¡Ay, Dios mío! La cosa se puso fea, muy fea. Melissa, ese huracán que parecía sacado de película de terror, le pegó duro al Caribe, dejando un reguero de destrucción y más de treinta personas fallecidas. Más que nada en Haití, imagínate la bronca que estarán viviendo allá… Qué torta!
Según nos dicen, Melissa fue el huracán más potente en décadas, superando incluso a Katrina, ese que arrasó Nueva Orleans hace años. Llegó a Cuba con vientos de locura, cerca de 300 kilómetros por hora, ¡una chimba! Los cubanos, que ya andan aguantando una crisis económica, encima tienen que lidiar con esto. Pobre gente, qué palo.
Jamaica también recibió el golpe con fuerza. El premier Andrew Holness tuvo que declarar zona de desastre, porque, según cuentan, la destrucción es de niveles que nunca antes habían visto. Imagínatelo, calles inundadas, casas destruidas… Diay, da pena ver eso por televisión. Hasta Reino Unido se ofreció a mandar vuelos para ayudar a los ciudadanos británicos varados ahí. Bien ahí, siempre hay gente solidaria.
En Santiago de Cuba, la cosa estuvo crítica. Mariela Reyes, una señora de 55 años, vio cómo se le volaba el techo de la casa – literalmente – y terminaba aterrizando en la calle de enfrente. “No es fácil perder todo lo que uno tiene,” comentó ella, visiblemente afectada. Pero la gente, como bien sabemos, se pone pa’ delante. Vecinos salieron machete en mano a limpiar los escombros, liberando las calles. ¡Qué maquina!
Las autoridades evacuaron a unas 735,000 personas, principalmente de las provincias de Santiago de Cuba, Holguín y Guantánamo. Se dice que algunos murieron protegiendo sus casas, tratando de asegurar lo poco que tenían. Eso sí da que pensar, ¿no? Cuando la necesidad apremia, la gente hace cosas increíbles, aunque a veces con consecuencias terribles.
Ahora, el huracán se va dirigiendo hacia Bermudas, pero debilitado, como categoría uno. Los expertos dicen que el cambio climático está haciendo que estas tormentas sean cada vez más fuertes y frecuentes. Ya saben, la calentamiento global no es un juego. Hay que cuidarle al planeta si no queremos que nos llevemos puras chinacas en el futuro. Es un brete enfrentar estos fenómenos naturales, pero hay que estar preparados.
Desde Washington, muchos hablan sobre la importancia de invertir en infraestructura resiliente y sistemas de alerta temprana. Claro, pero entre tanto papeleo y promesas, la gente en las zonas afectadas necesita ayuda YA. Y hablando de ayuda, el gobierno debería revisar a fondo nuestros planes de contingencia aquí en Costa Rica. ¿Estamos realmente listos para recibir un huracán de esta magnitud? ¿Tenemos suficientes refugios seguros y recursos médicos?
Después de ver la devastación causada por Melissa, me pregunto: ¿Qué medidas concretas podemos tomar como sociedad costarricense para mejorar nuestra preparación ante futuros huracanes y garantizar la seguridad de nuestras comunidades, y cuáles son las responsabilidades específicas del gobierno en este proceso?
Según nos dicen, Melissa fue el huracán más potente en décadas, superando incluso a Katrina, ese que arrasó Nueva Orleans hace años. Llegó a Cuba con vientos de locura, cerca de 300 kilómetros por hora, ¡una chimba! Los cubanos, que ya andan aguantando una crisis económica, encima tienen que lidiar con esto. Pobre gente, qué palo.
Jamaica también recibió el golpe con fuerza. El premier Andrew Holness tuvo que declarar zona de desastre, porque, según cuentan, la destrucción es de niveles que nunca antes habían visto. Imagínatelo, calles inundadas, casas destruidas… Diay, da pena ver eso por televisión. Hasta Reino Unido se ofreció a mandar vuelos para ayudar a los ciudadanos británicos varados ahí. Bien ahí, siempre hay gente solidaria.
En Santiago de Cuba, la cosa estuvo crítica. Mariela Reyes, una señora de 55 años, vio cómo se le volaba el techo de la casa – literalmente – y terminaba aterrizando en la calle de enfrente. “No es fácil perder todo lo que uno tiene,” comentó ella, visiblemente afectada. Pero la gente, como bien sabemos, se pone pa’ delante. Vecinos salieron machete en mano a limpiar los escombros, liberando las calles. ¡Qué maquina!
Las autoridades evacuaron a unas 735,000 personas, principalmente de las provincias de Santiago de Cuba, Holguín y Guantánamo. Se dice que algunos murieron protegiendo sus casas, tratando de asegurar lo poco que tenían. Eso sí da que pensar, ¿no? Cuando la necesidad apremia, la gente hace cosas increíbles, aunque a veces con consecuencias terribles.
Ahora, el huracán se va dirigiendo hacia Bermudas, pero debilitado, como categoría uno. Los expertos dicen que el cambio climático está haciendo que estas tormentas sean cada vez más fuertes y frecuentes. Ya saben, la calentamiento global no es un juego. Hay que cuidarle al planeta si no queremos que nos llevemos puras chinacas en el futuro. Es un brete enfrentar estos fenómenos naturales, pero hay que estar preparados.
Desde Washington, muchos hablan sobre la importancia de invertir en infraestructura resiliente y sistemas de alerta temprana. Claro, pero entre tanto papeleo y promesas, la gente en las zonas afectadas necesita ayuda YA. Y hablando de ayuda, el gobierno debería revisar a fondo nuestros planes de contingencia aquí en Costa Rica. ¿Estamos realmente listos para recibir un huracán de esta magnitud? ¿Tenemos suficientes refugios seguros y recursos médicos?
Después de ver la devastación causada por Melissa, me pregunto: ¿Qué medidas concretas podemos tomar como sociedad costarricense para mejorar nuestra preparación ante futuros huracanes y garantizar la seguridad de nuestras comunidades, y cuáles son las responsabilidades específicas del gobierno en este proceso?