Maes, hay noticias que a uno simplemente le alegran el día, la semana y hasta el mes. Y esta es una de esas. Pónganle atención: Amalia Ortuño, otra vez, se coronó campeona mundial de crossfit adaptado en la categoría Seated 2. ¡Qué nivel! No estamos hablando de cualquier competencia de fin de semana; esto fue en Las Vegas, el escenario más grande de todos, con más de 250 atletas durísimos de todo el planeta. Y en la cima de todo, con la medalla de oro colgada al cuello, está una tica. Una vez más, Amalia nos demuestra que los límites son una vara mental y que el corazón y la disciplina pueden mover montañas, o en este caso, levantar una cantidad absurda de peso.
Pero para entender la magnitud de lo que hace Amalia, hay que ir más allá de la medalla. Ella misma lo dijo: hace siete años, cuando empezó en el crossfit adaptado, la vara era completamente distinta. Venía de un diagnóstico que le cambió la vida, de esos que te ponen el mundo de cabeza. Y en lugar de echarse a morir, decidió que su historia no la iba a definir una enfermedad. Decidió volver a competir. Lo que para muchos hubiera sido el final, para ella fue el punto de partida. Eso, por sí solo, ya es una victoria más grande que cualquier trofeo. Es un recordatorio de que a veces, cuando la vida te da un golpe, la mejor respuesta es levantarse y golpear de vuelta, con más fuerza.
Ahora, hablemos de los números, porque son una salvajada. Este no es su primer ni su segundo título mundial. Es el SEXTO. Seis veces ha demostrado ser la mejor del mundo en lo que hace. Seis. Lean eso de nuevo: SEIS campeonatos mundiales. Diay, es que esta mujer es una carga, punto. Ganar una vez es un logro monumental, una hazaña que requiere un sacrificio que la mayoría de nosotros ni imaginamos. Ganar seis veces es entrar en el terreno de las leyendas. Es una muestra de una consistencia y una garra que simplemente no son de este planeta. No solo domina la disciplina, sino que ha abierto la puerta para que un montón de gente más se anime, demostrando que sí se puede.
Y si creían que después de esto se iba a tomar unas merecidas vacaciones, piénsenlo de nuevo. Esta máquina no para. Amalia llega a Costa Rica este 15 de setiembre, en pleno Día de la Independencia (¡qué momento para volver!), y al día siguiente, el 16, ya empieza a entrenar de nuevo. ¿Para qué? Para el Mundial de Paraatletismo en la India a finales de mes. Uno llega de un viaje a la playa y pasa tres días recuperándose, pero Amalia llega de ser campeona mundial y al día siguiente ya está de vuelta en el brete. Es una mentalidad de élite, una dedicación que honestamente nos pone la piel de gallina y nos deja sin palabras.
Al final, la historia de Amalia Ortuño es mucho más que un titular deportivo. Es una clase magistral de resiliencia. Es la prueba viviente de que el espíritu humano, cuando está determinado, es imparable. Cada medalla que gana es un grito de guerra para todos nosotros, un recordatorio de que no importan los obstáculos, siempre se puede apuntar a lo más alto. La llegada de Amalia en una fecha tan patria se siente hasta poética, porque representa todo lo bueno de ser tico: la pura vida, sí, pero también la garra, el trabajo duro y el no rendirse jamás. ¡Qué orgullo más grande! Nos dejó a todos con una sensación a cachete. Ahora la pregunta para el foro es obligatoria: Más allá del deporte, ¿qué creen ustedes que nos enseña la historia de Amalia Ortuño sobre cómo enfrentar las varas difíciles de la vida?
Pero para entender la magnitud de lo que hace Amalia, hay que ir más allá de la medalla. Ella misma lo dijo: hace siete años, cuando empezó en el crossfit adaptado, la vara era completamente distinta. Venía de un diagnóstico que le cambió la vida, de esos que te ponen el mundo de cabeza. Y en lugar de echarse a morir, decidió que su historia no la iba a definir una enfermedad. Decidió volver a competir. Lo que para muchos hubiera sido el final, para ella fue el punto de partida. Eso, por sí solo, ya es una victoria más grande que cualquier trofeo. Es un recordatorio de que a veces, cuando la vida te da un golpe, la mejor respuesta es levantarse y golpear de vuelta, con más fuerza.
Ahora, hablemos de los números, porque son una salvajada. Este no es su primer ni su segundo título mundial. Es el SEXTO. Seis veces ha demostrado ser la mejor del mundo en lo que hace. Seis. Lean eso de nuevo: SEIS campeonatos mundiales. Diay, es que esta mujer es una carga, punto. Ganar una vez es un logro monumental, una hazaña que requiere un sacrificio que la mayoría de nosotros ni imaginamos. Ganar seis veces es entrar en el terreno de las leyendas. Es una muestra de una consistencia y una garra que simplemente no son de este planeta. No solo domina la disciplina, sino que ha abierto la puerta para que un montón de gente más se anime, demostrando que sí se puede.
Y si creían que después de esto se iba a tomar unas merecidas vacaciones, piénsenlo de nuevo. Esta máquina no para. Amalia llega a Costa Rica este 15 de setiembre, en pleno Día de la Independencia (¡qué momento para volver!), y al día siguiente, el 16, ya empieza a entrenar de nuevo. ¿Para qué? Para el Mundial de Paraatletismo en la India a finales de mes. Uno llega de un viaje a la playa y pasa tres días recuperándose, pero Amalia llega de ser campeona mundial y al día siguiente ya está de vuelta en el brete. Es una mentalidad de élite, una dedicación que honestamente nos pone la piel de gallina y nos deja sin palabras.
Al final, la historia de Amalia Ortuño es mucho más que un titular deportivo. Es una clase magistral de resiliencia. Es la prueba viviente de que el espíritu humano, cuando está determinado, es imparable. Cada medalla que gana es un grito de guerra para todos nosotros, un recordatorio de que no importan los obstáculos, siempre se puede apuntar a lo más alto. La llegada de Amalia en una fecha tan patria se siente hasta poética, porque representa todo lo bueno de ser tico: la pura vida, sí, pero también la garra, el trabajo duro y el no rendirse jamás. ¡Qué orgullo más grande! Nos dejó a todos con una sensación a cachete. Ahora la pregunta para el foro es obligatoria: Más allá del deporte, ¿qué creen ustedes que nos enseña la historia de Amalia Ortuño sobre cómo enfrentar las varas difíciles de la vida?
