Diay, maes, ¿alguien más con la sensación de que nos están viendo la cara con la vara de Taras-La Lima? Después de una espera más larga que capítulo de Dragon Ball, por fin el MOPT nos tira un hueso y abre el bendito túnel. Uno, en su inocencia, piensa: “¡Qué chiva, se acabaron las presas!”. Pero no, parece que en el ministerio son expertos en jalarse una torta monumental justo en la línea de meta. Abrieron el túnel, sí, pero el comunicado de prensa que lo anunciaba parecía más bien una lista de todo lo que todavía no han terminado. ¡Qué despiche!
Vamos a ver si entiendo, porque la lógica aquí está más enredada que unos audífonos en la bolsa. El mismo MOPT, en el mismo documento donde dice “¡Listo el pollo, pasen todos!”, se pone a detallar que todavía falta brete. Y no hablamos de un detallito de pintura. No, no. Faltan, y cito, “sistemas de iluminación, acceso a los comercios y finalización de las marginales, así como colocación de señalización vertical y horizontal”. O sea, abrieron un túnel a oscuras, sin salidas claras a los negocios y con la señalización a medio palo. Es el equivalente a que te entreguen un carro nuevo, pero sin volante y con la promesa de que “en unos meses se lo ponemos”. ¡Qué torta de comunicación y de planificación!
Y lo más cómico, si no fuera para llorar, es que no hay que ser un genio para darse cuenta. La gente que pasó por ahí apenas lo abrieron inundó las redes sociales diciendo lo obvio: “Mae, esto no está terminado”. El mismo alcalde de Cartago, Mario Redondo, ya lo había cantado, diciendo que el túnel se iba a abrir sin todos los acabados. Entonces, la pregunta del millón es: ¿para qué la prisa? ¿Era tanta la presión que prefirieron inaugurar un chunche a medio hacer? Porque una cosa es querer aliviar el tránsito, y otra muy distinta es crear un nuevo foco de accidentes por falta de luces y señales. Esa jugada se siente como querer apagar un incendio con gasolina.
Todo este asunto huele a la típica improvisación que nos tiene hasta la coronilla. Se entiende la urgencia, de verdad. Los que vivimos o pasamos por Cartago sabemos que esa presa es un infierno. Pero la solución no puede ser un “ahí se va”. La seguridad de la gente no es negociable. La excusa de “aligerar el tránsito” suena bien en el papel, pero en la práctica, entregar un proyecto así solo genera más desconfianza. El plan de una inauguración exitosa y de una obra que de verdad solucionara el problema parece que, por ahora, se fue al traste. Y lo peor es que la fecha de entrega final sigue en el aire, con un vago “en los primeros meses del 2026”. ¡Qué sal!
Al final, nos quedamos con un túnel que funciona, pero a medias. Una solución que se siente más como un parche que como una cura definitiva. Es la crónica de una inauguración anunciada, donde la cinta se corta para la foto, mientras los trabajadores siguen poniendo los tornillos a la par. Una historia que ya hemos visto demasiadas veces en este país. Maes, ahora en serio, ¿ustedes qué opinan? ¿Era mejor abrir el túnel así, a medio palo, para aliviar un poco las presas, o se hubieran esperado a que el brete estuviera 100% a cachete, aunque eso significara aguantar más la tortura del tráfico? Se los dejo para el debate.
Vamos a ver si entiendo, porque la lógica aquí está más enredada que unos audífonos en la bolsa. El mismo MOPT, en el mismo documento donde dice “¡Listo el pollo, pasen todos!”, se pone a detallar que todavía falta brete. Y no hablamos de un detallito de pintura. No, no. Faltan, y cito, “sistemas de iluminación, acceso a los comercios y finalización de las marginales, así como colocación de señalización vertical y horizontal”. O sea, abrieron un túnel a oscuras, sin salidas claras a los negocios y con la señalización a medio palo. Es el equivalente a que te entreguen un carro nuevo, pero sin volante y con la promesa de que “en unos meses se lo ponemos”. ¡Qué torta de comunicación y de planificación!
Y lo más cómico, si no fuera para llorar, es que no hay que ser un genio para darse cuenta. La gente que pasó por ahí apenas lo abrieron inundó las redes sociales diciendo lo obvio: “Mae, esto no está terminado”. El mismo alcalde de Cartago, Mario Redondo, ya lo había cantado, diciendo que el túnel se iba a abrir sin todos los acabados. Entonces, la pregunta del millón es: ¿para qué la prisa? ¿Era tanta la presión que prefirieron inaugurar un chunche a medio hacer? Porque una cosa es querer aliviar el tránsito, y otra muy distinta es crear un nuevo foco de accidentes por falta de luces y señales. Esa jugada se siente como querer apagar un incendio con gasolina.
Todo este asunto huele a la típica improvisación que nos tiene hasta la coronilla. Se entiende la urgencia, de verdad. Los que vivimos o pasamos por Cartago sabemos que esa presa es un infierno. Pero la solución no puede ser un “ahí se va”. La seguridad de la gente no es negociable. La excusa de “aligerar el tránsito” suena bien en el papel, pero en la práctica, entregar un proyecto así solo genera más desconfianza. El plan de una inauguración exitosa y de una obra que de verdad solucionara el problema parece que, por ahora, se fue al traste. Y lo peor es que la fecha de entrega final sigue en el aire, con un vago “en los primeros meses del 2026”. ¡Qué sal!
Al final, nos quedamos con un túnel que funciona, pero a medias. Una solución que se siente más como un parche que como una cura definitiva. Es la crónica de una inauguración anunciada, donde la cinta se corta para la foto, mientras los trabajadores siguen poniendo los tornillos a la par. Una historia que ya hemos visto demasiadas veces en este país. Maes, ahora en serio, ¿ustedes qué opinan? ¿Era mejor abrir el túnel así, a medio palo, para aliviar un poco las presas, o se hubieran esperado a que el brete estuviera 100% a cachete, aunque eso significara aguantar más la tortura del tráfico? Se los dejo para el debate.