¡Ay, Dios mío! Esto sí que es jugada rara, diay. Resulta que el tipo que se metió a robar la escuela Buenos Aires allá por Pérez Zeledón, el señor García, se salvó con arresto domiciliario. Cuatro añitos en la casa, con monitoreo electrónico, imagínate. Parece broma, pero es la cruda realidad, mae.
La movida pasó en octubre del 2018, cuando este sujeto, acompañado de dos compinches que se escaparon como rayitos, decidieron que la escuela era un banco fácil. Se cortaron la malla, hicieron un boquete y entraron cual facha. ¡Qué atrevimiento, chunche!
Una vez adentro, directo a la oficina de la directora, rompieron la puerta y empezaron a sacar cosas a lo loco. Ocho computadoras portátiles, dos parlantes, una licuadora… ¡una licuadora! ¿Pa' qué quieren una licuadora los ladrones, jeje? También se llevaron el sistema de alarma, pa’ que nadie los peskiera, y hasta un cilindro de gas del comedor. Todo eso lo guardaron en un carro estacionado afuera, coordinándolo entre todos.
Pero bueno, ahí entró la Fuerza Pública, porque alguien avisó que había gente rondando con linternas. Rápidamente ubicaron al señor García, pero los otros dos se fueron corriendo como si estuvieran quemándose. Así que este quedó atrapado en medio del brete.
Lo que más ha indignado a la comunidad es que, después de tanto tiempo, le hayan dado arresto domiciliario. “¿Cómo que arresto domiciliario?”, se preguntan los vecinos, “ese tipo tuvo que haber pagado con creces por hacerle daño a nuestra escuela”. Imagínate, los niños perdieron sus computadoras, la escuela quedó con daños, y él ahora estará tranquilito viendo tele en su casa.
Los abogados del señor García argumentaron que cumplía con los requisitos legales para recibir la sustitución de la pena. Que no tenía antecedentes graves, que se mostró arrepentido (aunque parece que el arrepentimiento llegó cuando lo agarraron), y bla, bla, bla. Pero a ver, ¿cómo justificamos que un ladrón se vaya a la casa mientras los maestros tienen que trabajar con recursos limitados?
Esto nos hace pensar, diay, en cómo funciona nuestro sistema judicial. ¿Es justo que alguien que roba a una escuela, un lugar dedicado a la educación de nuestros niños, reciba una condena tan blanda? Y más grave aún, ¿qué mensaje le estamos enviando a la juventud? Que vale la pena meterse en líos y luego salir con cana fresca, ¿verdad?
En fin, la polémica está servida. Esta decisión ha encendido las redes sociales y la gente no se guarda nada. Muchos piden una revisión del caso, mientras que otros aseguran que esto es otro ejemplo de la falta de severidad en las leyes. ¿Ustedes qué opinan, compas? ¿Creen que el arresto domiciliario es una sentencia justa para este caso, o deberían haberlo mandado a la cárcel a cumplir su condena?
La movida pasó en octubre del 2018, cuando este sujeto, acompañado de dos compinches que se escaparon como rayitos, decidieron que la escuela era un banco fácil. Se cortaron la malla, hicieron un boquete y entraron cual facha. ¡Qué atrevimiento, chunche!
Una vez adentro, directo a la oficina de la directora, rompieron la puerta y empezaron a sacar cosas a lo loco. Ocho computadoras portátiles, dos parlantes, una licuadora… ¡una licuadora! ¿Pa' qué quieren una licuadora los ladrones, jeje? También se llevaron el sistema de alarma, pa’ que nadie los peskiera, y hasta un cilindro de gas del comedor. Todo eso lo guardaron en un carro estacionado afuera, coordinándolo entre todos.
Pero bueno, ahí entró la Fuerza Pública, porque alguien avisó que había gente rondando con linternas. Rápidamente ubicaron al señor García, pero los otros dos se fueron corriendo como si estuvieran quemándose. Así que este quedó atrapado en medio del brete.
Lo que más ha indignado a la comunidad es que, después de tanto tiempo, le hayan dado arresto domiciliario. “¿Cómo que arresto domiciliario?”, se preguntan los vecinos, “ese tipo tuvo que haber pagado con creces por hacerle daño a nuestra escuela”. Imagínate, los niños perdieron sus computadoras, la escuela quedó con daños, y él ahora estará tranquilito viendo tele en su casa.
Los abogados del señor García argumentaron que cumplía con los requisitos legales para recibir la sustitución de la pena. Que no tenía antecedentes graves, que se mostró arrepentido (aunque parece que el arrepentimiento llegó cuando lo agarraron), y bla, bla, bla. Pero a ver, ¿cómo justificamos que un ladrón se vaya a la casa mientras los maestros tienen que trabajar con recursos limitados?
Esto nos hace pensar, diay, en cómo funciona nuestro sistema judicial. ¿Es justo que alguien que roba a una escuela, un lugar dedicado a la educación de nuestros niños, reciba una condena tan blanda? Y más grave aún, ¿qué mensaje le estamos enviando a la juventud? Que vale la pena meterse en líos y luego salir con cana fresca, ¿verdad?
En fin, la polémica está servida. Esta decisión ha encendido las redes sociales y la gente no se guarda nada. Muchos piden una revisión del caso, mientras que otros aseguran que esto es otro ejemplo de la falta de severidad en las leyes. ¿Ustedes qué opinan, compas? ¿Creen que el arresto domiciliario es una sentencia justa para este caso, o deberían haberlo mandado a la cárcel a cumplir su condena?
