¡Ay, Dios mío! Esto sí que nos pincha como balde. Los números no mienten, y la realidad es dura: la salud mental en Costa Rica está dando tumbos. Un estudio reciente de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) revela que las emergencias médicas relacionadas con problemas de salud mental han subido como espuma en los últimos cinco años. Parece que estamos viviendo una verdadera ‘torta’ en este aspecto, y necesitamos ponerle remedio.
Si revisamos los datos, la diferencia es abismal. En 2020, la CCSS atendió alrededor de 97 mil casos de emergencias por trastornos mentales; para 2024, esa cifra se disparó hasta llegar a casi 140 mil. Eso representa un aumento del 44%, ¡una barbaridad! Y eso sin hablar del preocupante incremento en los casos ligados al consumo de cocaína, que ha crecido un 55% en el mismo periodo. ¿Será que estamos perdiendo el rumbo?
Pero ahí no acaba la cosa. Lo más alarmante es que la ansiedad se ha convertido en la principal causa de atención en las salas de emergencia. Más de 59 mil personas buscaron ayuda por este motivo en 2024. Eso nos dice que la presión diaria, el estrés y la incertidumbre están pasando factura a nuestra población. Epísodos depresivos, consumo de alcohol... todo esto suma a una carga pesada para el sistema de salud y, sobre todo, para quienes padecen estas condiciones.
Hablamos de cerca de 14 mil casos de episodios depresivos registrados en 2024, y casi 10 mil asistencias por consumo de alcohol. También hay que tener presente que los hospitales tuvieron que atender a más de seis mil pacientes con diagnósticos graves como esquizofrenia (cerca de 1400 casos), trastornos afectivos (más de mil) y consumo de sustancias psicoactivas (casi 900). ¡Qué panorama!
Vernor Barboza, psiquiatra de la CCSS, lo expresó claro: “La salud mental no debe vivirse en silencio ni con estigmas”. Y tiene razón. Hay que romper esa barrera que aún existe y animar a la gente a buscar ayuda profesional cuando lo necesiten. No vaya a ser que alguien se jale una torta tratando de lidiar con estos problemas solo, porque así nadie gana.
Lo preocupante, señores, es que este problema no afecta por igual a todos. Las mujeres lideran las estadísticas de atención, representando más de la mitad de los casos. También vemos una carga significativa en adultos jóvenes entre 20 y 44 años, que suman más de 68 mil consultas. Pero quizás lo más inquietante sea el aumento sostenido en adolescentes de 15 a 19 años, y el doble de casos en niños de 10 a 14 años respecto a 2020. ¡Esto nos habla de una generación entera que necesita apoyo!
¿Y qué significa todo esto? Pues que tenemos que ponernos las pilas. Fortalecer los programas de prevención y detección temprana, especialmente dirigidos a jóvenes y adolescentes, es crucial. Necesitamos más psicólogos y terapeutas disponibles en las escuelas y centros comunitarios. Promover campañas de concientización para reducir el estigma asociado a las enfermedades mentales también es fundamental. Porque, al final del día, todos somos susceptibles a sufrir alguna dificultad emocional, y merecemos recibir la ayuda necesaria.
Con tantos datos alarmantes en la mesa, me pregunto: ¿Creemos que el gobierno y la CCSS están haciendo lo suficiente para abordar esta crisis silenciosa de salud mental en Costa Rica, o deberíamos exigir medidas más contundentes y recursos adicionales para apoyar a quienes sufren? ¡Den su opinión en el foro, vamos a armar un brete de ideas!
Si revisamos los datos, la diferencia es abismal. En 2020, la CCSS atendió alrededor de 97 mil casos de emergencias por trastornos mentales; para 2024, esa cifra se disparó hasta llegar a casi 140 mil. Eso representa un aumento del 44%, ¡una barbaridad! Y eso sin hablar del preocupante incremento en los casos ligados al consumo de cocaína, que ha crecido un 55% en el mismo periodo. ¿Será que estamos perdiendo el rumbo?
Pero ahí no acaba la cosa. Lo más alarmante es que la ansiedad se ha convertido en la principal causa de atención en las salas de emergencia. Más de 59 mil personas buscaron ayuda por este motivo en 2024. Eso nos dice que la presión diaria, el estrés y la incertidumbre están pasando factura a nuestra población. Epísodos depresivos, consumo de alcohol... todo esto suma a una carga pesada para el sistema de salud y, sobre todo, para quienes padecen estas condiciones.
Hablamos de cerca de 14 mil casos de episodios depresivos registrados en 2024, y casi 10 mil asistencias por consumo de alcohol. También hay que tener presente que los hospitales tuvieron que atender a más de seis mil pacientes con diagnósticos graves como esquizofrenia (cerca de 1400 casos), trastornos afectivos (más de mil) y consumo de sustancias psicoactivas (casi 900). ¡Qué panorama!
Vernor Barboza, psiquiatra de la CCSS, lo expresó claro: “La salud mental no debe vivirse en silencio ni con estigmas”. Y tiene razón. Hay que romper esa barrera que aún existe y animar a la gente a buscar ayuda profesional cuando lo necesiten. No vaya a ser que alguien se jale una torta tratando de lidiar con estos problemas solo, porque así nadie gana.
Lo preocupante, señores, es que este problema no afecta por igual a todos. Las mujeres lideran las estadísticas de atención, representando más de la mitad de los casos. También vemos una carga significativa en adultos jóvenes entre 20 y 44 años, que suman más de 68 mil consultas. Pero quizás lo más inquietante sea el aumento sostenido en adolescentes de 15 a 19 años, y el doble de casos en niños de 10 a 14 años respecto a 2020. ¡Esto nos habla de una generación entera que necesita apoyo!
¿Y qué significa todo esto? Pues que tenemos que ponernos las pilas. Fortalecer los programas de prevención y detección temprana, especialmente dirigidos a jóvenes y adolescentes, es crucial. Necesitamos más psicólogos y terapeutas disponibles en las escuelas y centros comunitarios. Promover campañas de concientización para reducir el estigma asociado a las enfermedades mentales también es fundamental. Porque, al final del día, todos somos susceptibles a sufrir alguna dificultad emocional, y merecemos recibir la ayuda necesaria.
Con tantos datos alarmantes en la mesa, me pregunto: ¿Creemos que el gobierno y la CCSS están haciendo lo suficiente para abordar esta crisis silenciosa de salud mental en Costa Rica, o deberíamos exigir medidas más contundentes y recursos adicionales para apoyar a quienes sufren? ¡Den su opinión en el foro, vamos a armar un brete de ideas!
