¡Ay, Dios mío, qué papelón! Resulta que en pleno 2025, seguimos lidiando con gente que piensa que pueden vivir a costa de otros. Esta vez, la Policía Municipal de San José destapó una red de extorsión encabezada por unos tipos autodenominados 'Los Lara', que estaban sacándole hasta la última pela a los transportistas informales del sur de la capital. ¡Una pena!
Según nos cuentan desde la Muni, estos señores tenían agarrados a unos 60 'piratas' – así le decimos nosotros a los taxistas que no tienen permiso –, exigiendo una cuota diaria de ¢5.000. Imagínate, ¡diario! Eso suma una suma considerable al mes, y multiplicado por todos esos pobres trabajadores, la cifra es escalofriante: más de ¢86 millones anuales. ¡Un robo a mano armada, pero a la larga!
Y ni hablar del método. No era simplemente pedir la plata, no, señor. Si alguno se negaba a poner el grano, le caía encima un golpecito, o peor aún, ¡le quitaban el vehículo! Un verdadero calvario para estas personas que ya andan luchando por sobrevivir día a día. Claramente, estos delincuentes pensaban que podían hacer lo que quisieran porque parecían tener impunidad.
Pero la cosa no se quedaba ahí, chunches. Las investigaciones revelaron que los fondos que recolectaban no iban para invertir en un negocio legítimo, ¡ni pedroso! Sino que los estaban reinvirtiendo en otras lindezas: préstamos “gota a gota” a intereses estratosféricos, compra de droga para alimentar el narcomenudeo, e incluso comprar armas de fuego. ¡Qué brete! Parece que querían expandir su imperio del mal.
Lo más increíble de todo es dónde tenía su centro de operaciones esta banda. ¿En alguna guarida escondida, tal vez? ¡No, mae! Ironicamente, estaban usando una infraestructura pública: los viejos camerinos del estadio de Sagrada Familia. ¡Quién lo iba a decir! Ese lugar, que debería estar dedicado al deporte y la recreación, se había convertido en un nido de delincuencia.
“Operó por mucho tiempo y le pusimos término hace unos tres meses con la demolición de esa estructura,” declaró Marcelo Solano, director de la Policía Municipal, quien lideró la operación. Este tipo, con toda la razón, parece que no se anda con rodeos. Pero la cosa no termina con derribar unos camerones, claro que no. Se necesita atacar el problema de raíz.”
Por eso, la Policía Municipal, junto al OIJ y el Ministerio de Salud, implementó una estrategia radical: la demolición de “bunkers”. Ya se han tirado 11 construcciones usurpadas por el crimen organizado en San José este año. Entre ellas, aparte de los camerinos, un salón comunal, la biblioteca del barrio, ¡y hasta un play infantil! Increíble, ¿verdad? Usan leyes de salud para meterle allanamiento a estos lugares. Una movida astuta, diay.
Solano enfatizó que este ataque a las bases del crimen organizado debe ir acompañado de esfuerzos para reconstruir la comunidad, ofrecer alternativas económicas y sociales, y recuperar la fe de la gente en las instituciones. Es una lucha constante, una vara difícil de llevar. Ahora bien, ¿ustedes creen que solo derribar estos bunkers es suficiente para erradicar la extorsión y la inseguridad en nuestros barrios, o necesitamos medidas más profundas para abordar las causas sociales que alimentan este flagelo?
Según nos cuentan desde la Muni, estos señores tenían agarrados a unos 60 'piratas' – así le decimos nosotros a los taxistas que no tienen permiso –, exigiendo una cuota diaria de ¢5.000. Imagínate, ¡diario! Eso suma una suma considerable al mes, y multiplicado por todos esos pobres trabajadores, la cifra es escalofriante: más de ¢86 millones anuales. ¡Un robo a mano armada, pero a la larga!
Y ni hablar del método. No era simplemente pedir la plata, no, señor. Si alguno se negaba a poner el grano, le caía encima un golpecito, o peor aún, ¡le quitaban el vehículo! Un verdadero calvario para estas personas que ya andan luchando por sobrevivir día a día. Claramente, estos delincuentes pensaban que podían hacer lo que quisieran porque parecían tener impunidad.
Pero la cosa no se quedaba ahí, chunches. Las investigaciones revelaron que los fondos que recolectaban no iban para invertir en un negocio legítimo, ¡ni pedroso! Sino que los estaban reinvirtiendo en otras lindezas: préstamos “gota a gota” a intereses estratosféricos, compra de droga para alimentar el narcomenudeo, e incluso comprar armas de fuego. ¡Qué brete! Parece que querían expandir su imperio del mal.
Lo más increíble de todo es dónde tenía su centro de operaciones esta banda. ¿En alguna guarida escondida, tal vez? ¡No, mae! Ironicamente, estaban usando una infraestructura pública: los viejos camerinos del estadio de Sagrada Familia. ¡Quién lo iba a decir! Ese lugar, que debería estar dedicado al deporte y la recreación, se había convertido en un nido de delincuencia.
“Operó por mucho tiempo y le pusimos término hace unos tres meses con la demolición de esa estructura,” declaró Marcelo Solano, director de la Policía Municipal, quien lideró la operación. Este tipo, con toda la razón, parece que no se anda con rodeos. Pero la cosa no termina con derribar unos camerones, claro que no. Se necesita atacar el problema de raíz.”
Por eso, la Policía Municipal, junto al OIJ y el Ministerio de Salud, implementó una estrategia radical: la demolición de “bunkers”. Ya se han tirado 11 construcciones usurpadas por el crimen organizado en San José este año. Entre ellas, aparte de los camerinos, un salón comunal, la biblioteca del barrio, ¡y hasta un play infantil! Increíble, ¿verdad? Usan leyes de salud para meterle allanamiento a estos lugares. Una movida astuta, diay.
Solano enfatizó que este ataque a las bases del crimen organizado debe ir acompañado de esfuerzos para reconstruir la comunidad, ofrecer alternativas económicas y sociales, y recuperar la fe de la gente en las instituciones. Es una lucha constante, una vara difícil de llevar. Ahora bien, ¿ustedes creen que solo derribar estos bunkers es suficiente para erradicar la extorsión y la inseguridad en nuestros barrios, o necesitamos medidas más profundas para abordar las causas sociales que alimentan este flagelo?