¡Ay, mae! Qué pesar nos da este asunto que le pasó a esa familia nica que vivía allá en Piedades Sur de San Ramón. Ya regresaron sus restos mortales a Juigalpa, Nicaragua, dejando un vacío enorme tanto acá como en su tierra natal. La cosa está dura, diay.
Como recordaremos, hace poquito, el sábado 4 de octubre, un deslizamiento de tierra los sacudió mientras dormían. Eddy Miranda, Karla Romero y su hijita de nueve años quedaron atrapados bajo toneladas de barro y piedras. ¡Qué sal! Una tragedia inesperada que le tocó vivir a esos seres humanos, buscando un mejor futuro por acá, en Costa Rica.
Según cuentan los allegados, Eddy y Karla estaban trabajando a brazo partido en labores agrícolas para poder juntar unos colonos y construir la casita propia que siempre habían soñado para sus hijos. Querían darle una vida decente a sus pequeños, lejos de las dificultades que enfrentaban en Nicaragua. Se esforzaban día tras día, echándole ganas para salir adelante. Pero la vida, a veces, te juega malas pasadas, ¿verdad?
El terremoto, perdón, el deslizamiento, ocurrió casi a medianoche, cuando las lluvias estaban cayendo a cántaros sobre la zona. Las autoridades informaron que había seis personas en la vivienda de madera, pero gracias a Dios, tres pudieron escapar ilesos. Un verdadero milagro, considerando la magnitud del desastre. Imagínense la impresión de ver cómo todo se derrumbaba sobre ellos.
El operativo de rescate fue impresionante, con 35 voluntarios de la Cruz Roja, bomberos y oficiales de la Fuerza Pública movilizados desde la noche del sábado hasta altas horas de la mañana del domingo. Buscaron incansablemente entre los escombros, esperando encontrar sobrevivientes. El ambiente era tenso, cargado de angustia e incertidumbre. Cada sonido podía significar esperanza o desesperación.
Ahora, ya con los cuerpos repatriados a Nicaragua, la comunidad de Hato Grande se prepara para despedirlos con honores. Decenas de vecinos, familiares y amigos aguardaban ansiosos la llegada de los féretros, entre lágrimas, oraciones y velas encendidas. Un momento muy doloroso para todos, que marca profundamente la relación entre ambos países, hermanados por la adversidad. Los cantos religiosos resonaban, mezclándose con aplausos y muestras de cariño por aquellos que partieron demasiado pronto.
Este lamentable incidente nos recuerda la vulnerabilidad de muchas familias migrantes que llegan a Costa Rica en busca de oportunidades, enfrentándose a condiciones precarias y expuestas a riesgos naturales como los deslizamientos de tierra. Urge fortalecer las políticas públicas de prevención y asistencia para proteger a estas poblaciones, especialmente durante la temporada lluviosa. Es fundamental garantizar su acceso a viviendas seguras y dignas, así como promover programas de adaptación al cambio climático.
Y hablando de eso, ¿ustedes qué opinan? Con tantos fenómenos climáticos extremos azotando nuestro planeta, ¿qué medidas creen que debería tomar el gobierno para proteger a las comunidades más vulnerables a estos desastres? ¿Será suficiente con mejorar la planificación urbana o necesitamos ir más allá y abordar las causas profundas de la migración rural?
Como recordaremos, hace poquito, el sábado 4 de octubre, un deslizamiento de tierra los sacudió mientras dormían. Eddy Miranda, Karla Romero y su hijita de nueve años quedaron atrapados bajo toneladas de barro y piedras. ¡Qué sal! Una tragedia inesperada que le tocó vivir a esos seres humanos, buscando un mejor futuro por acá, en Costa Rica.
Según cuentan los allegados, Eddy y Karla estaban trabajando a brazo partido en labores agrícolas para poder juntar unos colonos y construir la casita propia que siempre habían soñado para sus hijos. Querían darle una vida decente a sus pequeños, lejos de las dificultades que enfrentaban en Nicaragua. Se esforzaban día tras día, echándole ganas para salir adelante. Pero la vida, a veces, te juega malas pasadas, ¿verdad?
El terremoto, perdón, el deslizamiento, ocurrió casi a medianoche, cuando las lluvias estaban cayendo a cántaros sobre la zona. Las autoridades informaron que había seis personas en la vivienda de madera, pero gracias a Dios, tres pudieron escapar ilesos. Un verdadero milagro, considerando la magnitud del desastre. Imagínense la impresión de ver cómo todo se derrumbaba sobre ellos.
El operativo de rescate fue impresionante, con 35 voluntarios de la Cruz Roja, bomberos y oficiales de la Fuerza Pública movilizados desde la noche del sábado hasta altas horas de la mañana del domingo. Buscaron incansablemente entre los escombros, esperando encontrar sobrevivientes. El ambiente era tenso, cargado de angustia e incertidumbre. Cada sonido podía significar esperanza o desesperación.
Ahora, ya con los cuerpos repatriados a Nicaragua, la comunidad de Hato Grande se prepara para despedirlos con honores. Decenas de vecinos, familiares y amigos aguardaban ansiosos la llegada de los féretros, entre lágrimas, oraciones y velas encendidas. Un momento muy doloroso para todos, que marca profundamente la relación entre ambos países, hermanados por la adversidad. Los cantos religiosos resonaban, mezclándose con aplausos y muestras de cariño por aquellos que partieron demasiado pronto.
Este lamentable incidente nos recuerda la vulnerabilidad de muchas familias migrantes que llegan a Costa Rica en busca de oportunidades, enfrentándose a condiciones precarias y expuestas a riesgos naturales como los deslizamientos de tierra. Urge fortalecer las políticas públicas de prevención y asistencia para proteger a estas poblaciones, especialmente durante la temporada lluviosa. Es fundamental garantizar su acceso a viviendas seguras y dignas, así como promover programas de adaptación al cambio climático.
Y hablando de eso, ¿ustedes qué opinan? Con tantos fenómenos climáticos extremos azotando nuestro planeta, ¿qué medidas creen que debería tomar el gobierno para proteger a las comunidades más vulnerables a estos desastres? ¿Será suficiente con mejorar la planificación urbana o necesitamos ir más allá y abordar las causas profundas de la migración rural?