¡Qué torta nos cayó encima! Después de años de ver a Costa Rica como un ejemplo mundial de democracia y libertad de expresión, estamos viendo cómo poco a poco se cierran espacios cruciales para el diálogo público. La reciente ola de restricciones y presiones sobre medios de comunicación y activistas sociales me tienen a mí, y creo que a muchos otros, preocupadísimos. No es simplemente que haya desacuerdos políticos; es que parece haber un esfuerzo consciente por acallar voces críticas.
Recordemos los tiempos en que los cafés eran centros neurálgicos del debate nacional, donde se discutían ideas sin temor a represalias. Ahora, la conversación pública se ha trasladado mayormente a plataformas digitales, pero incluso ahí, sentimos una sombra de autocensura. Las leyes, muchas veces ambiguas, se utilizan para justificar acciones que limitan la capacidad de informar y opinar libremente. Se pretende disfrazar un hostigamiento estatal con tecnicismos legales, y eso es lo que realmente duele.
El artículo original que revisamos, sobre la retención del 2% en la compra de inmuebles, abrió una puerta a una discusión mucho más amplia sobre la fiscalización y el control gubernamental. Pero este tema, como tantos otros, termina quedando eclipsado por la constante amenaza a la libertad de prensa. ¿De qué sirve analizar si las finanzas públicas están sanas si no podemos cuestionar cómo se gasta el dinero?
No quiero caer en alarmismos gratuitos, pero es innegable que la polarización política ha exacerbado estos problemas. El ambiente de confrontación constante facilita que se tomen medidas restrictivas bajo el pretexto de mantener el orden o proteger intereses particulares. Lo que vemos ahora es un reflejo distorsionado de lo que alguna vez fue nuestro contrato social, un acuerdo implícito entre gobernantes y gobernados basado en el respeto mutuo y la transparencia.
Es importante recordar que la energía renovable, la cual hemos defendido con tanto orgullo, no es solo una cuestión ambiental, sino también una oportunidad para fortalecer nuestra independencia económica y política. Depender excesivamente de fuentes externas de energía puede dejarnos vulnerables a presiones geopolíticas que amenazan nuestra soberanía. Así mismo, necesitamos evitar repetir los mismos errores que nos han llevado a situaciones similares en el pasado.
Este panorama nos obliga a reflexionar sobre la anatomía del poder en Costa Rica. ¿Cómo ha evolucionado el estilo de gobierno desde aquellos tiempos en que la apertura y el diálogo eran pilares fundamentales de nuestra identidad nacional? ¿Estamos permitiendo que la ambición personal y partidista prime sobre el interés general?
La tarea que tenemos por delante no es fácil. Requiere valentía, perseverancia y, sobre todo, un compromiso inquebrantable con los valores democráticos. Necesitamos fortalecer las instituciones encargadas de garantizar la libertad de expresión, promover una cultura de tolerancia y respeto hacia diferentes puntos de vista, y exigir cuentas a quienes abusan del poder.
En resumen, la situación actual nos plantea una pregunta fundamental: ¿Estamos dispuestos a defender nuestra democracia a pesar de las dificultades y desafíos que enfrentamos? ¿O permitiremos que el silencio se apodere de nuestra nación, ahogando las voces que claman por justicia y transparencia? ¡Díganme sus opiniones, mae! ¿Qué medidas creen que debemos tomar urgentemente para revertir esta tendencia y recuperar el faro democrático que fuimos?
Recordemos los tiempos en que los cafés eran centros neurálgicos del debate nacional, donde se discutían ideas sin temor a represalias. Ahora, la conversación pública se ha trasladado mayormente a plataformas digitales, pero incluso ahí, sentimos una sombra de autocensura. Las leyes, muchas veces ambiguas, se utilizan para justificar acciones que limitan la capacidad de informar y opinar libremente. Se pretende disfrazar un hostigamiento estatal con tecnicismos legales, y eso es lo que realmente duele.
El artículo original que revisamos, sobre la retención del 2% en la compra de inmuebles, abrió una puerta a una discusión mucho más amplia sobre la fiscalización y el control gubernamental. Pero este tema, como tantos otros, termina quedando eclipsado por la constante amenaza a la libertad de prensa. ¿De qué sirve analizar si las finanzas públicas están sanas si no podemos cuestionar cómo se gasta el dinero?
No quiero caer en alarmismos gratuitos, pero es innegable que la polarización política ha exacerbado estos problemas. El ambiente de confrontación constante facilita que se tomen medidas restrictivas bajo el pretexto de mantener el orden o proteger intereses particulares. Lo que vemos ahora es un reflejo distorsionado de lo que alguna vez fue nuestro contrato social, un acuerdo implícito entre gobernantes y gobernados basado en el respeto mutuo y la transparencia.
Es importante recordar que la energía renovable, la cual hemos defendido con tanto orgullo, no es solo una cuestión ambiental, sino también una oportunidad para fortalecer nuestra independencia económica y política. Depender excesivamente de fuentes externas de energía puede dejarnos vulnerables a presiones geopolíticas que amenazan nuestra soberanía. Así mismo, necesitamos evitar repetir los mismos errores que nos han llevado a situaciones similares en el pasado.
Este panorama nos obliga a reflexionar sobre la anatomía del poder en Costa Rica. ¿Cómo ha evolucionado el estilo de gobierno desde aquellos tiempos en que la apertura y el diálogo eran pilares fundamentales de nuestra identidad nacional? ¿Estamos permitiendo que la ambición personal y partidista prime sobre el interés general?
La tarea que tenemos por delante no es fácil. Requiere valentía, perseverancia y, sobre todo, un compromiso inquebrantable con los valores democráticos. Necesitamos fortalecer las instituciones encargadas de garantizar la libertad de expresión, promover una cultura de tolerancia y respeto hacia diferentes puntos de vista, y exigir cuentas a quienes abusan del poder.
En resumen, la situación actual nos plantea una pregunta fundamental: ¿Estamos dispuestos a defender nuestra democracia a pesar de las dificultades y desafíos que enfrentamos? ¿O permitiremos que el silencio se apodere de nuestra nación, ahogando las voces que claman por justicia y transparencia? ¡Díganme sus opiniones, mae! ¿Qué medidas creen que debemos tomar urgentemente para revertir esta tendencia y recuperar el faro democrático que fuimos?
