Maes, dejen lo que están haciendo un toque y pongan atención a esta noticia, porque está demasiado buena. Uno a veces se acostumbra a que el recorrido de la antorcha es la misma vara de siempre: los chiquillos corriendo por la calle principal del pueblo, los profes todos estresados, y uno aplaudiendo por compromiso. Pero este año, la cosa se puso seria. Resulta que por primera vez en la historia, la llama de la independencia va a llegar a lo más alto que se puede llegar en este país: la pura cima del Cerro Chirripó. ¡Qué nivel! Se me pone la piel de gallina solo de imaginarlo.
Y no es una ocurrencia de la nada. Toda esta movida es parte de la celebración de los 50 años del Parque Nacional. El SINAC y toda la gente detrás de la organización se pusieron las pilas para hacer algo que de verdad quedara para la historia. La logística de esta vara es tuanis: van a ser güilas de todo el país los que se encarguen de irla pasando cada 500 metros, como una posta de puro orgullo tico. Pero el remate, el último kilómetro hasta la cima, se lo dejaron a alguien que sabe lo que es conquistar cumbres: la mismísima Ligia Madrigal. ¡Qué carga esa mae! No pudieron haber escogido a alguien mejor para ese cierre tan simbólico. Ella representa esa fuerza y esa tenacidad que, en teoría, celebramos en estas fechas.
Pensemos un momento en lo que esto significa. La antorcha, que representa la luz de la libertad, brillando en el punto más alto de Costa Rica, a 3,821 metros sobre el nivel del mar. Es una metáfora potentísima. Más allá del típico discurso del 15 de setiembre que ya todos nos sabemos de memoria, este tipo de actos tienen un poder diferente. Es un recordatorio físico, casi poético, de que como país siempre podemos aspirar a llegar más alto. Es ver un chunche tan nuestro, como la antorcha, enfrentándose al frío y a la altura del Chirripó. Para mí, eso dice mucho más que cualquier desfile o acto cívico en una escuela.
Ahora, como no podía faltar, ya hay medio país alistando la cobertura. El texto fuente es del Grupo Extra y, obvio, se mandaron con todo un equipo para documentar el ascenso. Vaya brete se van a pegar, porque subir ese cerro no es jugando, y menos con equipo de cámaras y toda la cosa. Pero la verdad se agradece, porque la mayoría de nosotros lo vamos a ver desde la comodidad del sillón. Es una de esas pocas veces que el esfuerzo de la prensa por cubrir algo se siente totalmente justificado, porque es ser testigos de un pedacito de la historia patria que se escribe en tiempo real.
En resumen, esta iniciativa me parece de lo más chiva que he visto en mucho tiempo relacionado a las fiestas patrias. Le da un aire fresco, un propósito y una epicidad que se habían perdido un poco entre la rutina. Es un evento que nos saca de la norma y nos invita a pensar en la independencia no como algo que pasó hace 200 años, sino como una meta que se renueva y que exige esfuerzo, como subir una montaña. Diay, maes, ¿qué les parece a ustedes? ¿Alguno ha subido el Chirripó? ¿Se imaginan el friazo allá arriba con la antorcha? O más allá de la hablada, ¿creen que eventos así de verdad nos unen un toque como país o es pura pantalla para la foto?
Y no es una ocurrencia de la nada. Toda esta movida es parte de la celebración de los 50 años del Parque Nacional. El SINAC y toda la gente detrás de la organización se pusieron las pilas para hacer algo que de verdad quedara para la historia. La logística de esta vara es tuanis: van a ser güilas de todo el país los que se encarguen de irla pasando cada 500 metros, como una posta de puro orgullo tico. Pero el remate, el último kilómetro hasta la cima, se lo dejaron a alguien que sabe lo que es conquistar cumbres: la mismísima Ligia Madrigal. ¡Qué carga esa mae! No pudieron haber escogido a alguien mejor para ese cierre tan simbólico. Ella representa esa fuerza y esa tenacidad que, en teoría, celebramos en estas fechas.
Pensemos un momento en lo que esto significa. La antorcha, que representa la luz de la libertad, brillando en el punto más alto de Costa Rica, a 3,821 metros sobre el nivel del mar. Es una metáfora potentísima. Más allá del típico discurso del 15 de setiembre que ya todos nos sabemos de memoria, este tipo de actos tienen un poder diferente. Es un recordatorio físico, casi poético, de que como país siempre podemos aspirar a llegar más alto. Es ver un chunche tan nuestro, como la antorcha, enfrentándose al frío y a la altura del Chirripó. Para mí, eso dice mucho más que cualquier desfile o acto cívico en una escuela.
Ahora, como no podía faltar, ya hay medio país alistando la cobertura. El texto fuente es del Grupo Extra y, obvio, se mandaron con todo un equipo para documentar el ascenso. Vaya brete se van a pegar, porque subir ese cerro no es jugando, y menos con equipo de cámaras y toda la cosa. Pero la verdad se agradece, porque la mayoría de nosotros lo vamos a ver desde la comodidad del sillón. Es una de esas pocas veces que el esfuerzo de la prensa por cubrir algo se siente totalmente justificado, porque es ser testigos de un pedacito de la historia patria que se escribe en tiempo real.
En resumen, esta iniciativa me parece de lo más chiva que he visto en mucho tiempo relacionado a las fiestas patrias. Le da un aire fresco, un propósito y una epicidad que se habían perdido un poco entre la rutina. Es un evento que nos saca de la norma y nos invita a pensar en la independencia no como algo que pasó hace 200 años, sino como una meta que se renueva y que exige esfuerzo, como subir una montaña. Diay, maes, ¿qué les parece a ustedes? ¿Alguno ha subido el Chirripó? ¿Se imaginan el friazo allá arriba con la antorcha? O más allá de la hablada, ¿creen que eventos así de verdad nos unen un toque como país o es pura pantalla para la foto?