¡Aguante, pura vida! Aquí les va la bomba que soltó Lula Da Silva en la ONU. El man, pa'lante con todo, tirándole duro a las “fuerzas antidemocráticas” y poniendo a Donald Trump en la mira. Parece que la cosa se puso bien caliente en Nueva York, y nos deja pensando cómo esto afecta nuestros asuntos acá en el país. ¡Menuda vara!
La historia es así: Lula, que anda buscando reelegirse en 2026, no se anduvo con rodeos. En medio de su discurso, cargó contra esos tipos que quieren cambiar las reglas del juego y pisotear la democracia. Lo hizo refiriéndose directamente a los gobiernos que, según él, buscan imponer sus propias condiciones a otros países, dejando claro que Brasil no se va a dejar amedrentar por nadie. Al final, mandó un mensaje directo a los 'candidatos autócratas', diciéndoles que la democracia y la soberanía nacional no son cosas con las que se juega.
Pero eso no es todo, parce. Resulta que el gobierno de Trump, allá por esas tierras, le aplicó aranceles y sanciones a Brasil durante el mandato de Bolsonaro. Según parece, querían empujar a Bolsonaro a hacer algunas cositas a su manera. Entonces, Lula aprovechó la coyuntura para decir que Brasil no va a permitir que nadie le dicte cómo gobernar, ni siquiera los gringos con sus jueguitos económicos. ¡Eso sí que es poner los pies en la tierra!
Y como si fuera poco, la fiscalía brasileña abrió otra investigación contra Eduardo Bolsonaro, el hijito de Bolsonaro, por haber ido a Washington a pedirle a la administración Trump que metiera presión sobre la justicia brasilera. Dicen que estaba tratando de manipular el sistema judicial para favorecer a su papá. ¡Qué nivel de desesperación, mae! Ahora, el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, ha amenazado con más medidas contra Brasil, alegando que hay persecución política contra Bolsonaro.
La cosa se puso aún más seria cuando el Departamento del Tesoro revocó la visa de la esposa de Alexandre de Moraes, uno de los jueces que llevó adelante el juicio contra Bolsonaro. Este señor, ahora acusado por los bolsonaristas de ser un “dictador”, ha estado procesando a Bolsonaro por intentos de golpe. También congelaron unos bienes de la familia de Moraes. ¡Parece sacado de una novela!
Ahora, para entender el contexto completo, hay que recordar que Bolsonaro fue condenado a 27 años de cárcel por tratar de aferrarse al poder tras perder las elecciones contra Lula. Desde entonces, sus seguidores han estado haciendo de todo para desacreditar al sistema judicial brasileño y defender a su ídolo. Están buscando cualquier pretexto para evitar que cumpla su sentencia. Por eso, estas reacciones de Trump y Rubio generan mucha preocupación en América Latina, porque parecen validar las acciones de los extremistas.
Más allá de lo que pase en Brasil, este episodio nos obliga a reflexionar sobre la importancia de proteger nuestras propias instituciones democráticas. Vemos cómo afuera hay amenazas constantes contra la independencia de los poderes judiciales y la libertad de prensa. Es vital que nosotros, los costarricenses, valoremos lo que tenemos y trabajemos para fortalecerla todos los días. No podemos caer en la tentación de dejarnos llevar por discursos populistas o autoritarios que prometen soluciones fáciles, pero que terminan socavando los pilares de nuestra sociedad.
Este embate global contra la democracia nos deja preguntándonos: ¿Estamos realmente preparados en Costa Rica para enfrentar desafíos similares? ¿Cómo podemos garantizar que nuestros procesos electorales sean transparentes e imparciales, y que la voluntad popular se respete siempre? ¡Dime tú, compa, qué piensas sobre todo esto?
La historia es así: Lula, que anda buscando reelegirse en 2026, no se anduvo con rodeos. En medio de su discurso, cargó contra esos tipos que quieren cambiar las reglas del juego y pisotear la democracia. Lo hizo refiriéndose directamente a los gobiernos que, según él, buscan imponer sus propias condiciones a otros países, dejando claro que Brasil no se va a dejar amedrentar por nadie. Al final, mandó un mensaje directo a los 'candidatos autócratas', diciéndoles que la democracia y la soberanía nacional no son cosas con las que se juega.
Pero eso no es todo, parce. Resulta que el gobierno de Trump, allá por esas tierras, le aplicó aranceles y sanciones a Brasil durante el mandato de Bolsonaro. Según parece, querían empujar a Bolsonaro a hacer algunas cositas a su manera. Entonces, Lula aprovechó la coyuntura para decir que Brasil no va a permitir que nadie le dicte cómo gobernar, ni siquiera los gringos con sus jueguitos económicos. ¡Eso sí que es poner los pies en la tierra!
Y como si fuera poco, la fiscalía brasileña abrió otra investigación contra Eduardo Bolsonaro, el hijito de Bolsonaro, por haber ido a Washington a pedirle a la administración Trump que metiera presión sobre la justicia brasilera. Dicen que estaba tratando de manipular el sistema judicial para favorecer a su papá. ¡Qué nivel de desesperación, mae! Ahora, el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, ha amenazado con más medidas contra Brasil, alegando que hay persecución política contra Bolsonaro.
La cosa se puso aún más seria cuando el Departamento del Tesoro revocó la visa de la esposa de Alexandre de Moraes, uno de los jueces que llevó adelante el juicio contra Bolsonaro. Este señor, ahora acusado por los bolsonaristas de ser un “dictador”, ha estado procesando a Bolsonaro por intentos de golpe. También congelaron unos bienes de la familia de Moraes. ¡Parece sacado de una novela!
Ahora, para entender el contexto completo, hay que recordar que Bolsonaro fue condenado a 27 años de cárcel por tratar de aferrarse al poder tras perder las elecciones contra Lula. Desde entonces, sus seguidores han estado haciendo de todo para desacreditar al sistema judicial brasileño y defender a su ídolo. Están buscando cualquier pretexto para evitar que cumpla su sentencia. Por eso, estas reacciones de Trump y Rubio generan mucha preocupación en América Latina, porque parecen validar las acciones de los extremistas.
Más allá de lo que pase en Brasil, este episodio nos obliga a reflexionar sobre la importancia de proteger nuestras propias instituciones democráticas. Vemos cómo afuera hay amenazas constantes contra la independencia de los poderes judiciales y la libertad de prensa. Es vital que nosotros, los costarricenses, valoremos lo que tenemos y trabajemos para fortalecerla todos los días. No podemos caer en la tentación de dejarnos llevar por discursos populistas o autoritarios que prometen soluciones fáciles, pero que terminan socavando los pilares de nuestra sociedad.
Este embate global contra la democracia nos deja preguntándonos: ¿Estamos realmente preparados en Costa Rica para enfrentar desafíos similares? ¿Cómo podemos garantizar que nuestros procesos electorales sean transparentes e imparciales, y que la voluntad popular se respete siempre? ¡Dime tú, compa, qué piensas sobre todo esto?