¿Se acuerdan cuando éramos el patio trasero verde del mundo? Pues parece que ya no tanto, mae. La Universidad Estatal a Distancia (UNED) soltó la bomba: nuestras áreas protegidas están en peligro, y no poquito. Hablan de un déficit presupuestario que está dejando varada la capacidad del país de cuidar lo que nos queda de naturaleza, un brete considerando que somos pura vida y deberíamos estar cuidándola como oro en paño.
La cosa pinta fea, vamos. Según la UNED, la falta de lana ha reducido drásticamente el personal del SINAC – sí, el mismo que debería estar cuidando nuestros parques y reservas – y eso se traduce en menos patrullaje, menos investigación, y un mantenimiento de la infraestructura que deja mucho que desear. Imagínate, guardaparques andan cortos de personal, equipos viejos, y la selva esperando a que alguien le ponga orden. ¡Un despache!
Y ni hablar del turismo masivo, que no es precisamente un aliado de la conservación. Parece que algunos llegaron creyendo que era Disneylandia y empiezan a dejar su huella por todos lados: erosión, destrucción de plantas, y hasta asustan a los animales. Los monos carablanca y los mapaches, esos que siempre nos dieron “chuches”, ya cambiaron sus costumbres porque les da igual si estás ahí tomando fotos o no. Se han acostumbrado a comer lo que les tiramos, ojalá pudieran entender que así se enferman y que no es bueno para nadie.
Allan Fernández, el académico de la UNED que está llevando esta vara, dice que necesitamos respetar los estudios de capacidad de carga – que básicamente dicen cuánta gente puede ir a un lugar sin dañarlo – y aplicar unos planes de manejo que tengan criterio científico. En otras palabras, dejar de tratar a nuestros parques como si fueran centros comerciales y empezar a valorarlos como ecosistemas únicos y valiosos. Esto va de cabeza, literalmente.
Pero no solo eso, porque el cambio climático está agregándole leña al fuego. Erosión costera, el nivel del mar subiendo, tormentas cada vez más fuertes…todo esto afecta la estabilidad de nuestros ecosistemas y pone en riesgo a las especies que viven en ellos. Pura carga, te digo yo. Ya ni cómo respirar con tanta preocupación acumulada, y encima tenemos que lidiar con políticos que no ven más allá de la próxima elección.
La solución, según la UNED, pasa por reforzar el presupuesto del SINAC y buscar aliados en el sector privado, fideicomisos ambientales e incluso pagar por los servicios que nos brindan los ecosistemas, tipo carbono azul y cosas por el estilo. Que las empresas hagan su parte y colaboren, porque sino todo este esfuerzo se va al traste. No podemos seguir dependiendo solamente del gobierno, necesitamos una movilización general, una verdadera conciencia colectiva.
Lo importante es recordar que proteger nuestras áreas protegidas no es solo tarea del SINAC, requiere de toda la sociedad. Involucrar a las comunidades locales en la educación y la conservación, hacerlos sentir dueños del territorio, eso es fundamental. Porque al final, son ellos quienes conviven día a día con la naturaleza y quienes tienen más interés en protegerla. ¡No hay mejor guardián que el que vive en la propia casa!
En fin, la situación es delicada, pero no desesperante. Tenemos que actuar rápido y ponerle pausa a esta tendencia negativa. Pero me pregunto, ¿estaremos realmente dispuestos a cambiar nuestros hábitos y priorizar la conservación de nuestro patrimonio natural, o seguiremos viendo los parques nacionales como lugares para pasar el rato y olvidándonos de que son vitales para nuestra supervivencia? ¿Cuál crees que será el siguiente paso para salvar nuestras áreas protegidas?
La cosa pinta fea, vamos. Según la UNED, la falta de lana ha reducido drásticamente el personal del SINAC – sí, el mismo que debería estar cuidando nuestros parques y reservas – y eso se traduce en menos patrullaje, menos investigación, y un mantenimiento de la infraestructura que deja mucho que desear. Imagínate, guardaparques andan cortos de personal, equipos viejos, y la selva esperando a que alguien le ponga orden. ¡Un despache!
Y ni hablar del turismo masivo, que no es precisamente un aliado de la conservación. Parece que algunos llegaron creyendo que era Disneylandia y empiezan a dejar su huella por todos lados: erosión, destrucción de plantas, y hasta asustan a los animales. Los monos carablanca y los mapaches, esos que siempre nos dieron “chuches”, ya cambiaron sus costumbres porque les da igual si estás ahí tomando fotos o no. Se han acostumbrado a comer lo que les tiramos, ojalá pudieran entender que así se enferman y que no es bueno para nadie.
Allan Fernández, el académico de la UNED que está llevando esta vara, dice que necesitamos respetar los estudios de capacidad de carga – que básicamente dicen cuánta gente puede ir a un lugar sin dañarlo – y aplicar unos planes de manejo que tengan criterio científico. En otras palabras, dejar de tratar a nuestros parques como si fueran centros comerciales y empezar a valorarlos como ecosistemas únicos y valiosos. Esto va de cabeza, literalmente.
Pero no solo eso, porque el cambio climático está agregándole leña al fuego. Erosión costera, el nivel del mar subiendo, tormentas cada vez más fuertes…todo esto afecta la estabilidad de nuestros ecosistemas y pone en riesgo a las especies que viven en ellos. Pura carga, te digo yo. Ya ni cómo respirar con tanta preocupación acumulada, y encima tenemos que lidiar con políticos que no ven más allá de la próxima elección.
La solución, según la UNED, pasa por reforzar el presupuesto del SINAC y buscar aliados en el sector privado, fideicomisos ambientales e incluso pagar por los servicios que nos brindan los ecosistemas, tipo carbono azul y cosas por el estilo. Que las empresas hagan su parte y colaboren, porque sino todo este esfuerzo se va al traste. No podemos seguir dependiendo solamente del gobierno, necesitamos una movilización general, una verdadera conciencia colectiva.
Lo importante es recordar que proteger nuestras áreas protegidas no es solo tarea del SINAC, requiere de toda la sociedad. Involucrar a las comunidades locales en la educación y la conservación, hacerlos sentir dueños del territorio, eso es fundamental. Porque al final, son ellos quienes conviven día a día con la naturaleza y quienes tienen más interés en protegerla. ¡No hay mejor guardián que el que vive en la propia casa!
En fin, la situación es delicada, pero no desesperante. Tenemos que actuar rápido y ponerle pausa a esta tendencia negativa. Pero me pregunto, ¿estaremos realmente dispuestos a cambiar nuestros hábitos y priorizar la conservación de nuestro patrimonio natural, o seguiremos viendo los parques nacionales como lugares para pasar el rato y olvidándonos de que son vitales para nuestra supervivencia? ¿Cuál crees que será el siguiente paso para salvar nuestras áreas protegidas?