Maes, a veces uno lee noticias que simplemente lo dejan a uno pensando: ¿en qué momento se nos pudrió tanto el tamal? La vara es que la Policía de Migración acaba de confirmar una de esas historias que mezclan la estupidez con la crueldad. Allá arriba, en el México de Upala, en plena frontera norte, agarraron a dos tipos de apellidos Espinoza Ortega y Mejía Guadamuz por un delito que tiene de todo menos de nuevo: tráfico ilícito de migrantes, o como le decimos en buen tico, coyotaje del más bajo nivel. ¡Qué torta la que se jalaron estos dos!
El "brete" de estos maes era de lo más simple y, a la vez, de lo más despreciable. Según la investigación de la Fiscalía y la Policía de Migración, su modus operandi consistía en pararse en la línea fronteriza, esperando a personas nicaragüenses que cruzan por puntos ciegos, muchas veces huyendo de una situación insostenible en su país. Una vez que los captaban, les ofrecían el "servicio" de transporte. ¿El costo de esta jugada? Diez rojitos por cabeza. Sí, ₡10.000 para moverlos desde la pura frontera hasta la terminal de buses de Upala. No estamos hablando de un viaje a San José; es un trayecto corto para lucrar con la necesidad más básica de alguien que busca una oportunidad.
Y como si la vara no fuera suficientemente turbia, el día de la detención, los maes decidieron jugar a "Rápidos y Furiosos" versión chayote. Al ver a las autoridades, en lugar de detenerse, le metieron la pata al acelerador a fondo, intentando darse a la fuga con dos migrantes dentro del carro. ¡Qué despiche! No solo estaban cometiendo un delito grave, sino que pusieron en un riesgo altísimo la vida de sus "pasajeros" y, diay, la de cualquier familia que tuviera la mala suerte de toparse con ellos en la carretera. Es el colmo de la irresponsabilidad, una acción que demuestra el nulo respeto que tenían por la vida humana, viéndola únicamente como mercancía de diez mil colones.
Esta captura, que fue el resultado de un operativo bien montado entre varias oficinas policiales, deja al descubierto una realidad que a veces ignoramos. La frontera norte no es solo un mapa, es un escenario diario de dramas humanos. Y en medio de esa desesperación, siempre aparecen personajes como estos, que ven una oportunidad de negocio. No son capos de un cartel; son, en muchos casos, gente de la zona que ve en la vulnerabilidad ajena una forma de hacerse una plata fácil. Por dicha para todos, el plan se les fue al traste y ahora tienen que rendir cuentas, no en la calle, sino en los Tribunales de Justicia en Ciudad Quesada.
Al final, este par está donde tiene que estar: a la orden de un juez que decidirá qué procede con ellos. Pero el problema de fondo sigue ahí, latente en cada kilómetro de nuestra frontera. La presión migratoria, la crisis en Nicaragua y la viveza de unos cuantos crean el cóctel perfecto para que estas historias se repitan. Y mientras se resuelve la situación legal de Espinoza y Mejía, la pregunta queda en el aire, y es una que nos toca a todos. Maes, más allá de este caso, ¿qué creen ustedes que se puede hacer para frenar este tipo de "negocios" en la frontera? ¿Es solo un tema de más policía o el problema es mucho más de fondo?
El "brete" de estos maes era de lo más simple y, a la vez, de lo más despreciable. Según la investigación de la Fiscalía y la Policía de Migración, su modus operandi consistía en pararse en la línea fronteriza, esperando a personas nicaragüenses que cruzan por puntos ciegos, muchas veces huyendo de una situación insostenible en su país. Una vez que los captaban, les ofrecían el "servicio" de transporte. ¿El costo de esta jugada? Diez rojitos por cabeza. Sí, ₡10.000 para moverlos desde la pura frontera hasta la terminal de buses de Upala. No estamos hablando de un viaje a San José; es un trayecto corto para lucrar con la necesidad más básica de alguien que busca una oportunidad.
Y como si la vara no fuera suficientemente turbia, el día de la detención, los maes decidieron jugar a "Rápidos y Furiosos" versión chayote. Al ver a las autoridades, en lugar de detenerse, le metieron la pata al acelerador a fondo, intentando darse a la fuga con dos migrantes dentro del carro. ¡Qué despiche! No solo estaban cometiendo un delito grave, sino que pusieron en un riesgo altísimo la vida de sus "pasajeros" y, diay, la de cualquier familia que tuviera la mala suerte de toparse con ellos en la carretera. Es el colmo de la irresponsabilidad, una acción que demuestra el nulo respeto que tenían por la vida humana, viéndola únicamente como mercancía de diez mil colones.
Esta captura, que fue el resultado de un operativo bien montado entre varias oficinas policiales, deja al descubierto una realidad que a veces ignoramos. La frontera norte no es solo un mapa, es un escenario diario de dramas humanos. Y en medio de esa desesperación, siempre aparecen personajes como estos, que ven una oportunidad de negocio. No son capos de un cartel; son, en muchos casos, gente de la zona que ve en la vulnerabilidad ajena una forma de hacerse una plata fácil. Por dicha para todos, el plan se les fue al traste y ahora tienen que rendir cuentas, no en la calle, sino en los Tribunales de Justicia en Ciudad Quesada.
Al final, este par está donde tiene que estar: a la orden de un juez que decidirá qué procede con ellos. Pero el problema de fondo sigue ahí, latente en cada kilómetro de nuestra frontera. La presión migratoria, la crisis en Nicaragua y la viveza de unos cuantos crean el cóctel perfecto para que estas historias se repitan. Y mientras se resuelve la situación legal de Espinoza y Mejía, la pregunta queda en el aire, y es una que nos toca a todos. Maes, más allá de este caso, ¿qué creen ustedes que se puede hacer para frenar este tipo de "negocios" en la frontera? ¿Es solo un tema de más policía o el problema es mucho más de fondo?