que este año llegarán otras 350. Imagínate la pila de chunches que traen consigo… Esa cifra deja boquiabierto hasta al más empedernido fanático del fútbol. Claramente, algo grande está pasando aquí en nuestra querida Costa Rica.
¿Y qué causó este éxodo de gente rica? Pues, aparentemente, la pandemia jugó un papel importante. Con el miedo recorriendo el mundo, muchos buscaban refugio en lugares considerados ‘seguros’ y con buen clima. Y ahí entramos nosotros, con nuestras playas paradisíacas, naturaleza exuberante y la promesa de tranquilidad. ¡Se agarraron a nuestro terruño como garrapata!
Esto ha dinamitado el mercado inmobiliario, especialmente en Guanacaste y otros rincones playeros como Santa Teresa y Nosara. Los precios de las propiedades se han inflado hasta niveles estratosféricos, llegando incluso a cuadriplicarse en seis años. En algunas zonas, el costo de un terreno frente al mar se ha duplicado en cuestión de dos años. ¡Qué nivel! Así se mueve la plata, amigos.
Santa Teresa ya le apodaron 'Silicon Beach', un nombre que le queda como anillo al dedo. Está lleno de criptoinversionistas y jóvenes emprendedores que buscan vivir la vida al máximo comprando mansiones y disfrutando del sol. El problema es que esto ha dejado muy pocas opciones para los lugareños, quienes se sienten desplazados de sus propios hogares. Hay quien dice que ya no se puede ni ir a la playa tranquilamente.
Pero no todo es color de rosa. Existe una serie de ventajas fiscales que hacen de Costa Rica un imán irresistible para estos nuevos residentes. No hay impuesto a las ganancias de capital en el extranjero, la tasa de renta máxima es del 25% y no existe el impuesto a la herencia. Sumándole a eso, estamos en el Top 10 mundial de visas doradas, facilitando la residencia a quienes inviertan al menos 150 mil dólares en bienes raíces. ¡Se rifan los beneficios, diay!
Sin embargo, este auge económico tiene un lado oscuro. Según investigadores de la Universidad Nacional, la llegada masiva de millonarios ha contribuido al desplazamiento de comunidades locales, especialmente en Guanacaste, donde casi el 25% de la población vive en condiciones de pobreza. El aumento en el costo de vida, incluyendo alimentos y alquiler, está afectando directamente a las familias de bajos recursos. Organizaciones comunitarias han levantado la voz, protestando contra la especulación inmobiliaria y exigiendo mayor regulación en la compra de terrenos por parte de extranjeros. ¡Qué torta! La brecha entre ricos y pobres sigue creciendo.
En fin, Costa Rica sigue siendo un país atractivo, con una calidad de vida envidiable y un entorno natural impresionante. Pero debemos estar alertas. Informes de la OCDE y el Centro de Estudios del Turismo advierten sobre el aumento de la violencia y la delincuencia, factores que podrían afectar nuestra imagen internacional. Ahora bien, mientras compartimos el podio regional con Panamá y las Islas Caimán, y nos codeamos a nivel mundial con gigantes como Estados Unidos y China, me pregunto: ¿Cómo podemos asegurar que este flujo de riqueza beneficie a todos los costarricenses, y no solo a unos pocos elegidos, evitando que el sueño del progreso se convierta en una pesadilla para nuestros vecinos?
Según Henley & Partners, ¡unos 8.400 personas con más de un millón de dólares se mudaron a nuestro país en los últimos diez años! Y eso no es todo, porque dicen que este año llegarán otras 350. Imagínate la pila de chunches que traen consigo… Esa cifra deja boquiabierto hasta al más empedernido fanático del fútbol. Claramente, algo grande está pasando aquí en nuestra querida Costa Rica.
¿Y qué causó este éxodo de gente rica? Pues, aparentemente, la pandemia jugó un papel importante. Con el miedo recorriendo el mundo, muchos buscaban refugio en lugares considerados ‘seguros’ y con buen clima. Y ahí entramos nosotros, con nuestras playas paradisíacas, naturaleza exuberante y la promesa de tranquilidad. ¡Se agarraron a nuestro terruño como garrapata!
Esto ha dinamitado el mercado inmobiliario, especialmente en Guanacaste y otros rincones playeros como Santa Teresa y Nosara. Los precios de las propiedades se han inflado hasta niveles estratosféricos, llegando incluso a cuadriplicarse en seis años. En algunas zonas, el costo de un terreno frente al mar se ha duplicado en cuestión de dos años. ¡Qué nivel! Así se mueve la plata, amigos.
Santa Teresa ya le apodaron 'Silicon Beach', un nombre que le queda como anillo al dedo. Está lleno de criptoinversionistas y jóvenes emprendedores que buscan vivir la vida al máximo comprando mansiones y disfrutando del sol. El problema es que esto ha dejado muy pocas opciones para los lugareños, quienes se sienten desplazados de sus propios hogares. Hay quien dice que ya no se puede ni ir a la playa tranquilamente.
Pero no todo es color de rosa. Existe una serie de ventajas fiscales que hacen de Costa Rica un imán irresistible para estos nuevos residentes. No hay impuesto a las ganancias de capital en el extranjero, la tasa de renta máxima es del 25% y no existe el impuesto a la herencia. Sumándole a eso, estamos en el Top 10 mundial de visas doradas, facilitando la residencia a quienes inviertan al menos 150 mil dólares en bienes raíces. ¡Se rifan los beneficios, diay!
Sin embargo, este auge económico tiene un lado oscuro. Según investigadores de la Universidad Nacional, la llegada masiva de millonarios ha contribuido al desplazamiento de comunidades locales, especialmente en Guanacaste, donde casi el 25% de la población vive en condiciones de pobreza. El aumento en el costo de vida, incluyendo alimentos y alquiler, está afectando directamente a las familias de bajos recursos. Organizaciones comunitarias han levantado la voz, protestando contra la especulación inmobiliaria y exigiendo mayor regulación en la compra de terrenos por parte de extranjeros. ¡Qué torta! La brecha entre ricos y pobres sigue creciendo.
En fin, Costa Rica sigue siendo un país atractivo, con una calidad de vida envidiable y un entorno natural impresionante. Pero debemos estar alertas. Informes de la OCDE y el Centro de Estudios del Turismo advierten sobre el aumento de la violencia y la delincuencia, factores que podrían afectar nuestra imagen internacional. Ahora bien, mientras compartimos el podio regional con Panamá y las Islas Caimán, y nos codeamos a nivel mundial con gigantes como Estados Unidos y China, me pregunto: ¿Cómo podemos asegurar que este flujo de riqueza beneficie a todos los costarricenses, y no solo a unos pocos elegidos, evitando que el sueño del progreso se convierta en una pesadilla para nuestros vecinos?