¡Ay, Dios mío! Esto sí que nos cayó mal a todos los chinos. Un estudio nuevo del Programa Estado de la Nación (PEN) pinta un panorama bien oscuro para el futuro educativo de nuestros jóvenes. Resulta que, si seguimos igual de relajados, más de la mitad de nosotros –sí, casi dos de cada tres– no van a poder ir a la universidad en tan solo diez años. ¡Qué torta!
El informe, que revisa el estado de la educación en Costa Rica, muestra que estamos perdiendo terreno a pasos agigantados con otros países de la OCDE. Hace unos veinte años, éramos casi parejos; ahora, la diferencia es enorme. En 2023, estábamos quince puntos atrás, y eso sigue creciendo. Imagínate, a 2035, solo alrededor del 40% de los adultos jóvenes tendrán estudios universitarios, mientras que el promedio de esos países estará en el 64%. ¡Un rezago de 21 años, ey!
Marcela Román, la investigadora que está detrás de este estudio, no se anda con rodeos: “Costa Rica enfrenta un rezago creciente en el nivel educativo de la población joven”. Dice que esto no es un juego, porque tener más gente con educación superior es crucial para el desarrollo económico del país. Con la velocidad con la que va todo, necesitamos formar gente preparada para competir en un mundo donde la tecnología avanza a toda máquina.
Y la verdad es que tiene razón. Ya no basta con saber sumar y restar. Las empresas quieren gente que sepa programar, analizar datos, innovar… ¡mae, cosas que requieren un buen nivel de estudio! Si no le ponemos atención a esto, vamos a quedarnos atrás y a ver cómo conseguimos crecer económicamente. Porque, dígame usted, ¿con qué vamos a competir si no tenemos el personal capacitado?
Pero no todo está perdido, afortunadamente. El PEN propone algunas soluciones, aunque reconoce que no será fácil revertir la situación. Sugieren ampliar la oferta de cursos cortos y de calidad, aprovechar mejor los cupos que hay disponibles en las universidades, cambiar la forma en que se motivan a los profesores y fortalecer la educación secundaria. En otras palabras, hay que ponerle empeño y hacer las cosas bien desde abajo.
Claro, los retos son muchos. No es sencillo meterle mano a la educación pública, que siempre ha sido un tema espinoso en Costa Rica. Pero si queremos que nuestro país siga siendo competitivo y ofrecer mejores oportunidades a las nuevas generaciones, tenemos que tomar cartas en el asunto. Al final, de esto depende nuestro futuro, el de nuestros hijos y nietos. ¡Tenemos que mover el branquito!
Uno de los puntos clave, según el estudio, es establecer metas claras para aumentar el número de jóvenes que alcanzan la universidad. Fijar una meta, como asegurar que al menos el 50% de los jóvenes tengan estudios universitarios para 2035, puede ayudar a enfocar los esfuerzos y movilizar los recursos necesarios. Además, es fundamental que las universidades trabajen en conjunto con el gobierno y el sector privado para diseñar programas educativos que respondan a las necesidades del mercado laboral. Como dicen por ahí, ya no podemos seguir haciendo las cosas como siempre si queremos resultados diferentes. ¡Ey!
Ahora me pregunto, ¿qué opinan ustedes, compas? ¿Creen que es posible revertir esta tendencia y asegurar que nuestros jóvenes tengan acceso a la educación superior que necesitan para construir un futuro mejor? ¿Cuál creen que sería la medida más efectiva para lograrlo, y qué papel debemos jugar nosotros como ciudadanos en este proceso? ¡Díganme, estoy ansioso por leer sus opiniones!
El informe, que revisa el estado de la educación en Costa Rica, muestra que estamos perdiendo terreno a pasos agigantados con otros países de la OCDE. Hace unos veinte años, éramos casi parejos; ahora, la diferencia es enorme. En 2023, estábamos quince puntos atrás, y eso sigue creciendo. Imagínate, a 2035, solo alrededor del 40% de los adultos jóvenes tendrán estudios universitarios, mientras que el promedio de esos países estará en el 64%. ¡Un rezago de 21 años, ey!
Marcela Román, la investigadora que está detrás de este estudio, no se anda con rodeos: “Costa Rica enfrenta un rezago creciente en el nivel educativo de la población joven”. Dice que esto no es un juego, porque tener más gente con educación superior es crucial para el desarrollo económico del país. Con la velocidad con la que va todo, necesitamos formar gente preparada para competir en un mundo donde la tecnología avanza a toda máquina.
Y la verdad es que tiene razón. Ya no basta con saber sumar y restar. Las empresas quieren gente que sepa programar, analizar datos, innovar… ¡mae, cosas que requieren un buen nivel de estudio! Si no le ponemos atención a esto, vamos a quedarnos atrás y a ver cómo conseguimos crecer económicamente. Porque, dígame usted, ¿con qué vamos a competir si no tenemos el personal capacitado?
Pero no todo está perdido, afortunadamente. El PEN propone algunas soluciones, aunque reconoce que no será fácil revertir la situación. Sugieren ampliar la oferta de cursos cortos y de calidad, aprovechar mejor los cupos que hay disponibles en las universidades, cambiar la forma en que se motivan a los profesores y fortalecer la educación secundaria. En otras palabras, hay que ponerle empeño y hacer las cosas bien desde abajo.
Claro, los retos son muchos. No es sencillo meterle mano a la educación pública, que siempre ha sido un tema espinoso en Costa Rica. Pero si queremos que nuestro país siga siendo competitivo y ofrecer mejores oportunidades a las nuevas generaciones, tenemos que tomar cartas en el asunto. Al final, de esto depende nuestro futuro, el de nuestros hijos y nietos. ¡Tenemos que mover el branquito!
Uno de los puntos clave, según el estudio, es establecer metas claras para aumentar el número de jóvenes que alcanzan la universidad. Fijar una meta, como asegurar que al menos el 50% de los jóvenes tengan estudios universitarios para 2035, puede ayudar a enfocar los esfuerzos y movilizar los recursos necesarios. Además, es fundamental que las universidades trabajen en conjunto con el gobierno y el sector privado para diseñar programas educativos que respondan a las necesidades del mercado laboral. Como dicen por ahí, ya no podemos seguir haciendo las cosas como siempre si queremos resultados diferentes. ¡Ey!
Ahora me pregunto, ¿qué opinan ustedes, compas? ¿Creen que es posible revertir esta tendencia y asegurar que nuestros jóvenes tengan acceso a la educación superior que necesitan para construir un futuro mejor? ¿Cuál creen que sería la medida más efectiva para lograrlo, y qué papel debemos jugar nosotros como ciudadanos en este proceso? ¡Díganme, estoy ansioso por leer sus opiniones!