¡Ay, pata negra! Así quedó el ambiente en el mundo ecuestre tico tras el anuncio oficial de la cancelación del Tope Nacional, evento que todos los años paraliza Cartago y pone a bailar al país entero. Después de meses de preparación y expectativas a flor de piel, la organización le dio el corte a la tradicional justa, dejando a muchos con el corazón roto y otros, digamos, bastante contentos.
Según el comunicado emitido, la decisión no fue fácil, pero necesaria. Parece que hubo complicaciones técnicas y operativas, un verdadero brete de coordinaciones entre varias instituciones, que ponían en riesgo la seguridad de los asistentes. Entendemos, claro, que la seguridad es lo primero, nadie quiere meterse en líos ni poner en peligro a los caballos, jinetes o al público en general, pero vaya que deja un sabor amargo en la boca, especialmente para aquellos que ya tenían sus planes hechos y sus caballos listos para lucirse.
Desde la organización aseguran que no es un problema de fondos ni de falta de apoyo, sino más bien un tema logístico que se les fue de las manos. Prometen que van a analizar qué salió mal para evitar que esto se repita en el futuro y así recuperar la tradición ecuestre costarricense, que es parte esencial de nuestra identidad. Que tengan paciencia, dicen, porque vamos a volver más fuertes que nunca. Esperemos que sí, porque la ausencia de ese colorido y ese ruido será sentida por muchísima gente.
La reacción no se hizo esperar. Mientras los caballistas expresaban su decepción y frustración – “¡Qué despiche!”, exclamaba don Alberto, criador de caballos purasangre –, grupos de defensa de los derechos de los animales estallaron en júbilo. Para organizaciones como Frente por la Vida, liderada por Juan Carlos Peralta, esta cancelación es una victoria importante en la lucha contra la explotación animal disfrazada de tradición. Ellos argumentan que someter a los caballos a largas jornadas bajo el sol abrasador, obligándolos a participar en carreras y exhibiciones, es cruel e innecesario en pleno siglo XXI. Y tienen razón, hay que pensarlo bien.
Peralta, sin pelos en la lengua, expresó en redes sociales su alegría por la noticia, agradeciendo a los caballistas que hayan entendido que el bienestar animal debe estar por encima de cualquier espectáculo. Acusó a los organizadores de promover una práctica anticientífica y dañina para los equinos, poniendo en tela de juicio la responsabilidad de quienes impulsan este tipo de eventos. No es para menos, porque el sufrimiento de esos animales es palpable para cualquiera que observe con atención. Un poco de conciencia no viene mal, ¿eh?
Por supuesto, no todos comparten la opinión de Peralta. Muchos defensores de la tradición ecuestre consideran que el Tope Nacional es una muestra de orgullo nacional y un elemento clave de la cultura costarricense. Argumentan que los caballos reciben cuidados adecuados y que las actividades se realizan bajo estrictas medidas de seguridad. Dicen que es injusto demonizar una práctica ancestral que involucra pasión, esfuerzo y generaciones de familias dedicadas al cuidado de estos hermosos animales. Cada quien tiene su punto de vista, claro, pero el diálogo constructivo es fundamental.
Ahora, la incertidumbre reina. ¿Volverá a realizarse el Tope Nacional el próximo año? ¿Se implementarán nuevas medidas para garantizar la seguridad de los animales y el público? ¿Podrá la tradición ecuestre costarricense reinventarse para adaptarse a los nuevos tiempos y demandas de la sociedad? Estas son preguntas que quedarán abiertas hasta nuevo aviso, mientras tanto, toca buscar otras alternativas para disfrutar del fin de semana largo del 26 de diciembre. Tal vez una visita al balneario, un paseo por el parque o simplemente quedarse en casa a relajarse… ¡Lo importante es mantener la calma y esperar que las cosas mejoren!
En fin, ¿ustedes qué opinan? Con la cancelación del Tope Nacional, ¿cree que se abre una oportunidad para replantearnos nuestra relación con los animales y las tradiciones o es simplemente una pérdida irreparable para la cultura costarricense?
Según el comunicado emitido, la decisión no fue fácil, pero necesaria. Parece que hubo complicaciones técnicas y operativas, un verdadero brete de coordinaciones entre varias instituciones, que ponían en riesgo la seguridad de los asistentes. Entendemos, claro, que la seguridad es lo primero, nadie quiere meterse en líos ni poner en peligro a los caballos, jinetes o al público en general, pero vaya que deja un sabor amargo en la boca, especialmente para aquellos que ya tenían sus planes hechos y sus caballos listos para lucirse.
Desde la organización aseguran que no es un problema de fondos ni de falta de apoyo, sino más bien un tema logístico que se les fue de las manos. Prometen que van a analizar qué salió mal para evitar que esto se repita en el futuro y así recuperar la tradición ecuestre costarricense, que es parte esencial de nuestra identidad. Que tengan paciencia, dicen, porque vamos a volver más fuertes que nunca. Esperemos que sí, porque la ausencia de ese colorido y ese ruido será sentida por muchísima gente.
La reacción no se hizo esperar. Mientras los caballistas expresaban su decepción y frustración – “¡Qué despiche!”, exclamaba don Alberto, criador de caballos purasangre –, grupos de defensa de los derechos de los animales estallaron en júbilo. Para organizaciones como Frente por la Vida, liderada por Juan Carlos Peralta, esta cancelación es una victoria importante en la lucha contra la explotación animal disfrazada de tradición. Ellos argumentan que someter a los caballos a largas jornadas bajo el sol abrasador, obligándolos a participar en carreras y exhibiciones, es cruel e innecesario en pleno siglo XXI. Y tienen razón, hay que pensarlo bien.
Peralta, sin pelos en la lengua, expresó en redes sociales su alegría por la noticia, agradeciendo a los caballistas que hayan entendido que el bienestar animal debe estar por encima de cualquier espectáculo. Acusó a los organizadores de promover una práctica anticientífica y dañina para los equinos, poniendo en tela de juicio la responsabilidad de quienes impulsan este tipo de eventos. No es para menos, porque el sufrimiento de esos animales es palpable para cualquiera que observe con atención. Un poco de conciencia no viene mal, ¿eh?
Por supuesto, no todos comparten la opinión de Peralta. Muchos defensores de la tradición ecuestre consideran que el Tope Nacional es una muestra de orgullo nacional y un elemento clave de la cultura costarricense. Argumentan que los caballos reciben cuidados adecuados y que las actividades se realizan bajo estrictas medidas de seguridad. Dicen que es injusto demonizar una práctica ancestral que involucra pasión, esfuerzo y generaciones de familias dedicadas al cuidado de estos hermosos animales. Cada quien tiene su punto de vista, claro, pero el diálogo constructivo es fundamental.
Ahora, la incertidumbre reina. ¿Volverá a realizarse el Tope Nacional el próximo año? ¿Se implementarán nuevas medidas para garantizar la seguridad de los animales y el público? ¿Podrá la tradición ecuestre costarricense reinventarse para adaptarse a los nuevos tiempos y demandas de la sociedad? Estas son preguntas que quedarán abiertas hasta nuevo aviso, mientras tanto, toca buscar otras alternativas para disfrutar del fin de semana largo del 26 de diciembre. Tal vez una visita al balneario, un paseo por el parque o simplemente quedarse en casa a relajarse… ¡Lo importante es mantener la calma y esperar que las cosas mejoren!
En fin, ¿ustedes qué opinan? Con la cancelación del Tope Nacional, ¿cree que se abre una oportunidad para replantearnos nuestra relación con los animales y las tradiciones o es simplemente una pérdida irreparable para la cultura costarricense?