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Forero@
Invitado
América Latina. Se ha convertido en el centro de todas las miradas, ya sea por los polémicos gobernantes de algunos de sus países y sus políticas, por su riqueza energética, sus innumerables recursos o por el apoyo que, gigantes como China y Rusia, parecen ofrecerle para que al fin logre una cierta independencia con respecto a Estados Unidos, el gigante del norte. Hoy más de moda que nunca, tras celebrarse en Madrid la VI Cumbre Internacional U.E-ALC.
Desde que la “tierra es redonda” y desde que el ser humano tiene memoria, el mundo siempre ha mantenido ciertas divisiones que han situado a unas partes u otras en mejor o peor posición estratégica, económica y de desarrollo. Así, el primer mundo ha abarcado durante siglos, y lo sigue haciendo, a los países de Europa, Asia y a Estados Unidos; mientras que América del Sur y África quedaron relegados a conformarse con el título de “tercer mundo o mundo subdesarrollado”. Algo sumamente contradictorio si tenemos en cuenta los innumerables recursos con los que cuentan los países de estos continentes y más aún, con los que contaban hace varios siglos.
Aunque las posiciones siempre han estado dictadas desde el panorama internacional, hoy parecen cambiar las cosas y hay muchos que vislumbran una transformación de dichas posiciones con el pasar de los años. Es más, sólo tenemos que fijarnos en cómo la primera potencia mundial se ha ido también pasando el testigo del poder hasta destronar al eterno Estados Unidos de su sillón para dejar paso a países como China o Rusia, potencias económicas mundiales y energéticas. Ambas potencias después de crecer y posicionarse a nivel mundial han vuelto al escenario latinoamericano y lo han hecho a modo de acercamiento y como demostración de que existen, entre políticos de allí y de allá, vínculos ideológicos entre países, además de intereses comunes, que hacen que se presenten ciertas alianzas que intimidan a Estados Unidos y preocupan a Washington.
En los últimos meses hemos asistido a citas mundiales en las que además ha quedado claro que los intereses anteriormente nombrados están a la orden del día y pueden suponer en ocasiones amenazas o peligros. De ahí que el pasado mes de abril se celebrara en Washington la Cumbre de Seguridad Nuclear con el objetivo de blindar las instalaciones atómicas y evitar sustracciones de material radiactivo por parte de grupos terroristas. Dicha Cumbre tuvo lugar, tras la firma en Praga del acuerdo de desarme atómico entre EE.UU y Rusia y ante la llegada este mes de mayo de la conferencia para revisar el Tratado de No Proliferación en Nueva York. Se trata de eventos que buscan “procurar seguridad y posicionamiento” ya que América del Norte parece estar preocupada por la complicidad que se está dando entre los países del este del planeta y los del sur de América.
Lo último, la Cumbre U.E-ALC para entablar acuerdos comerciales principalmente con los países delMERCOSUR (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) en el marco agrario. Un encuentro que no tenía lugar desde el 2004 y que acogió Madrid a mediados de mayo de 2010.
En la polarización del mundo siempre se dieron preferencias, altibajos y tradiciones. Pero las cosas cambian y pueden hacerlo a favor del que siempre perdía los partidos. Latinoamérica ha sido la tradicional derrotada pero la unipolaridad que se está aproximando designa un nuevo club de naciones formado por los países delBRIC (Brasil, Rusia, India y China), que como afirma, M.A Bastenier, periodista de El País: “pone en cuestión y en entredicho el orden mundial”. Se trata de una nueva posición dominante y un nuevo eje que no pasa por el típico “Norte-Sur”, sino que es “Sur-sur” y supone nuevas posiciones y realidades que no nos aseguran que, algún día, no se produzca lo que pocos imaginaron, que Latinoamérica se corone como “el nuevo primer mundo y la primera potencia global”. Es algo viable y lógico ya que durante mucho tiempo, muchos explotaron sus índices de crecimiento y otros muchos, se estancaron.
