¡Ay, Dios mío! Otra vez estamos acá, hablando de lo mismo. Parece que en este país, si tienes contactos o eres político, te puedes saltar las reglas y nadie dice ni "pio". La opinión del señor Araya Martínez resonó duro porque, díganle a quien le digan, la doble moral institucional es un cáncer que nos corroe hasta los cimientos. Un día vemos promesas de transparencia y al otro, escándalos a mansalva. ¡Qué torta!
Y no me vengan con cuentos de que esto es normal en cualquier parte del mundo. Claro que hay corrupción allá afuera, pero aquí parece que tenemos un premio a la impunidad. Las instituciones, que deberían ser ejemplo de rectitud, a veces se comportan peor que un grupo de muchachos jugando a las escondidas. Y nosotros, los ciudadanos comunes, viendo cómo nos toman el pelo a diario.
Hablamos de reformas, de leyes nuevas, pero al final, todo queda en palabras bonitas. El problema es que la cultura de la impunidad está tan arraigada que ya nadie se sorprende. Ya aceptamos como algo normal que unos pocos se llenen los bolsillos mientras el resto luchamos para llegar a fin de mes. ¡Es una lata, vamos! ¿Dónde quedó el respeto por la ley?
Recuerdo cuando mi abu decía: "Un pueblo que tolera la injusticia, merece la tiranía." Y vaya que tiene razón. Si permitimos que la impunidad siga campante, tarde o temprano terminaremos sufriendo las consecuencias. No hablo solamente de problemas económicos, sino también de una pérdida irreparable de confianza en nuestras instituciones y en nuestro sistema político.
No es suficiente con echarle la culpa a políticos corruptos. También debemos mirar hacia adentro y preguntarnos qué podemos hacer nosotros, como ciudadanos, para cambiar esta realidad. Informarnos, exigir rendición de cuentas, denunciar irregularidades... Son acciones pequeñas, pero que sumadas pueden marcar la diferencia. ¡Qué nivel tener que estar siempre vigilantes!
Además, las organizaciones internacionales, como la OCDE, se esfuerzan por ayudarnos a mejorar nuestra gobernanza, pero no pueden hacerlo solos. Necesitamos voluntad política, compromiso ciudadano y, sobre todo, un cambio cultural profundo. Tenemos que dejar de ver la corrupción como algo inevitable y empezar a combatirla como si fuera una enfermedad grave que amenaza nuestra supervivencia.
Miren el caso de la retención del 2% en la compra de inmuebles. Una medida que, aunque busca aumentar la recaudación fiscal, puede terminar perjudicando a los compradores honestos, mientras que los que tienen los medios para evadir impuestos siguen haciéndolo impune. Es ahí donde entra la vara de medir: ¿qué es justo y qué no lo es? ¿Estamos creando medidas que realmente atacan la evasión o simplemente castigan a quienes cumplen con sus obligaciones?
En fin, la situación es complicada, pero no imposible de resolver. Pero necesitamos despertar como sociedad y dejar de tolerar esta cultura de la impunidad. Porque, al final, todos salimos perdiendo. Entonces les pregunto, compas: ¿Cuál creen que es la medida más efectiva que podríamos implementar para combatir la corrupción y garantizar la igualdad ante la ley en Costa Rica?
Y no me vengan con cuentos de que esto es normal en cualquier parte del mundo. Claro que hay corrupción allá afuera, pero aquí parece que tenemos un premio a la impunidad. Las instituciones, que deberían ser ejemplo de rectitud, a veces se comportan peor que un grupo de muchachos jugando a las escondidas. Y nosotros, los ciudadanos comunes, viendo cómo nos toman el pelo a diario.
Hablamos de reformas, de leyes nuevas, pero al final, todo queda en palabras bonitas. El problema es que la cultura de la impunidad está tan arraigada que ya nadie se sorprende. Ya aceptamos como algo normal que unos pocos se llenen los bolsillos mientras el resto luchamos para llegar a fin de mes. ¡Es una lata, vamos! ¿Dónde quedó el respeto por la ley?
Recuerdo cuando mi abu decía: "Un pueblo que tolera la injusticia, merece la tiranía." Y vaya que tiene razón. Si permitimos que la impunidad siga campante, tarde o temprano terminaremos sufriendo las consecuencias. No hablo solamente de problemas económicos, sino también de una pérdida irreparable de confianza en nuestras instituciones y en nuestro sistema político.
No es suficiente con echarle la culpa a políticos corruptos. También debemos mirar hacia adentro y preguntarnos qué podemos hacer nosotros, como ciudadanos, para cambiar esta realidad. Informarnos, exigir rendición de cuentas, denunciar irregularidades... Son acciones pequeñas, pero que sumadas pueden marcar la diferencia. ¡Qué nivel tener que estar siempre vigilantes!
Además, las organizaciones internacionales, como la OCDE, se esfuerzan por ayudarnos a mejorar nuestra gobernanza, pero no pueden hacerlo solos. Necesitamos voluntad política, compromiso ciudadano y, sobre todo, un cambio cultural profundo. Tenemos que dejar de ver la corrupción como algo inevitable y empezar a combatirla como si fuera una enfermedad grave que amenaza nuestra supervivencia.
Miren el caso de la retención del 2% en la compra de inmuebles. Una medida que, aunque busca aumentar la recaudación fiscal, puede terminar perjudicando a los compradores honestos, mientras que los que tienen los medios para evadir impuestos siguen haciéndolo impune. Es ahí donde entra la vara de medir: ¿qué es justo y qué no lo es? ¿Estamos creando medidas que realmente atacan la evasión o simplemente castigan a quienes cumplen con sus obligaciones?
En fin, la situación es complicada, pero no imposible de resolver. Pero necesitamos despertar como sociedad y dejar de tolerar esta cultura de la impunidad. Porque, al final, todos salimos perdiendo. Entonces les pregunto, compas: ¿Cuál creen que es la medida más efectiva que podríamos implementar para combatir la corrupción y garantizar la igualdad ante la ley en Costa Rica?