¡Aguántense! Aquí les va la nota que está haciendo temblar a los arqueólogos y a los vecinos de Carrillos de Poás. Resulta que durante unos trabajos para ponerle un buen drenaje a una propiedad, aparecieron unas reliquias de más de dos mil años atrás. ¡Más antiguo que mi abuela! Cinco cachivaches cerámicos que nos hablan de cómo vivían nuestros ancestros mucho antes de que existiera el país.
La onda es que la dueña de la propiedá, con toda la conciencia del mundo, le avisó a las autoridades tan pronto como vio los pedazos de cerámica. No como otros que se irían con los trofeos al escondite. Gracias a eso, el Museo Nacional pudo activar un rescate arqueológico express, porque estos hallazgos así pueden desaparecer si no se actua rápido, ¡una pena sería!
Un equipo de expertos, comandado por el arqueólogo Julio César Sánchez, se movilizó al lugar. Aplicaron todas las técnicas del oficio para sacar esos cachivaches del suelo sin dañarlos ni perder ninguna pista. Imagínense el brete que es documentar todo, registrar cada detalle del dónde estaban, cómo eran… ¡Una ciencia pura, mae!
Las piezas cerámicas, que datan de entre el 300 a.C. y el 300 d.C., son una ventana al pasado prehispánico de nuestra zona. Los estudios preliminares sugieren que podrían estar relacionadas con la cultura Chiriquí, aunque todavía falta investigar a fondo. Pura neta que estas cosas te hacen pensar qué andábamos haciendo nosotros hace tanto tiempo.
Después de confirmar que no había más evidencia enterrada en el sitio, se le dio luz verde a la constructora para continuar con el proyecto del drenaje. Pero ahora, los restos cerámicos están bajo el cuidado del departamento de antropología del museo, donde serán limpiados, analizados y conservados. ¡Esperemos que les den un buen trato y no los dejen olvidados en un rincón!
Este hallazgo pone de relieve la importancia de proteger nuestro patrimonio cultural. Costa Rica está llena de sitios arqueológicos esperando ser descubiertos, pero también enfrentamos el desafío de equilibrar el desarrollo económico con la preservación de nuestra historia. A veces, el progreso amenaza con borrar rastros invaluable de nuestro pasado. Ya hemos visto casos donde la ambición inmobiliaria ha destruido yacimientos precolombinos, ¡qué torta!
La Ley de Protección del Patrimonio Cultural establece mecanismos para proteger estos sitios, pero su aplicación efectiva depende de la colaboración entre el gobierno, las comunidades locales y los inversionistas privados. Es fundamental crear conciencia sobre el valor de nuestro legado ancestral y promover prácticas de construcción responsables que minimicen el impacto sobre el patrimonio arqueológico. Buscar soluciones creativas, como incorporar los hallazgos en proyectos turísticos o educativos, podría ser una buena opción, ¿no creen?
Ahora bien, esto me lleva a preguntarle a ustedes, mis queridos lectores: ¿cree usted que el crecimiento económico justifica sacrificar parte de nuestro patrimonio arqueológico, o deberíamos priorizar la protección de nuestros antepasados, incluso si eso implica frenar algunos proyectos? Dejemos volar la pluma en los comentarios y conversemos sobre este tema que nos concierne a todos los ticos.
La onda es que la dueña de la propiedá, con toda la conciencia del mundo, le avisó a las autoridades tan pronto como vio los pedazos de cerámica. No como otros que se irían con los trofeos al escondite. Gracias a eso, el Museo Nacional pudo activar un rescate arqueológico express, porque estos hallazgos así pueden desaparecer si no se actua rápido, ¡una pena sería!
Un equipo de expertos, comandado por el arqueólogo Julio César Sánchez, se movilizó al lugar. Aplicaron todas las técnicas del oficio para sacar esos cachivaches del suelo sin dañarlos ni perder ninguna pista. Imagínense el brete que es documentar todo, registrar cada detalle del dónde estaban, cómo eran… ¡Una ciencia pura, mae!
Las piezas cerámicas, que datan de entre el 300 a.C. y el 300 d.C., son una ventana al pasado prehispánico de nuestra zona. Los estudios preliminares sugieren que podrían estar relacionadas con la cultura Chiriquí, aunque todavía falta investigar a fondo. Pura neta que estas cosas te hacen pensar qué andábamos haciendo nosotros hace tanto tiempo.
Después de confirmar que no había más evidencia enterrada en el sitio, se le dio luz verde a la constructora para continuar con el proyecto del drenaje. Pero ahora, los restos cerámicos están bajo el cuidado del departamento de antropología del museo, donde serán limpiados, analizados y conservados. ¡Esperemos que les den un buen trato y no los dejen olvidados en un rincón!
Este hallazgo pone de relieve la importancia de proteger nuestro patrimonio cultural. Costa Rica está llena de sitios arqueológicos esperando ser descubiertos, pero también enfrentamos el desafío de equilibrar el desarrollo económico con la preservación de nuestra historia. A veces, el progreso amenaza con borrar rastros invaluable de nuestro pasado. Ya hemos visto casos donde la ambición inmobiliaria ha destruido yacimientos precolombinos, ¡qué torta!
La Ley de Protección del Patrimonio Cultural establece mecanismos para proteger estos sitios, pero su aplicación efectiva depende de la colaboración entre el gobierno, las comunidades locales y los inversionistas privados. Es fundamental crear conciencia sobre el valor de nuestro legado ancestral y promover prácticas de construcción responsables que minimicen el impacto sobre el patrimonio arqueológico. Buscar soluciones creativas, como incorporar los hallazgos en proyectos turísticos o educativos, podría ser una buena opción, ¿no creen?
Ahora bien, esto me lleva a preguntarle a ustedes, mis queridos lectores: ¿cree usted que el crecimiento económico justifica sacrificar parte de nuestro patrimonio arqueológico, o deberíamos priorizar la protección de nuestros antepasados, incluso si eso implica frenar algunos proyectos? Dejemos volar la pluma en los comentarios y conversemos sobre este tema que nos concierne a todos los ticos.
