Maes, seamos honestos. ¿A quién no le ha pasado? Se mandan un café con leche con todo el amor del mundo y, a la media hora, la panza empieza a sonar como una marimba enfiestada. O se comen un cereal que promete un día lleno de energía y terminan con más gases que un dirigible. De inmediato, el autodiagnóstico es unánime: “fijo soy intolerante a la lactosa”. Y con esa excusa, mandamos a volar el Fiestón, el quesito Turrialba y hasta el helado del domingo. Pero, ¿y si les digo que la vara es mucho más compleja y que tal vez nos estamos ahogando en un vaso de leche (literalmente) sin necesidad?
Para aclarar este arroz con mango, fuimos a buscar a alguien que de verdad sabe del tema, no al gurú de TikTok de turno. Hablamos con Francisco Herrera, un nutricionista de Dos Pinos que se tomó la molestia de explicarnos el asunto con peras y manzanas. Lo primero que nos dijo es que la gente tiende a meter todo en el mismo saco, cuando en realidad hay tres broncas muy diferentes: la famosa intolerancia a la lactosa, la sensibilidad a una proteína medio desconocida y la alergia, que ya son palabras mayores. El problema es que, por no saber la diferencia, mucha gente se jala una torta y elimina los lácteos por completo, perdiéndose un montón de nutrientes importantes sin una razón médica de peso.
Vamos por partes. La intolerancia a la lactosa es la más común, la que afecta a casi todo el planeta (un 70% de los adultos, ¡qué nivel!). Diay, en sencillo, es que a nuestro cuerpo se le olvida cómo producir suficiente lactasa, que es la enzima que procesa el azúcar de la leche. Sin esa enzima, el azúcar se queda ahí haciendo fiesta en el intestino y de ahí vienen los cólicos y el concierto de gases. Pero aquí viene la buena noticia: ¡esto no significa que tenga que divorciarse de los lácteos! Según Herrera, hoy la ciencia ha avanzado tanto que existen opciones geniales como las leches deslactosadas que saben igual, nutren igual y no le declaran la guerra a su sistema digestivo. ¡Qué chiva que ya no tengamos que sufrir!
Ahora, ¿qué pasa si usted toma leche deslactosada y aún así se siente para el perro? Mae, aquí es donde la cosa se pone interesante. Puede que su problema no sea el azúcar, sino una proteína llamada A1. Algunas vaquitas la producen y a ciertas personas les genera una digestión pesada, hinchazón y malestar, pero ojo, sin ser una reacción alérgica. Es más como un “no nos llevamos bien”. Para estos casos, ya existe en el país una alternativa que es súper popular en otros lares como Australia: la leche con solo proteína A2. Es leche de vacas seleccionadas que no producen esa proteína A1 “problemática”. Es una solución súper carga para quienes creían que ya no tenían remedio y andaban resignados a su mala suerte.
Finalmente, está el escenario más serio: la alergia a la proteína de la leche de vaca. Esto no es un juego, y es más común en güilas. Aquí no hay quite, su sistema inmune se pone en modo ataque y la reacción puede ir desde una simple urticaria hasta una anafilaxia, que es una emergencia médica. En este caso, la recomendación es cero lácteos, sin excepciones y siempre bajo supervisión de un doctor. Lo tuanis es que, para cada uno de estos escenarios, el mercado tico ya se puso las pilas. Tenemos de todo: deslactosadas, con proteína A2, quesos bajos en lactosa... El punto, como bien concluyó Herrera, es educarse. Dejar de adivinar y entender qué es lo que de verdad le pasa a su cuerpo. Porque al final, comer bien no debería ser una tortura.
Y ahora la pregunta del millón para el foro: ¿Ustedes en qué equipo están? ¿Son del team "panza de acero" que se manda un galón de leche sin broncas, o ya descubrieron que algún chunche de estos les caía mal? ¡Cuenten sus historias de terror (o de éxito) con los lácteos!
Para aclarar este arroz con mango, fuimos a buscar a alguien que de verdad sabe del tema, no al gurú de TikTok de turno. Hablamos con Francisco Herrera, un nutricionista de Dos Pinos que se tomó la molestia de explicarnos el asunto con peras y manzanas. Lo primero que nos dijo es que la gente tiende a meter todo en el mismo saco, cuando en realidad hay tres broncas muy diferentes: la famosa intolerancia a la lactosa, la sensibilidad a una proteína medio desconocida y la alergia, que ya son palabras mayores. El problema es que, por no saber la diferencia, mucha gente se jala una torta y elimina los lácteos por completo, perdiéndose un montón de nutrientes importantes sin una razón médica de peso.
Vamos por partes. La intolerancia a la lactosa es la más común, la que afecta a casi todo el planeta (un 70% de los adultos, ¡qué nivel!). Diay, en sencillo, es que a nuestro cuerpo se le olvida cómo producir suficiente lactasa, que es la enzima que procesa el azúcar de la leche. Sin esa enzima, el azúcar se queda ahí haciendo fiesta en el intestino y de ahí vienen los cólicos y el concierto de gases. Pero aquí viene la buena noticia: ¡esto no significa que tenga que divorciarse de los lácteos! Según Herrera, hoy la ciencia ha avanzado tanto que existen opciones geniales como las leches deslactosadas que saben igual, nutren igual y no le declaran la guerra a su sistema digestivo. ¡Qué chiva que ya no tengamos que sufrir!
Ahora, ¿qué pasa si usted toma leche deslactosada y aún así se siente para el perro? Mae, aquí es donde la cosa se pone interesante. Puede que su problema no sea el azúcar, sino una proteína llamada A1. Algunas vaquitas la producen y a ciertas personas les genera una digestión pesada, hinchazón y malestar, pero ojo, sin ser una reacción alérgica. Es más como un “no nos llevamos bien”. Para estos casos, ya existe en el país una alternativa que es súper popular en otros lares como Australia: la leche con solo proteína A2. Es leche de vacas seleccionadas que no producen esa proteína A1 “problemática”. Es una solución súper carga para quienes creían que ya no tenían remedio y andaban resignados a su mala suerte.
Finalmente, está el escenario más serio: la alergia a la proteína de la leche de vaca. Esto no es un juego, y es más común en güilas. Aquí no hay quite, su sistema inmune se pone en modo ataque y la reacción puede ir desde una simple urticaria hasta una anafilaxia, que es una emergencia médica. En este caso, la recomendación es cero lácteos, sin excepciones y siempre bajo supervisión de un doctor. Lo tuanis es que, para cada uno de estos escenarios, el mercado tico ya se puso las pilas. Tenemos de todo: deslactosadas, con proteína A2, quesos bajos en lactosa... El punto, como bien concluyó Herrera, es educarse. Dejar de adivinar y entender qué es lo que de verdad le pasa a su cuerpo. Porque al final, comer bien no debería ser una tortura.
Y ahora la pregunta del millón para el foro: ¿Ustedes en qué equipo están? ¿Son del team "panza de acero" que se manda un galón de leche sin broncas, o ya descubrieron que algún chunche de estos les caía mal? ¡Cuenten sus historias de terror (o de éxito) con los lácteos!
. Pero ahora con eso de la proteína A1 y A2, uno se da cuenta de que la vara es más enredada de lo que parece. ¡Cuánta gente anda sufriendo sin saber qué le pasa! Al final, lo que dice el nutricionista tiene toda la razón: no se trata de eliminar por miedo, sino de entender qué es lo que el cuerpo está pidiendo. Porque vivir sin queso… eso sí sería una tragedia nacional. 
