¡Ay, Dios mío! Que bronca me da ver cómo algunos se ponen tranquilos pensando que la democracia es como un mueble nuevo, ahí parado, reluciente, sin necesidad de sacudirlo ni darle mantenimiento. Pero díganle eso a la historia, que nos demuestra que la libertad es como una plantita: si no le regas, si no la proteges del sol directo, se marchita y se va al traste.
Como bien decía Raúl Silesky Jiménez, y aunque él ya no esté entre nosotros, la democracia no se defiende con silencio. Ese silencio cómplice, esa pasividad que parece decir ‘ahórame que estoy viendo mi novela’. No, mi querido compatriota, no funciona así. Aquí en Costa Rica, hemos tenido la suerte de vivir en un país con instituciones sólidas, con elecciones libres, con una prensa relativamente independiente… pero eso no significa que estemos inmunes a los embates de la intolerancia, la manipulación y la desinformación. ¡Qué carga!
Y créanme, que la amenaza no viene solo de afuera, como esos políticos que andan buscando excusas para justificar sus manejos turbios. La verdadera amenaza está en nuestra propia casa, en esa apatía generalizada, en esa tendencia a delegar toda la responsabilidad en los diputados y ministros, olvidándonos que somos parte fundamental de este juego democrático. Somos el partido más importante, el que decide quién juega y cómo juega. Somos el pueblo, ¡y no nos podemos quedar viendo los pies mientras otros marcan el ritmo!
Hablamos mucho de fortalecer nuestras instituciones, de mejorar la transparencia, de combatir la corrupción... y sí, todo eso es importantísimo. Pero sin una ciudadanía activa, crítica y comprometida, todos esos esfuerzos serán como intentar construir un castillo de arena contra la marea alta. Necesitamos más diálogo, más participación ciudadana, más espacios para debatir ideas, para expresar opiniones, para exigir cuentas a nuestros representantes. Eso sí es defender la democracia, ¡a full!
No se trata de salir a protestar todos los días, aunque eso también vale. Se trata de informarnos, de cuestionar lo que vemos y escuchamos, de buscar fuentes confiables, de analizar críticamente los discursos políticos. Se trata de votar con conciencia, eligiendo a personas que realmente representen nuestros intereses y valores, y no a aquellos que solo buscan el poder y el beneficio personal. ¡Díay!, qué vara más difícil encontrar gente honesta en política, pero no podemos rendirnos.
Recuerdo cuando mi abuela, doña Elena, siempre decía: “El que calla asiente”. Una frase simple, pero con mucha verdad. Si nos quedamos callados ante la injusticia, ante la mentira, ante la corrupción, estamos dando vía libre para que estas cosas continúen. Tenemos que levantar la voz, tenemos que hacer sentir nuestra presencia, tenemos que demostrar que no vamos a permitir que nadie comprometa nuestro derecho a decidir nuestro futuro. Porque, al final de cuentas, la democracia es un trabajo diario, una lucha constante, una responsabilidad compartida.
Estamos en un momento crucial de nuestra historia, donde las fake news circulan a la velocidad de la luz y la polarización amenaza con dividirnos irremediablemente. Por eso, es más importante que nunca estar alerta, mantenernos informados, participar activamente en la vida pública. No dejemos que nadie nos diga qué pensar, ni qué sentir. Usemos nuestro criterio, analicemos la información con rigor, y tomemos decisiones basadas en la evidencia y en nuestros propios valores. ¡Que no nos cuelen, mis panas!
Entonces, dime tú, ¿cuál crees que es el mayor desafío que enfrenta la democracia costarricense hoy en día y qué acciones concretas podemos tomar desde nuestra comunidad para fortalecerla y asegurar que siga siendo un espacio vibrante y participativo para todos?
Como bien decía Raúl Silesky Jiménez, y aunque él ya no esté entre nosotros, la democracia no se defiende con silencio. Ese silencio cómplice, esa pasividad que parece decir ‘ahórame que estoy viendo mi novela’. No, mi querido compatriota, no funciona así. Aquí en Costa Rica, hemos tenido la suerte de vivir en un país con instituciones sólidas, con elecciones libres, con una prensa relativamente independiente… pero eso no significa que estemos inmunes a los embates de la intolerancia, la manipulación y la desinformación. ¡Qué carga!
Y créanme, que la amenaza no viene solo de afuera, como esos políticos que andan buscando excusas para justificar sus manejos turbios. La verdadera amenaza está en nuestra propia casa, en esa apatía generalizada, en esa tendencia a delegar toda la responsabilidad en los diputados y ministros, olvidándonos que somos parte fundamental de este juego democrático. Somos el partido más importante, el que decide quién juega y cómo juega. Somos el pueblo, ¡y no nos podemos quedar viendo los pies mientras otros marcan el ritmo!
Hablamos mucho de fortalecer nuestras instituciones, de mejorar la transparencia, de combatir la corrupción... y sí, todo eso es importantísimo. Pero sin una ciudadanía activa, crítica y comprometida, todos esos esfuerzos serán como intentar construir un castillo de arena contra la marea alta. Necesitamos más diálogo, más participación ciudadana, más espacios para debatir ideas, para expresar opiniones, para exigir cuentas a nuestros representantes. Eso sí es defender la democracia, ¡a full!
No se trata de salir a protestar todos los días, aunque eso también vale. Se trata de informarnos, de cuestionar lo que vemos y escuchamos, de buscar fuentes confiables, de analizar críticamente los discursos políticos. Se trata de votar con conciencia, eligiendo a personas que realmente representen nuestros intereses y valores, y no a aquellos que solo buscan el poder y el beneficio personal. ¡Díay!, qué vara más difícil encontrar gente honesta en política, pero no podemos rendirnos.
Recuerdo cuando mi abuela, doña Elena, siempre decía: “El que calla asiente”. Una frase simple, pero con mucha verdad. Si nos quedamos callados ante la injusticia, ante la mentira, ante la corrupción, estamos dando vía libre para que estas cosas continúen. Tenemos que levantar la voz, tenemos que hacer sentir nuestra presencia, tenemos que demostrar que no vamos a permitir que nadie comprometa nuestro derecho a decidir nuestro futuro. Porque, al final de cuentas, la democracia es un trabajo diario, una lucha constante, una responsabilidad compartida.
Estamos en un momento crucial de nuestra historia, donde las fake news circulan a la velocidad de la luz y la polarización amenaza con dividirnos irremediablemente. Por eso, es más importante que nunca estar alerta, mantenernos informados, participar activamente en la vida pública. No dejemos que nadie nos diga qué pensar, ni qué sentir. Usemos nuestro criterio, analicemos la información con rigor, y tomemos decisiones basadas en la evidencia y en nuestros propios valores. ¡Que no nos cuelen, mis panas!
Entonces, dime tú, ¿cuál crees que es el mayor desafío que enfrenta la democracia costarricense hoy en día y qué acciones concretas podemos tomar desde nuestra comunidad para fortalecerla y asegurar que siga siendo un espacio vibrante y participativo para todos?