Alguien famoso dijo que la teoría conspirativa es la sofisticación del ignorante; pero la paranoia si es un desorden psicológico, el paranoico tiende a interpretar las acciones de otros como amenazadoras. Cuando ambas condiciones se juntan nos convertimos en conspiranoicos entonces todo aquello que nos cuenten como “oficialmente” es falso por defecto y sin albergar la menor duda. Cualquier información o argumento que entre en conflicto con la visión conspiranoica de la realidad (por mas comprobada que este) es fruto de una conspiración global de una elite social que pretende engañarnos y dominarnos. Todos los conspiranoicos tienen un perfil parecido y siempre existirán y aunque la familia Rochtschild ya no existe ni su capital, para el conspiranoico de hoy igual que al de tres generaciones atrás, esa familia judía de banqueros controla el mundo, por eso la biblia del conspiranoico son: “Los Protocolos de los Sabios de Sion”, porque la paranoia se convierte en un dulce consuelo que sustituye la religión proporcionado un sentido de la existencia aunque sea absurdo, para ellos los conduce por la vida achacándole todos los males y catastotrofes a una inteligencia superior maligna: a un grupo de masones o cualquier otra sociedad “secreta”. Así se consuela el conspiranoico porque piensa que lo que ocurre es “lógico” y tiene un propósito malvado.
Nuestro cerebro fue diseñado por la evolución para extraer sentido de las cosas, para crear leyes del caos y la anarquía de la naturaleza, y abomina el “vacio lógico”,
La vida causal o casual y las ideologías pueden ser a veces hasta contradictorias; ante un drama humano cuesta mucho contemplar la muerte de un ser querido, o grupos de personas como un resultado del azar de la naturaleza. No se sabe si la conpiranoia es parte un mecanismo de defensa del inconsciente, el caso es que la conspiranoia retuerce la realidad y culpa a algún fabricante de medicamentos, o las fabricas que contaminan el aire, o algún traficante de órganos humanos o las organizaciones secretas que esparcen bacterias para después vender los antídotos (como dicen que hace NORTON) y por supuesto los banqueros y sus ganancias y los militares que quieren reducir la población para controlarla; la lista de causas es interminable y de generación en generación aprecen otras como el sonado “calentamiento Global”
Cuando hay terremotos y una cadena de huracanes o tornados, tsunamis esto se debe al calentamiento global. Culpar a las grandes industrias y las sociedades secretas por la tragedia humana consuela a los sobrevivientes, asi nos convertimos en heroes de alguna guerra no declarada, en marties de alguna casa misteriosa, y si de paso
podemos acharcarle a nuestra “mala suerte”, al enemigo de nuestra “predilección” justificaremos nuestro odio y nuestro sentido de la vida.
Nuestro cerebro fue diseñado por la evolución para extraer sentido de las cosas, para crear leyes del caos y la anarquía de la naturaleza, y abomina el “vacio lógico”,
La vida causal o casual y las ideologías pueden ser a veces hasta contradictorias; ante un drama humano cuesta mucho contemplar la muerte de un ser querido, o grupos de personas como un resultado del azar de la naturaleza. No se sabe si la conpiranoia es parte un mecanismo de defensa del inconsciente, el caso es que la conspiranoia retuerce la realidad y culpa a algún fabricante de medicamentos, o las fabricas que contaminan el aire, o algún traficante de órganos humanos o las organizaciones secretas que esparcen bacterias para después vender los antídotos (como dicen que hace NORTON) y por supuesto los banqueros y sus ganancias y los militares que quieren reducir la población para controlarla; la lista de causas es interminable y de generación en generación aprecen otras como el sonado “calentamiento Global”
Cuando hay terremotos y una cadena de huracanes o tornados, tsunamis esto se debe al calentamiento global. Culpar a las grandes industrias y las sociedades secretas por la tragedia humana consuela a los sobrevivientes, asi nos convertimos en heroes de alguna guerra no declarada, en marties de alguna casa misteriosa, y si de paso
podemos acharcarle a nuestra “mala suerte”, al enemigo de nuestra “predilección” justificaremos nuestro odio y nuestro sentido de la vida.