Maes, ¿ya vieron el despiche que se armó en el PUSC? Parece que la campaña ni ha empezado y ya los socialcristianos se están sacando los trapos sucios al sol. La vara es que Juan Carlos Hidalgo, el flamante candidato presidencial, salió con todo y le pidió a su propia bancada que, básicamente, echen a Leslye Bojorges de la fracción. Así, sin anestesia. La razón, según el comunicado que mandaron, son los “múltiples cuestionamientos legales y éticos” que tiene Bojorges encima, con el famoso “Caso Madre Patria” como la cereza envenenada del pastel. ¡Qué torta para el partido empezar así!
Y aquí es donde la cosa se pone interesante, casi de telenovela política. Hidalgo no se está jalando esta torta de la nada. El mae está usando como escudo un “compromiso ético” que, ¡qué casualidad!, acababan de firmar todos los aspirantes a diputados del partido el día anterior. O sea, el documento todavía olía a tinta fresca. Dicho compromiso establece, en buen tico, que si a un futuro diputado le cae una causa penal por un delito grave, tiene que renunciar a su curul y jalar. Hidalgo, ni lerdo ni perezoso, básicamente le dijo a su gente: “Bueno, firmamos esto ayer, ¿verdad? Apliquémoslo de una vez”. Una jugada de ajedrez en un campo minado.
Diay, uno se pone a pensar en la situación de Bojorges y, ¡qué sal! El mae está metido hasta el cuello en esa investigación penal donde figura como acusado, no como testigo ni nada por el estilo. Ese “Caso Madre Patria” ha sido un dolor de cabeza constante y ahora parece que es la excusa perfecta para que sus propios “compañeros” de partido le serruchen el piso. Ser el centro de un escándalo de ese calibre es complicado, pero que sea tu propio candidato presidencial el que pida tu cabeza en público… eso ya es otro nivel de problema. El brete de ser diputado ya es complicado, imagínense con fuego amigo de ese calibre.
Desde un punto de vista estratégico, la movida de Hidalgo tiene dos caras. Por un lado, se ve como un intento de limpiar la casa antes de que empiece la verdadera fiesta electoral. Quiere proyectar una imagen de cero tolerancia a la corrupción y de coherencia con los principios que predican. Un “aquí mandamos nosotros y se hace lo correcto”. Pero, por otro lado, esto expone una fractura interna gigantesca en el PUSC. Abrir una guerra civil a meses de las elecciones puede ser un suicidio político. Es como tratar de apagar un incendio con gasolina; puede que te deshagas del problema inicial, pero dejas todo el rancho en llamas.
Ahora, la pregunta del millón queda en el aire y rebota en las paredes de la Asamblea Legislativa. ¿Le harán caso los diputados del PUSC a su candidato? ¿O se cerrarán en banda para proteger a uno de los suyos, mandando al traste la autoridad de Hidalgo antes de que siquiera pueda pedir el primer voto? Esta situación es un termómetro perfecto para medir el poder real del candidato dentro de su propio partido. La decisión que tomen nos va a decir si el PUSC se está alineando para una batalla seria o si está a punto de implosionar.
Maes, ¿qué opinan ustedes? ¿Es esta una jugada maestra de Hidalgo para purificar el partido y empezar con fuerza, o es un error de cálculo que va a terminar partiendo la fracción en dos y debilitando sus posibilidades antes de tiempo?
Y aquí es donde la cosa se pone interesante, casi de telenovela política. Hidalgo no se está jalando esta torta de la nada. El mae está usando como escudo un “compromiso ético” que, ¡qué casualidad!, acababan de firmar todos los aspirantes a diputados del partido el día anterior. O sea, el documento todavía olía a tinta fresca. Dicho compromiso establece, en buen tico, que si a un futuro diputado le cae una causa penal por un delito grave, tiene que renunciar a su curul y jalar. Hidalgo, ni lerdo ni perezoso, básicamente le dijo a su gente: “Bueno, firmamos esto ayer, ¿verdad? Apliquémoslo de una vez”. Una jugada de ajedrez en un campo minado.
Diay, uno se pone a pensar en la situación de Bojorges y, ¡qué sal! El mae está metido hasta el cuello en esa investigación penal donde figura como acusado, no como testigo ni nada por el estilo. Ese “Caso Madre Patria” ha sido un dolor de cabeza constante y ahora parece que es la excusa perfecta para que sus propios “compañeros” de partido le serruchen el piso. Ser el centro de un escándalo de ese calibre es complicado, pero que sea tu propio candidato presidencial el que pida tu cabeza en público… eso ya es otro nivel de problema. El brete de ser diputado ya es complicado, imagínense con fuego amigo de ese calibre.
Desde un punto de vista estratégico, la movida de Hidalgo tiene dos caras. Por un lado, se ve como un intento de limpiar la casa antes de que empiece la verdadera fiesta electoral. Quiere proyectar una imagen de cero tolerancia a la corrupción y de coherencia con los principios que predican. Un “aquí mandamos nosotros y se hace lo correcto”. Pero, por otro lado, esto expone una fractura interna gigantesca en el PUSC. Abrir una guerra civil a meses de las elecciones puede ser un suicidio político. Es como tratar de apagar un incendio con gasolina; puede que te deshagas del problema inicial, pero dejas todo el rancho en llamas.
Ahora, la pregunta del millón queda en el aire y rebota en las paredes de la Asamblea Legislativa. ¿Le harán caso los diputados del PUSC a su candidato? ¿O se cerrarán en banda para proteger a uno de los suyos, mandando al traste la autoridad de Hidalgo antes de que siquiera pueda pedir el primer voto? Esta situación es un termómetro perfecto para medir el poder real del candidato dentro de su propio partido. La decisión que tomen nos va a decir si el PUSC se está alineando para una batalla seria o si está a punto de implosionar.
Maes, ¿qué opinan ustedes? ¿Es esta una jugada maestra de Hidalgo para purificar el partido y empezar con fuerza, o es un error de cálculo que va a terminar partiendo la fracción en dos y debilitando sus posibilidades antes de tiempo?
