Maes, hay varas que uno lee y de entrada piensa: “aquí alguien se está jalando una torta”. Y la noticia del día, sin duda, es esa. Resulta que con todo el brete que le están metiendo al famoso puente sobre el río Tárcoles —sí, ese donde todo el mundo para a tomarle fotos a los lagartos tamaño buseta—, al señor ministro de Ambiente, Franz Tattenbach, se le ocurrió la “brillante” idea de “remover” a los cocodrilos para que los trabajadores estén más seguros. Suena lógico, ¿verdad? Nadie quiere que un compa del MOPT termine de almuerzo. El problema, y aquí es donde empieza el despiche, es que la ciencia no opina lo mismo.
Apenas soltaron la bomba, salieron los que de verdad saben de la vara: la gente del Instituto de Conservación de Vida Silvestre (Icomvis) de la Universidad Nacional (UNA). Y mae, le pusieron un estate quieto al ministro con una elegancia y contundencia que da gusto. La académica Laura Porras lo dijo clarito, casi como para que hasta el más despistado entienda: “Reubicar cocodrilos no equivale a mover árboles”. ¡Qué nivel de frase! Básicamente, nos explicaron que esos animales son súper fieles a su chante. Usted puede agarrar un cocodrilo, montarlo en un helicóptero y dejarlo en Caño Negro, y el mae, con tiempo y paciencia, va a buscar la forma de volver a su casa en el Tárcoles. Es ineficaz, es carísimo y, peor aún, es un riesgo para la gente que tiene que hacer la maniobra y para el mismo animal.
Pero aquí viene la parte que de verdad deja al MINAE pintado en la pared. Los expertos de la UNA, que no son ningunos improvisados y llevan años monitoreando a esos reptiles, nos dieron el dato matador. ¿Saben qué hacen los cocodrilos cuando hay mucho escándalo, maquinaria pesada y gente haciendo bulla? ¡Diay, se van solos! Por puro instinto, se alejan del desorden. Y no es hablada, tienen los números para probarlo. Antes de que empezara el brete en el puente, contaban unos 12 cocodrilos asoleándose en la zona. ¿Saben cuántos quedaban la semana pasada? Cuatro. ¡CUATRO! O sea, el problema que el ministro quiere solucionar con un plan logístico carísimo se está resolviendo solito, por comportamiento natural.
Entonces, la pregunta del millón es: ¿para qué insistir? La vara es que para hacer un traslado de fauna silvestre de este calibre, se necesita una justificación técnica bien sólida, como lo pide la Ley de Conservación. Y con los datos que presenta la UNA, esa justificación se va al traste. Es más, la misma empresa a cargo de las obras ya tiene un protocolo de seguridad para proteger a su gente, que de por sí ya sabe que está trabajando sobre uno de los ríos con más cocodrilos por metro cuadrado del planeta. No es como que llegaron ayer y se sorprendieron de ver un lagarto. Los académicos de la UNA, como Iván Sandoval, simplemente recomiendan reforzar esas medidas de precaución, que es mil veces más sensato y barato.
Al final, todo este enredo huele a lo de siempre: una decisión tomada desde un escritorio, sin consultar a los que pasan metidos en el barro estudiando a los animales. CR Hoy le preguntó al MINAE y al MOPT que explicaran bien qué significa “remover” y cómo pensaban hacerlo, y la respuesta fue el clásico “la gestión sigue en trámite”. Mientras tanto, los científicos de la UNA, que son unos cargas en su campo, ya pusieron los puntos sobre las íes con datos y lógica. Esperemos que impere el sentido común y no terminen montando un circo para “solucionar” un problema que los mismos cocodrilos ya están solucionando por su cuenta.
¿Ustedes qué opinan, maes? ¿Tiene sentido gastar tiempo y plata en mover a los cocos, o es una hablada más del gobierno? ¿Deberían hacerle caso a los que de verdad saben de la vara?
Apenas soltaron la bomba, salieron los que de verdad saben de la vara: la gente del Instituto de Conservación de Vida Silvestre (Icomvis) de la Universidad Nacional (UNA). Y mae, le pusieron un estate quieto al ministro con una elegancia y contundencia que da gusto. La académica Laura Porras lo dijo clarito, casi como para que hasta el más despistado entienda: “Reubicar cocodrilos no equivale a mover árboles”. ¡Qué nivel de frase! Básicamente, nos explicaron que esos animales son súper fieles a su chante. Usted puede agarrar un cocodrilo, montarlo en un helicóptero y dejarlo en Caño Negro, y el mae, con tiempo y paciencia, va a buscar la forma de volver a su casa en el Tárcoles. Es ineficaz, es carísimo y, peor aún, es un riesgo para la gente que tiene que hacer la maniobra y para el mismo animal.
Pero aquí viene la parte que de verdad deja al MINAE pintado en la pared. Los expertos de la UNA, que no son ningunos improvisados y llevan años monitoreando a esos reptiles, nos dieron el dato matador. ¿Saben qué hacen los cocodrilos cuando hay mucho escándalo, maquinaria pesada y gente haciendo bulla? ¡Diay, se van solos! Por puro instinto, se alejan del desorden. Y no es hablada, tienen los números para probarlo. Antes de que empezara el brete en el puente, contaban unos 12 cocodrilos asoleándose en la zona. ¿Saben cuántos quedaban la semana pasada? Cuatro. ¡CUATRO! O sea, el problema que el ministro quiere solucionar con un plan logístico carísimo se está resolviendo solito, por comportamiento natural.
Entonces, la pregunta del millón es: ¿para qué insistir? La vara es que para hacer un traslado de fauna silvestre de este calibre, se necesita una justificación técnica bien sólida, como lo pide la Ley de Conservación. Y con los datos que presenta la UNA, esa justificación se va al traste. Es más, la misma empresa a cargo de las obras ya tiene un protocolo de seguridad para proteger a su gente, que de por sí ya sabe que está trabajando sobre uno de los ríos con más cocodrilos por metro cuadrado del planeta. No es como que llegaron ayer y se sorprendieron de ver un lagarto. Los académicos de la UNA, como Iván Sandoval, simplemente recomiendan reforzar esas medidas de precaución, que es mil veces más sensato y barato.
Al final, todo este enredo huele a lo de siempre: una decisión tomada desde un escritorio, sin consultar a los que pasan metidos en el barro estudiando a los animales. CR Hoy le preguntó al MINAE y al MOPT que explicaran bien qué significa “remover” y cómo pensaban hacerlo, y la respuesta fue el clásico “la gestión sigue en trámite”. Mientras tanto, los científicos de la UNA, que son unos cargas en su campo, ya pusieron los puntos sobre las íes con datos y lógica. Esperemos que impere el sentido común y no terminen montando un circo para “solucionar” un problema que los mismos cocodrilos ya están solucionando por su cuenta.
¿Ustedes qué opinan, maes? ¿Tiene sentido gastar tiempo y plata en mover a los cocos, o es una hablada más del gobierno? ¿Deberían hacerle caso a los que de verdad saben de la vara?