Mae, hay días en que uno se levanta, abre el periódico digital mientras se toma el primer café, y lo primero que ve es la caricatura de Mecho. Y diay, a veces es para reírse, pero hoy es para agarrarse la cabeza. La vara es simple y frustrante: “Omisiones y tiempo tomado por la CCSS retrasaron aval para hospital de Cartago”. En el más puro y doloroso tico, esto se traduce en que la Caja, una vez más, se jaló una torta monumental con un proyecto que para los brumosos no es un lujo, es una emergencia que lleva años, ¡décadas!, en el limbo. ¡Qué torta, de verdad!
Lo que más cólera da no es solo el retraso, es la razón. La caricatura lo resume, pero si uno escarba un poquito, se da cuenta de que no estamos hablando de un problema de ingeniería nivel NASA ni de una crisis económica mundial. Estamos hablando de “omisiones” y “tiempo tomado”. O sea, burocracia en su estado más puro y destructivo. Papeles que no se entregaron, firmas que faltaron, plazos que se vencieron mientras alguien probablemente estaba muy ocupado en otro brete menos urgente. Es el clásico “se nos traspapeló” que le ha costado al país miles de millones y, en este caso, le cuesta a toda una provincia su paz y su salud.
Es que, mae, seamos honestos: los cartagos sí que están salados con este tema. Cada cuatro años llega un político nuevo a prometerles el oro y el moro, a ponerse el casco de construcción para la foto y a jurar que “ahora sí” se construye el hospital. Y cada cuatro años, la historia se repite. La ilusión se va al traste por detalles que en cualquier empresa privada significarían el despido inmediato de tres gerentes. Pero aquí no. Aquí, la ineficiencia se disfraza de “procedimiento” y la pelota se la siguen pasando entre instituciones mientras la gente de la Vieja Metrópoli tiene que seguir haciendo carreras para San José por cualquier emergencia medio seria.
Esta vara del hospital de Cartago ya trascendió el ser una simple noticia; es el símbolo perfecto de cómo funciona la tramitología en Costa Rica. Es la prueba de que se puede tener el dinero, el terreno, la necesidad y hasta la voluntad política (a ratos), pero si el monstruo burocrático no quiere, nada se mueve. Y Mecho, con esa agudeza que lo caracteriza, lo plasma en un solo cuadro. No necesita un editorial de mil palabras; le basta con un dibujo para que todos entendamos el despiche: el obstáculo más grande no es la falta de recursos, es la inercia de un sistema que parece diseñado para que nada avance.
Al final, lo que queda es una mezcla de indignación y resignación. Uno ve la noticia, se enoja, lo comenta con los compas, y después se pregunta qué más se puede hacer. Porque el problema de fondo es enorme y a uno le queda la sensación de que, aunque se cambien las caras en los puestos, el sistema sigue igual de pegado. La caricatura de hoy no es solo un chiste, es un diagnóstico. Uno muy doloroso. Así que les dejo la pregunta abierta, maes: ¿Esto es pura y simple ineficiencia de la Caja o creen que hay otros intereses jugando para que este proyecto nunca vea la luz? ¿Hasta cuándo va a aguantar Cartago?
Lo que más cólera da no es solo el retraso, es la razón. La caricatura lo resume, pero si uno escarba un poquito, se da cuenta de que no estamos hablando de un problema de ingeniería nivel NASA ni de una crisis económica mundial. Estamos hablando de “omisiones” y “tiempo tomado”. O sea, burocracia en su estado más puro y destructivo. Papeles que no se entregaron, firmas que faltaron, plazos que se vencieron mientras alguien probablemente estaba muy ocupado en otro brete menos urgente. Es el clásico “se nos traspapeló” que le ha costado al país miles de millones y, en este caso, le cuesta a toda una provincia su paz y su salud.
Es que, mae, seamos honestos: los cartagos sí que están salados con este tema. Cada cuatro años llega un político nuevo a prometerles el oro y el moro, a ponerse el casco de construcción para la foto y a jurar que “ahora sí” se construye el hospital. Y cada cuatro años, la historia se repite. La ilusión se va al traste por detalles que en cualquier empresa privada significarían el despido inmediato de tres gerentes. Pero aquí no. Aquí, la ineficiencia se disfraza de “procedimiento” y la pelota se la siguen pasando entre instituciones mientras la gente de la Vieja Metrópoli tiene que seguir haciendo carreras para San José por cualquier emergencia medio seria.
Esta vara del hospital de Cartago ya trascendió el ser una simple noticia; es el símbolo perfecto de cómo funciona la tramitología en Costa Rica. Es la prueba de que se puede tener el dinero, el terreno, la necesidad y hasta la voluntad política (a ratos), pero si el monstruo burocrático no quiere, nada se mueve. Y Mecho, con esa agudeza que lo caracteriza, lo plasma en un solo cuadro. No necesita un editorial de mil palabras; le basta con un dibujo para que todos entendamos el despiche: el obstáculo más grande no es la falta de recursos, es la inercia de un sistema que parece diseñado para que nada avance.
Al final, lo que queda es una mezcla de indignación y resignación. Uno ve la noticia, se enoja, lo comenta con los compas, y después se pregunta qué más se puede hacer. Porque el problema de fondo es enorme y a uno le queda la sensación de que, aunque se cambien las caras en los puestos, el sistema sigue igual de pegado. La caricatura de hoy no es solo un chiste, es un diagnóstico. Uno muy doloroso. Así que les dejo la pregunta abierta, maes: ¿Esto es pura y simple ineficiencia de la Caja o creen que hay otros intereses jugando para que este proyecto nunca vea la luz? ¿Hasta cuándo va a aguantar Cartago?