safito
VERIFICADO
Los bebés no son rentables
Ana Istarú | [email protected]
Hace poco en Milán se hizo pública una sangrienta modalidad de enriquecimiento: una clínica privada sometía a sus pacientes, afectados de males menores, a cirugías innecesarias. Arrancaban medio pulmón a la víctima, cercenaban senos, ponían en riesgo la vida de sus clientes y llevaron a la muerte al menos a cinco. Todo por dinero. Los italianos, horrorizados. Nosotros también.
Lo paradójico del caso es que no nos horrorice que aquí en Costa Rica, según estudio realizado por La Nación, el 70% de los nacimientos en las maternidades privadas se den por cesárea, cuando lo que la Organización Mundial de la Salud considera aceptable es el 15%. Curioso, ¿no?
¿Corren más riesgos y complicaciones las mujeres que pueden costearse una clínica privada? No ofendamos la lógica. A lo que están más expuestas es a una conspiración tendiente a hacerles creer que ni son aptas para el parto natural, ni es este deseable. El médico, por afán de lucro, o incluso honestamente convencido de la superioridad de la cesárea sobre el proceso natural (!), las atemoriza, las descalifica, las hace dudar de sí mismas. Condimenta su escasa información con una serie de términos técnicos cuyo sentido y alcances no logran aprehender, tendientes a hacerles percibir el parto natural como un riesgo temerario y descabellado. Llega hasta a obligar a la pareja a firmar un documento relevándole de responsabilidad en caso de optar por tan anticuado procedimiento.
El marido por su parte, renuente a presenciar la prueba de coraje físico que significa el parto, desdeña la vagina, vía natural de acceso del bebé con la que primorosamente nos dotó natura, y prefiere que se horade con cuchilla a su mujer por otro sitio.
Así como suena. Medicada, sedada y ausente. Y la esposa accede, en una decisión inducida.
Que quede claro: la cesárea, cuando es imprescindible, salva vidas y bendita sea por ello. Pero expone a complicaciones, sangrados, infecciones, implica riesgos para el bebé, sume a la mujer en la minusvalía y la despoja de su papel protagónico. La cesárea innecesaria genera sufrimiento innecesario.
La señora Jenny Rodríguez, defensora del parto natural, pregunta a menudo consternada a las exalumnas de su curso prenatal por qué se les practicó (¡a 9 de cada 10!) una cesárea. “No dilaté”. ¿En solo dos horas? ¿O en 18? “Nunca empecé labor”. ¿Apenas en la semana 38? ¿O se dio tiempo hasta la 41?
Informémonos, si es del caso cambiemos de médico. Estamos por parir un niño, no un negocio.
http://www.nacion.com/proa/2008/julio/1 ... 04578.html
Ana Istarú | [email protected]
Hace poco en Milán se hizo pública una sangrienta modalidad de enriquecimiento: una clínica privada sometía a sus pacientes, afectados de males menores, a cirugías innecesarias. Arrancaban medio pulmón a la víctima, cercenaban senos, ponían en riesgo la vida de sus clientes y llevaron a la muerte al menos a cinco. Todo por dinero. Los italianos, horrorizados. Nosotros también.
Lo paradójico del caso es que no nos horrorice que aquí en Costa Rica, según estudio realizado por La Nación, el 70% de los nacimientos en las maternidades privadas se den por cesárea, cuando lo que la Organización Mundial de la Salud considera aceptable es el 15%. Curioso, ¿no?
¿Corren más riesgos y complicaciones las mujeres que pueden costearse una clínica privada? No ofendamos la lógica. A lo que están más expuestas es a una conspiración tendiente a hacerles creer que ni son aptas para el parto natural, ni es este deseable. El médico, por afán de lucro, o incluso honestamente convencido de la superioridad de la cesárea sobre el proceso natural (!), las atemoriza, las descalifica, las hace dudar de sí mismas. Condimenta su escasa información con una serie de términos técnicos cuyo sentido y alcances no logran aprehender, tendientes a hacerles percibir el parto natural como un riesgo temerario y descabellado. Llega hasta a obligar a la pareja a firmar un documento relevándole de responsabilidad en caso de optar por tan anticuado procedimiento.

El marido por su parte, renuente a presenciar la prueba de coraje físico que significa el parto, desdeña la vagina, vía natural de acceso del bebé con la que primorosamente nos dotó natura, y prefiere que se horade con cuchilla a su mujer por otro sitio.
Así como suena. Medicada, sedada y ausente. Y la esposa accede, en una decisión inducida.
Que quede claro: la cesárea, cuando es imprescindible, salva vidas y bendita sea por ello. Pero expone a complicaciones, sangrados, infecciones, implica riesgos para el bebé, sume a la mujer en la minusvalía y la despoja de su papel protagónico. La cesárea innecesaria genera sufrimiento innecesario.
La señora Jenny Rodríguez, defensora del parto natural, pregunta a menudo consternada a las exalumnas de su curso prenatal por qué se les practicó (¡a 9 de cada 10!) una cesárea. “No dilaté”. ¿En solo dos horas? ¿O en 18? “Nunca empecé labor”. ¿Apenas en la semana 38? ¿O se dio tiempo hasta la 41?
Informémonos, si es del caso cambiemos de médico. Estamos por parir un niño, no un negocio.
http://www.nacion.com/proa/2008/julio/1 ... 04578.html