Maes, en serio, ¿alguien más sintió que el cielo se nos iba a caer encima este fin de semana? Parecía que Tláloc se había tomado un six pack de más y decidió que Costa Rica necesitaba un enjuague a la fuerza. Lo que empezó como un sábado de aguacero “normal” para esta época, terminó en un despiche de proporciones considerables. La Comisión Nacional de Emergencias (CNE) ya tiró los números y la vara no está para bromas: 60 incidentes reportados a lo largo y ancho del país, con la Zona Norte, como ya es casi una triste costumbre, llevándose la peor parte. La Fortuna, Guatuso y Upala quedaron pasados por agua, y la verdad es que ya uno ni se sorprende, lo cual es lo más preocupante de todo.
Vamos al grano, porque los datos son los que mandan. El presidente de la CNE, Alejandro Picado, salió a decir lo que muchos ya sospechábamos: el principal problema fue la saturación del sistema de alcantarillado. O sea, el cuento de nunca acabar. Cae un baldazo y las cañerías simplemente colapsan, convirtiendo calles en ríos y barrios en lagunas. ¡Qué torta! No es solo que llueva mucho, es que el agua no tiene para dónde irse. Y claro, cuando se combinan suelos que ya no aguantan una gota más con la inestabilidad atmosférica que nos receta el IMN, el resultado es el que vimos: 80 viviendas afectadas y trece personas que tuvieron que salir corriendo de sus casas. Eso sin contar los sustos en el GAM, porque Goicoechea, Tibás, Alajuela y Belén también tuvieron su dosis de caos.
La consecuencia lógica de todo este desmadre fue que la CNE nos mandó a todos a guardar con una alerta amarilla para todo el territorio nacional. Picado fue clarísimo: la medida no es por jugar de intensos, sino porque los suelos están como una esponja a punto de reventar. Cualquier aguacero, por más pequeño que parezca, puede provocar un deslizamiento o una inundación en cuestión de minutos. Los comités de emergencia ya están activados y en teoría listos para el segundo round, porque los pronósticos dicen que esta semana se viene otro combo de fenómenos atmosféricos que prometen más agua. Diay, a tener el paraguas y la paciencia a mano, porque parece que la cosa va para largo.
Pero más allá del reporte y las alertas, a mí lo que me queda zumbando en la cabeza es la sensación de que estamos atrapados en un ciclo. Cada año, la misma historia: llegan las lluvias, colapsan las mismas alcantarillas, se inundan los mismos barrios y evacuamos a la misma gente. Es como ver la misma película mala una y otra vez. Nos hemos vuelto expertos en reaccionar a la emergencia, en contar damnificados y en habilitar albergues, pero seguimos jalando mecate en la prevención. ¿Cuántos de estos 60 incidentes se pudieron haber evitado con una mejor planificación urbana, con alcantarillas que no sean del tiempo de upa o simplemente con no tirar el chunche de la basura en el primer caño que vemos?
Al final, es muy fácil echarle toda la culpa a la lluvia. Pero la lluvia es solo el detonante, el que expone las debilidades que ya tenemos. Este fin de semana fue un recordatorio, uno más, de que nuestra infraestructura está al límite. Y con el cambio climático haciendo que estos eventos extremos sean cada vez más frecuentes y más intensos, la situación solo va a empeorar. Por eso les pregunto a ustedes, la gente pensante de este foro: ¿Hasta cuándo vamos a seguir poniendo curitas en una herida que necesita cirugía mayor? Más allá de estar atentos al próximo aguacero, ¿qué creen que se necesita para romper este ciclo salado de una vez por todas?
Vamos al grano, porque los datos son los que mandan. El presidente de la CNE, Alejandro Picado, salió a decir lo que muchos ya sospechábamos: el principal problema fue la saturación del sistema de alcantarillado. O sea, el cuento de nunca acabar. Cae un baldazo y las cañerías simplemente colapsan, convirtiendo calles en ríos y barrios en lagunas. ¡Qué torta! No es solo que llueva mucho, es que el agua no tiene para dónde irse. Y claro, cuando se combinan suelos que ya no aguantan una gota más con la inestabilidad atmosférica que nos receta el IMN, el resultado es el que vimos: 80 viviendas afectadas y trece personas que tuvieron que salir corriendo de sus casas. Eso sin contar los sustos en el GAM, porque Goicoechea, Tibás, Alajuela y Belén también tuvieron su dosis de caos.
La consecuencia lógica de todo este desmadre fue que la CNE nos mandó a todos a guardar con una alerta amarilla para todo el territorio nacional. Picado fue clarísimo: la medida no es por jugar de intensos, sino porque los suelos están como una esponja a punto de reventar. Cualquier aguacero, por más pequeño que parezca, puede provocar un deslizamiento o una inundación en cuestión de minutos. Los comités de emergencia ya están activados y en teoría listos para el segundo round, porque los pronósticos dicen que esta semana se viene otro combo de fenómenos atmosféricos que prometen más agua. Diay, a tener el paraguas y la paciencia a mano, porque parece que la cosa va para largo.
Pero más allá del reporte y las alertas, a mí lo que me queda zumbando en la cabeza es la sensación de que estamos atrapados en un ciclo. Cada año, la misma historia: llegan las lluvias, colapsan las mismas alcantarillas, se inundan los mismos barrios y evacuamos a la misma gente. Es como ver la misma película mala una y otra vez. Nos hemos vuelto expertos en reaccionar a la emergencia, en contar damnificados y en habilitar albergues, pero seguimos jalando mecate en la prevención. ¿Cuántos de estos 60 incidentes se pudieron haber evitado con una mejor planificación urbana, con alcantarillas que no sean del tiempo de upa o simplemente con no tirar el chunche de la basura en el primer caño que vemos?
Al final, es muy fácil echarle toda la culpa a la lluvia. Pero la lluvia es solo el detonante, el que expone las debilidades que ya tenemos. Este fin de semana fue un recordatorio, uno más, de que nuestra infraestructura está al límite. Y con el cambio climático haciendo que estos eventos extremos sean cada vez más frecuentes y más intensos, la situación solo va a empeorar. Por eso les pregunto a ustedes, la gente pensante de este foro: ¿Hasta cuándo vamos a seguir poniendo curitas en una herida que necesita cirugía mayor? Más allá de estar atentos al próximo aguacero, ¿qué creen que se necesita para romper este ciclo salado de una vez por todas?