Los turnos cambian y se producen fluctuaciones que hacen que llegue un momento en que a los que no crecieron, o a los que no se les permitió hacerlo, se les deje echar raíces y superar sus límites. Cuando eso suceda todo dependerá de los nuevos y, entonces, sí se producirán los efectos de una revolución que, bolivariana o no, parece que anhelan muchos latinoamericanos.

Desde que la “tierra es redonda” y desde que el ser humano tiene memoria, el mundo siempre ha mantenido ciertas divisiones que han situado a unas partes u otras en mejor o peor posición estratégica, económica y de desarrollo. Así, el primer mundo ha abarcado durante siglos, y lo sigue haciendo, a los países de Europa, Asia y a Estados Unidos; mientras que América del Sur y África quedaron relegados a conformarse con el título de “tercer mundo o mundo subdesarrollado”. Algo sumamente contradictorio si tenemos en cuenta los innumerables recursos con los que cuentan los países de estos continentes y más aún, con los que contaban hace varios siglos.
Aunque las posiciones siempre han estado dictadas desde el panorama internacional, hoy parecen cambiar las cosas y hay muchos que vislumbran una transformación de dichas posiciones con el pasar de los años. Es más, sólo tenemos que fijarnos en cómo la primera potencia mundial se ha ido también pasando el testigo del poder hasta destronar al eterno Estados Unidos de su sillón para dejar paso a países como China o Rusia, potencias económicas mundiales y energéticas. Ambas potencias después de crecer y posicionarse a nivel mundial han vuelto al escenario latinoamericano y lo han hecho a modo de acercamiento y como demostración de que existen, entre políticos de allí y de allá, vínculos ideológicos entre países, además de intereses comunes, que hacen que se presenten ciertas alianzas que intimidan a Estados Unidos y preocupan a Washington.
En los últimos meses hemos asistido a citas mundiales en las que además ha quedado claro que los intereses anteriormente nombrados están a la orden del día y pueden suponer en ocasiones amenazas o peligros. De ahí que el pasado mes de abril se celebrara en Washington la Cumbre de Seguridad Nuclear con el objetivo de blindar las instalaciones atómicas y evitar sustracciones de material radiactivo por parte de grupos terroristas. Dicha Cumbre tuvo lugar, tras la firma en Praga del acuerdo de desarme atómico entre EE.UU y Rusia y ante la llegada este mes de mayo de la conferencia para revisar el Tratado de No Proliferación en Nueva York. Se trata de eventos que buscan “procurar seguridad y posicionamiento” ya que América del Norte parece estar preocupada por la complicidad que se está dando entre los países del este del planeta y los del sur de América.
Lo último, la Cumbre U.E-ALC para entablar acuerdos comerciales principalmente con los países delMERCOSUR (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) en el marco agrario. Un encuentro que no tenía lugar desde el 2004 y que acogió Madrid a mediados de mayo de 2010.
En la polarización del mundo siempre se dieron preferencias, altibajos y tradiciones. Pero las cosas cambian y pueden hacerlo a favor del que siempre perdía los partidos. Latinoamérica ha sido la tradicional derrotada pero la unipolaridad que se está aproximando designa un nuevo club de naciones formado por los países delBRIC (Brasil, Rusia, India y China), que como afirma, M.A Bastenier, periodista de El País: “pone en cuestión y en entredicho el orden mundial”. Se trata de una nueva posición dominante y un nuevo eje que no pasa por el típico “Norte-Sur”, sino que es “Sur-sur” y supone nuevas posiciones y realidades que no nos aseguran que, algún día, no se produzca lo que pocos imaginaron, que Latinoamérica se corone como “el nuevo primer mundo y la primera potencia global”. Es algo viable y lógico ya que durante mucho tiempo, muchos explotaron sus índices de crecimiento y otros muchos, se estancaron.
Los turnos cambian y se producen fluctuaciones que hacen que llegue un momento en que a los que no crecieron, o a los que no se les permitió hacerlo, se les deje echar raíces y superar sus límites. Cuando eso suceda todo dependerá de los nuevos y, entonces, sí se producirán los efectos de una revolución que, bolivariana o no, parece que anhelan muchos latinoamericanos.
