Vea loco, yo no soy de pontificar, ni de dar consejos, pero puedo hablarle de mi vida. Cuando estaba chamaco me dejé llevar por el tapis porque mi vida familiar era caótica, mis tatas no se llevaban y yo pensaba que nada valía la pena. Me consumí de lleno en hacer carrera y tratar de hacer harina para probarme que yo era alguien. Y el hijueputa guaro estaba siempre ahí, porque hacía que todo entrara como en una fase borrosa, donde no habían reglas claras. En determinado momento todo se valía. Entonces llegué a la conclusión que hay gente que puede tomar, y gente que no podemos. Es una especie de reacción alérgica. Ahora, dejar el tapis no solucionó mis problemas de fondo. El tapis la gran mayoria de las veces es un síntoma, no la enfermedad. Una cosa que me ayudó enormemente a enfrentar mis demonios interiores fué ubicarme en el contexto de los demás, para tener más compasión y entendimiento. Yo era de criticar todo y a todos. Pero aprendí poco a poco a entender por qué la gente encuentra alegría en cosas pequeñas, muchas veces sin valor material, y otras veces con un valor material que yo podía calificar de ridículo. Y mae, a través de mis hijos encuentro ilusiones, y redescubro el mundo. No niego que soy poco tolerante aún con ciertas varas, pero yo sí le digo una vara: solo si usted se levanta de la cama y trata de hacer varas se expone a fallar, incluso a fracasar. Si no quiere fallar no se levante de la cama. Lo importante para mí ha sido tratar de estar al menos contento con lo que he podido realizar. Lo demás me vale verga.