¡Ay, papá! Quién iba a decir que el chico al que los doctores tacharon de 'incapaz' estaría dando catedra en Cambridge, ¿eh? Esta es la historia de Jason Arday, un pana costarricense –bueno, londinense de ascendencia ghanesa– que nos demuestra que los sueños sí se pueden alcanzar, aunque te pongan mil obstáculos en el camino. Su caso es una bocanada de aire fresco en medio de tanto pesimismo que hay por ahí.
Todo empezó hace unos 37 años en Clapham, al sur de Londres. De pequeño, Jason recibió un diagnóstico severo: autismo y retraso global del desarrollo. Los médicos prácticamente le cerraron la puerta a un futuro normal; decían que quizás nunca hablaría, leyera ni escribiera. Imagínate el golpe para sus padres, pero ellos no se echaron para atrás, ¡ni loco!
Su mamá, una verdadera guerrera, encontró en la música una vía para abrirle paso al lenguaje. Le ponía canciones, le enseñaba las letras y lo animaba a repetirlas. Un proceso lento, pero constante, como regar plantitas. Cuenta la leyenda que el primer “hola” de Jason, dicho a su terapeuta del lenguaje, fue como prenderle fuego a un fogón; a partir de ahí, ¡las cosas empezaron a rodar!
Pero la adolescencia no fue un paseo por el Parque Nacional. Jason tuvo que laburarse la vida desde muy joven: trabajando en supermercados, baños públicos y restaurantes. Limpiar pisos, recargar estantes, hacer lo que fuera para ayudar en casa. Estudiar parecía un lujo inalcanzable… hasta que apareció Sandro Sandri, un profe que vio potencial donde otros solo veían limitaciones. Sandri no solo lo ayudó a entrar a Merton College, sino que literalmente le dio las manos para aprender a leer y escribir. ¡Un verdadero crack!
Y así, con sudor y lágrimas, Jason se graduó en Educación Física y Estudios de la Educación en la Universidad de Surrey. Pero él no se quedó ahí. Por las tardes, mientras trabajaba, se dedicaba a estudiar sociología prácticamente solo, viendo charlas online y masticando conceptos como si fueran mangos maduros. Esa disciplina, ay, esa disciplina, lo llevó directo a un doctorado y a la investigación académica.
En 2015, su tesis, documentando las desigualdades raciales en las universidades británicas, lo catapultó a la fama. Demostró que el sistema, a pesar de sus esfuerzos por ser inclusivo, todavía tiene mucho que mejorar. Ahora, una década después, ha hecho realidad un sueño que escribió en la pared de su habitación: ¡enseñar en Cambridge! Es el profesor afrodescendiente más joven en la historia de esa prestigiosa universidad, dirigiendo la cátedra de Sociología de la Educación.
Jason siempre recalca que su éxito no es gracias a un “talento especial”, sino a su “voluntad de hierro”. Como diríamos nosotros acá, ¡ese mae no se raja! Él dice textualmente: “La disciplina y el sacrificio pueden hacer más la diferencia que cualquier habilidad innata”. Su historia es un chute de motivación para todos aquellos que han recibido un diagnóstico negativo, o que simplemente sienten que las cosas se les ponen cuesta arriba. Nos recuerda que los diagnósticos no son sentencias definitivas.
Esta historia de Jason Arday es pura inspiración, un recordatorio de que con esfuerzo y apoyo, podemos superar cualquier obstáculo. ¿Ustedes creen que la educación inclusiva, tal como la experimentó Jason, debería ser la norma en todos los países? ¿Y qué estrategias consideran que son más efectivas para apoyar a personas con necesidades especiales en el ámbito educativo?
Todo empezó hace unos 37 años en Clapham, al sur de Londres. De pequeño, Jason recibió un diagnóstico severo: autismo y retraso global del desarrollo. Los médicos prácticamente le cerraron la puerta a un futuro normal; decían que quizás nunca hablaría, leyera ni escribiera. Imagínate el golpe para sus padres, pero ellos no se echaron para atrás, ¡ni loco!
Su mamá, una verdadera guerrera, encontró en la música una vía para abrirle paso al lenguaje. Le ponía canciones, le enseñaba las letras y lo animaba a repetirlas. Un proceso lento, pero constante, como regar plantitas. Cuenta la leyenda que el primer “hola” de Jason, dicho a su terapeuta del lenguaje, fue como prenderle fuego a un fogón; a partir de ahí, ¡las cosas empezaron a rodar!
Pero la adolescencia no fue un paseo por el Parque Nacional. Jason tuvo que laburarse la vida desde muy joven: trabajando en supermercados, baños públicos y restaurantes. Limpiar pisos, recargar estantes, hacer lo que fuera para ayudar en casa. Estudiar parecía un lujo inalcanzable… hasta que apareció Sandro Sandri, un profe que vio potencial donde otros solo veían limitaciones. Sandri no solo lo ayudó a entrar a Merton College, sino que literalmente le dio las manos para aprender a leer y escribir. ¡Un verdadero crack!
Y así, con sudor y lágrimas, Jason se graduó en Educación Física y Estudios de la Educación en la Universidad de Surrey. Pero él no se quedó ahí. Por las tardes, mientras trabajaba, se dedicaba a estudiar sociología prácticamente solo, viendo charlas online y masticando conceptos como si fueran mangos maduros. Esa disciplina, ay, esa disciplina, lo llevó directo a un doctorado y a la investigación académica.
En 2015, su tesis, documentando las desigualdades raciales en las universidades británicas, lo catapultó a la fama. Demostró que el sistema, a pesar de sus esfuerzos por ser inclusivo, todavía tiene mucho que mejorar. Ahora, una década después, ha hecho realidad un sueño que escribió en la pared de su habitación: ¡enseñar en Cambridge! Es el profesor afrodescendiente más joven en la historia de esa prestigiosa universidad, dirigiendo la cátedra de Sociología de la Educación.
Jason siempre recalca que su éxito no es gracias a un “talento especial”, sino a su “voluntad de hierro”. Como diríamos nosotros acá, ¡ese mae no se raja! Él dice textualmente: “La disciplina y el sacrificio pueden hacer más la diferencia que cualquier habilidad innata”. Su historia es un chute de motivación para todos aquellos que han recibido un diagnóstico negativo, o que simplemente sienten que las cosas se les ponen cuesta arriba. Nos recuerda que los diagnósticos no son sentencias definitivas.
Esta historia de Jason Arday es pura inspiración, un recordatorio de que con esfuerzo y apoyo, podemos superar cualquier obstáculo. ¿Ustedes creen que la educación inclusiva, tal como la experimentó Jason, debería ser la norma en todos los países? ¿Y qué estrategias consideran que son más efectivas para apoyar a personas con necesidades especiales en el ámbito educativo?