Maes, seamos honestos. Tener un carro eléctrico en Costa Rica es, la mayor parte del tiempo, una maravilla. Uno se siente en todas: no más idas a la bomba, el chunche es silencioso, se ahorra una harina y, diay, hasta se siente uno bien con el planeta. Según una encuesta que acaba de salir, el 90% de los dueños de un eléctrico volverían a comprarse uno. ¡Qué nivel! O sea, la gente está contenta, el producto funciona y la idea de no volver a oler gasolina es música para los oídos de muchos. Hasta aquí, todo suena tuanis, ¿verdad? El romance perfecto con la tecnología.
Pero como en toda relación, siempre hay un “pero”. Y el nuestro, según este estudio global, tiene que ver con salir de paseo. Apenas uno piensa en irse para Guanacaste, la Zona Sur o cualquier lugar que implique más de dos horas de manejo, a los ticos nos empieza una especie de sudor frío. La vara es que, comparados con 18 países, quedamos en el podio (un vergonzoso tercer lugar) de los más estresados por la autonomía y la carga en viajes largos. Un 94% de los encuestados aquí dice que planear un paseo en eléctrico es mucho más complicado que en un carro de combustión. El promedio mundial es del 75%. O sea, somos oficialmente un país con “ansiedad de rango”.
Y es que no es para menos, ¿quién no se ha imaginado la escena? Uno va feliz de la vida por la 27, con la familia, la tabla de surf y el perro, y de repente la batería empieza a parpadear en rojo. El plan era cargar en Orotina, pero al llegar, uno de los dos conectores está ocupado y el otro, para variar, está fuera de servicio. ¡Qué sal! Ahí se le va al traste todo el plan de llegar a ver el atardecer. Este miedo, según la encuesta, es la principal razón de nuestro estrés. La red de cargadores rápidos todavía se siente débil y la incertidumbre de si el punto de carga va a funcionar o no es un dolor de cabeza que, al parecer, nos tomamos más a pecho que en casi cualquier otro lado.
Lo más irónico es que nos vendemos como la potencia verde, el paraíso ecológico, pero en infraestructura de carga nos están ganando el mandado. Un informe de la OLADE nos pone por debajo de 13 países de Latinoamérica, ¡incluyendo a Nicaragua y Guatemala! Es un despiche que, teniendo el potencial y la gente dispuesta, la infraestructura no vaya al mismo ritmo. El problema de fondo es un enredo legal de años: un restaurante o un centro comercial puede poner un cargador para atraer clientes, pero tiene prohibido vender la electricidad. Por ley, ese brete solo lo pueden hacer las distribuidoras, y eso ha frenado un montón la inversión privada.
Por dicha, parece que algo se está moviendo en la Asamblea Legislativa. Hay un proyecto de ley, impulsado por la diputada Kattia Cambronero, que busca desenredar esta torta. La idea es simple: permitir que los privados puedan instalar, operar y vender el servicio de recarga. Además, obligaría a las distribuidoras a poner estaciones cada 80 km en rutas nacionales. Suena bien, pero ya sabemos cómo funciona la cosa en el Congreso, ¿verdad? Esperemos que no se quede durmiendo el sueño de los justos. Porque al final, de nada sirve tener el carro más moderno si para salir de la GAM hay que hacer un mapa del tesoro y encomendarse a todos los santos para encontrar un cargador que sirva.
Así que, foreros, la pregunta del millón es: para los que tienen carro eléctrico, ¿es puro drama de la encuesta o de verdad planear un viaje largo es una misión imposible? Y para los que no lo tienen, ¿es este el principal miedo que los frena a dar el salto? ¡Cuenten sus historias de terror (o de éxito) en carretera!
Pero como en toda relación, siempre hay un “pero”. Y el nuestro, según este estudio global, tiene que ver con salir de paseo. Apenas uno piensa en irse para Guanacaste, la Zona Sur o cualquier lugar que implique más de dos horas de manejo, a los ticos nos empieza una especie de sudor frío. La vara es que, comparados con 18 países, quedamos en el podio (un vergonzoso tercer lugar) de los más estresados por la autonomía y la carga en viajes largos. Un 94% de los encuestados aquí dice que planear un paseo en eléctrico es mucho más complicado que en un carro de combustión. El promedio mundial es del 75%. O sea, somos oficialmente un país con “ansiedad de rango”.
Y es que no es para menos, ¿quién no se ha imaginado la escena? Uno va feliz de la vida por la 27, con la familia, la tabla de surf y el perro, y de repente la batería empieza a parpadear en rojo. El plan era cargar en Orotina, pero al llegar, uno de los dos conectores está ocupado y el otro, para variar, está fuera de servicio. ¡Qué sal! Ahí se le va al traste todo el plan de llegar a ver el atardecer. Este miedo, según la encuesta, es la principal razón de nuestro estrés. La red de cargadores rápidos todavía se siente débil y la incertidumbre de si el punto de carga va a funcionar o no es un dolor de cabeza que, al parecer, nos tomamos más a pecho que en casi cualquier otro lado.
Lo más irónico es que nos vendemos como la potencia verde, el paraíso ecológico, pero en infraestructura de carga nos están ganando el mandado. Un informe de la OLADE nos pone por debajo de 13 países de Latinoamérica, ¡incluyendo a Nicaragua y Guatemala! Es un despiche que, teniendo el potencial y la gente dispuesta, la infraestructura no vaya al mismo ritmo. El problema de fondo es un enredo legal de años: un restaurante o un centro comercial puede poner un cargador para atraer clientes, pero tiene prohibido vender la electricidad. Por ley, ese brete solo lo pueden hacer las distribuidoras, y eso ha frenado un montón la inversión privada.
Por dicha, parece que algo se está moviendo en la Asamblea Legislativa. Hay un proyecto de ley, impulsado por la diputada Kattia Cambronero, que busca desenredar esta torta. La idea es simple: permitir que los privados puedan instalar, operar y vender el servicio de recarga. Además, obligaría a las distribuidoras a poner estaciones cada 80 km en rutas nacionales. Suena bien, pero ya sabemos cómo funciona la cosa en el Congreso, ¿verdad? Esperemos que no se quede durmiendo el sueño de los justos. Porque al final, de nada sirve tener el carro más moderno si para salir de la GAM hay que hacer un mapa del tesoro y encomendarse a todos los santos para encontrar un cargador que sirva.
Así que, foreros, la pregunta del millón es: para los que tienen carro eléctrico, ¿es puro drama de la encuesta o de verdad planear un viaje largo es una misión imposible? Y para los que no lo tienen, ¿es este el principal miedo que los frena a dar el salto? ¡Cuenten sus historias de terror (o de éxito) en carretera!
