¡Ay, Dios mío! Quién diría que una corredora de cross country de Liberia, pura sangre guanacasteca, se vería cara a cara con el cáncer de mama a los 34 años. Wendy Lara, una mujer que siempre ha sido ejemplo de disciplina y entrega, nos cuenta su historia para que nos tomemos en serio el tema de la prevención y valoremos cada pequeño detalle de la vida. Porque, créeme, después de pasar por lo que ella, ¡uno cambia la perspectiva!
Todo empezó como un susto, una ‘pelotita’ que sintió durante el autoexamen. Al principio, la doctora le dijo que era poco probable que fuera cáncer, considerando su edad y ausencia de antecedentes familiares. Pero Wendy, fiel a su instinto, decidió investigar a fondo. Esa ‘corazonada’, como ella la llama, resultó ser acertada. Se trataba de un carcinoma ductal infiltrante, una variante agresiva del cáncer de mama.
Imagínate el golpe. De repente, su vida activa llena de carreras y rutinas deportivas, se vio interrumpida por un torbellino de biopsias, operaciones y tratamientos. Casi un año y medio de quimioterapia, radioterapia y luchas contra los efectos secundarios. "Fue un shock, mae. Pasé de estar muy bien a tener cáncer de la nada. Ese día, solo fui a hacerme la biopsia y sentí mucho miedo", relata con honestidad, sin esconder las emociones que aún resuenan.
Pero Wendy no se rindió. Se aferró a su familia, especialmente a su hijo Fabricio, quien a pesar de ser tan chiquito demostró una valentía impresionante. Y, sobre todo, encontró fuerzas en el amor. "El amor me salvó, diay. Mis amigas fueron imprescindibles, mi familia, mi hijo... Ese apoyo incondicional me mantuvo a flote en los momentos más difíciles". Porque, al final, la enfermedad pone a prueba nuestras fortalezas, pero también revela la importancia de contar con una red de apoyo sólida.
Más allá del sufrimiento físico, Wendy destaca cómo el cáncer le enseñó a pausar y a valorar lo simple. “Estaba metida al cien por ciento con el trabajo y el atletismo y dejaba de lado muchas cosas importantes. Cuando me enfermè, tuve que parar. Eso me dio la oportunidad de valorar más el tiempo con mi familia, de disfrutar los momentos pequeños, como ver el sol o respirar aire fresco sin dolor”, expresa, recordando cómo hasta tomar un vaso de agua sin náuseas se convirtió en motivo de gratitud.
Ahora, convertida en una sobreviviente y una fuente de inspiración para muchas mujeres, Wendy utiliza su experiencia para crear conciencia sobre la importancia de la detección temprana. “Si pasa, mae. A mí me pasó. Y luego todas mis amigas comenzaron a revisarse y hacerse los ultrasonidos. La detección temprana hace la diferencia. Una amiga me dice: 'Gracias a ti me hice el chequeo y me encontraron algo a tiempo'. Ahí entiendo que todo este sufrimiento sirvió para algo”, afirma, mostrando su compromiso con la causa.
Nos enseña que, aunque la quimioterapia puede ser dura, con efectos secundarios que te dejan hecho polvo, la clave está en enfocarse en el presente. “Siempre repetía: 'un día a la vez'. Si mañana va a doler, es mañana; no está pasando hoy.” Un mantra sencillo pero poderoso, que nos invita a abrazar cada instante, a agradecer lo que tenemos y a confiar en que podemos superar cualquier adversidad con determinación y amor. Además, nos recuerda que no siempre se trata de resistir, sino de aprender a vivir el presente a plenitud.
Hoy, Wendy Lara es mucho más que una sobreviviente de cáncer de mama; es un símbolo de esperanza, fortaleza y perseverancia. Su historia nos invita a reflexionar sobre nuestra propia salud, a cuidarnos y a valorar cada ‘diay’. Ahora, cuéntanos: ¿Cuál crees que es el mensaje más importante que nos deja Wendy con su inspiradora trayectoria?
Todo empezó como un susto, una ‘pelotita’ que sintió durante el autoexamen. Al principio, la doctora le dijo que era poco probable que fuera cáncer, considerando su edad y ausencia de antecedentes familiares. Pero Wendy, fiel a su instinto, decidió investigar a fondo. Esa ‘corazonada’, como ella la llama, resultó ser acertada. Se trataba de un carcinoma ductal infiltrante, una variante agresiva del cáncer de mama.
Imagínate el golpe. De repente, su vida activa llena de carreras y rutinas deportivas, se vio interrumpida por un torbellino de biopsias, operaciones y tratamientos. Casi un año y medio de quimioterapia, radioterapia y luchas contra los efectos secundarios. "Fue un shock, mae. Pasé de estar muy bien a tener cáncer de la nada. Ese día, solo fui a hacerme la biopsia y sentí mucho miedo", relata con honestidad, sin esconder las emociones que aún resuenan.
Pero Wendy no se rindió. Se aferró a su familia, especialmente a su hijo Fabricio, quien a pesar de ser tan chiquito demostró una valentía impresionante. Y, sobre todo, encontró fuerzas en el amor. "El amor me salvó, diay. Mis amigas fueron imprescindibles, mi familia, mi hijo... Ese apoyo incondicional me mantuvo a flote en los momentos más difíciles". Porque, al final, la enfermedad pone a prueba nuestras fortalezas, pero también revela la importancia de contar con una red de apoyo sólida.
Más allá del sufrimiento físico, Wendy destaca cómo el cáncer le enseñó a pausar y a valorar lo simple. “Estaba metida al cien por ciento con el trabajo y el atletismo y dejaba de lado muchas cosas importantes. Cuando me enfermè, tuve que parar. Eso me dio la oportunidad de valorar más el tiempo con mi familia, de disfrutar los momentos pequeños, como ver el sol o respirar aire fresco sin dolor”, expresa, recordando cómo hasta tomar un vaso de agua sin náuseas se convirtió en motivo de gratitud.
Ahora, convertida en una sobreviviente y una fuente de inspiración para muchas mujeres, Wendy utiliza su experiencia para crear conciencia sobre la importancia de la detección temprana. “Si pasa, mae. A mí me pasó. Y luego todas mis amigas comenzaron a revisarse y hacerse los ultrasonidos. La detección temprana hace la diferencia. Una amiga me dice: 'Gracias a ti me hice el chequeo y me encontraron algo a tiempo'. Ahí entiendo que todo este sufrimiento sirvió para algo”, afirma, mostrando su compromiso con la causa.
Nos enseña que, aunque la quimioterapia puede ser dura, con efectos secundarios que te dejan hecho polvo, la clave está en enfocarse en el presente. “Siempre repetía: 'un día a la vez'. Si mañana va a doler, es mañana; no está pasando hoy.” Un mantra sencillo pero poderoso, que nos invita a abrazar cada instante, a agradecer lo que tenemos y a confiar en que podemos superar cualquier adversidad con determinación y amor. Además, nos recuerda que no siempre se trata de resistir, sino de aprender a vivir el presente a plenitud.
Hoy, Wendy Lara es mucho más que una sobreviviente de cáncer de mama; es un símbolo de esperanza, fortaleza y perseverancia. Su historia nos invita a reflexionar sobre nuestra propia salud, a cuidarnos y a valorar cada ‘diay’. Ahora, cuéntanos: ¿Cuál crees que es el mensaje más importante que nos deja Wendy con su inspiradora trayectoria?