¡Ay, Dios mío! Esto sí que es un brete. Un guardaparque nuestro, valiente como pocos, se fue al traste en el Parque Nacional Isla del Coco, cayendo unos alarmantes 40 metros en un precipicio. La verdad, qué torta empezar el miércoles así, pero nos vamos a poner las pilas para ver cómo sale esto.
La movida empezó temprano el martes pasado, cuando recibieron la alerta en la Estación de Bahía Wafer. Parece que el pobre mae se estaba moviendo por las cercanías del Cerro Yglesias, haciendo el trabajo que hace, cuidando nuestro tesoro natural, y de pronto, ¡zas!, directo al vacío. Imagínense el susto de su compañero, que tuvo que caminar casi dos horas para llegar a un lugar donde pudiera pedir ayuda. ¡Qué nivel!
Lo primero que hizo fue contactar a los mandamases, porque ahí no había señal ni media cosa. ¡Diay! La comunicación tardó un buen rato en restablecerse, pero ya les avisaron a todos los que podían ayudar. Las autoridades rápidamente pusieron manos a la obra, activando protocolos de rescate que ya saben, son complicadísimos en esas zonas de selva. La topografía del Coco, como ya todos sabemos, no precisamente invita a pasear tranquilamente, sino a sudarle duro cualquier operativo.
Y ahora viene lo bueno, el rescate en sí. Una maquinaria impresionante se puso en marcha: el Ministerio de Ambiente, los bomberos, la policía, Guardacostas... ¡todo el mundo metido hasta el cuello! Hasta los gringos de la Guardia Costera de Estados Unidos le dieron una manito, mandándonos su barco SNG-110-1 desde Golfito. Eso sí que es solidaridad, ¡qué chiva!
Al parecer, el guardia está bastante golpeado, con dolores por todos lados, aunque dicen que reacciona. Se estima que hoy miércoles, finalmente, lo puedan sacar de esa zona complicada. Pero ojo, que todavía le esperan muchas horas de viaje para llegar a Bahía Wafer y luego a un hospital en el continente. Le deseamos que se recupere pronto, porque estos tipos son héroes anónimos que protegen nuestros bosques y mares con uñas y dientes.
Este tipo de situaciones nos recuerdan lo peligroso que puede ser trabajar en áreas protegidas, especialmente en lugares tan agrestes como el Coco. Requiere mucha preparación, valentía y, sobre todo, equipos especializados. El gobierno ha invertido mucho en mejorar la seguridad de los guardaparques, pero siempre hay riesgos, ¿eh? No podemos dejar que esto afecte la protección de nuestra biodiversidad. Hay que seguir trabajando para que estos accidentes sean cada vez menos frecuentes y los guardaparques tengan todas las herramientas necesarias para hacer su trabajo con seguridad.
Además, este incidente pone de relieve la importancia de la cooperación internacional en temas de rescate y conservación. Que los estadounidenses nos hayan echado una mano demuestra que cuando hay voluntad política y recursos disponibles, podemos lograr cosas increíbles. Y también nos recuerda la fragilidad de nuestros ecosistemas y la necesidad urgente de protegerlos del cambio climático y otras amenazas. Necesitamos más conciencia ambiental y acciones concretas para preservar estos lugares únicos para las futuras generaciones.
Ahora bien, con toda esta movida, me pregunto: ¿Qué medidas creen que se deberían implementar para garantizar la mayor seguridad posible de los guardaparques que trabajan en zonas remotas como Isla del Coco? ¿Deberíamos invertir más en tecnología, capacitación o quizás replantearnos la forma en que operamos en estas áreas?
La movida empezó temprano el martes pasado, cuando recibieron la alerta en la Estación de Bahía Wafer. Parece que el pobre mae se estaba moviendo por las cercanías del Cerro Yglesias, haciendo el trabajo que hace, cuidando nuestro tesoro natural, y de pronto, ¡zas!, directo al vacío. Imagínense el susto de su compañero, que tuvo que caminar casi dos horas para llegar a un lugar donde pudiera pedir ayuda. ¡Qué nivel!
Lo primero que hizo fue contactar a los mandamases, porque ahí no había señal ni media cosa. ¡Diay! La comunicación tardó un buen rato en restablecerse, pero ya les avisaron a todos los que podían ayudar. Las autoridades rápidamente pusieron manos a la obra, activando protocolos de rescate que ya saben, son complicadísimos en esas zonas de selva. La topografía del Coco, como ya todos sabemos, no precisamente invita a pasear tranquilamente, sino a sudarle duro cualquier operativo.
Y ahora viene lo bueno, el rescate en sí. Una maquinaria impresionante se puso en marcha: el Ministerio de Ambiente, los bomberos, la policía, Guardacostas... ¡todo el mundo metido hasta el cuello! Hasta los gringos de la Guardia Costera de Estados Unidos le dieron una manito, mandándonos su barco SNG-110-1 desde Golfito. Eso sí que es solidaridad, ¡qué chiva!
Al parecer, el guardia está bastante golpeado, con dolores por todos lados, aunque dicen que reacciona. Se estima que hoy miércoles, finalmente, lo puedan sacar de esa zona complicada. Pero ojo, que todavía le esperan muchas horas de viaje para llegar a Bahía Wafer y luego a un hospital en el continente. Le deseamos que se recupere pronto, porque estos tipos son héroes anónimos que protegen nuestros bosques y mares con uñas y dientes.
Este tipo de situaciones nos recuerdan lo peligroso que puede ser trabajar en áreas protegidas, especialmente en lugares tan agrestes como el Coco. Requiere mucha preparación, valentía y, sobre todo, equipos especializados. El gobierno ha invertido mucho en mejorar la seguridad de los guardaparques, pero siempre hay riesgos, ¿eh? No podemos dejar que esto afecte la protección de nuestra biodiversidad. Hay que seguir trabajando para que estos accidentes sean cada vez menos frecuentes y los guardaparques tengan todas las herramientas necesarias para hacer su trabajo con seguridad.
Además, este incidente pone de relieve la importancia de la cooperación internacional en temas de rescate y conservación. Que los estadounidenses nos hayan echado una mano demuestra que cuando hay voluntad política y recursos disponibles, podemos lograr cosas increíbles. Y también nos recuerda la fragilidad de nuestros ecosistemas y la necesidad urgente de protegerlos del cambio climático y otras amenazas. Necesitamos más conciencia ambiental y acciones concretas para preservar estos lugares únicos para las futuras generaciones.
Ahora bien, con toda esta movida, me pregunto: ¿Qué medidas creen que se deberían implementar para garantizar la mayor seguridad posible de los guardaparques que trabajan en zonas remotas como Isla del Coco? ¿Deberíamos invertir más en tecnología, capacitación o quizás replantearnos la forma en que operamos en estas áreas?
