Maes, a veces uno piensa que en el mundo corporativo de los meros meros todo es seriedad, Excel y reuniones aburridísimas. Pero de vez en cuando, la vida real se cuela por las ventanas de cristal y nos regala un novelón digno de las dos de la tarde. Y esta vez, el protagonista es nada más y nada menos que el ahora ex-jefe de Nestlé, los mismos del Kit Kat que uno se come en el cine y el Nespresso que nos salva las mañanas. ¡Qué torta se jaló el mae! Laurent Freixe, que apenas llevaba un año en el trono de la compañía, fue despedido de una patada por no haber avisado que andaba en un enredo romántico con una subalterna directa. Así como lo leen: se fue al traste por un amorío que no reportó.
Ahora, el despiche no fue tanto el romance en sí (aunque ya eso da para hablar), sino el hecho de que se lo guardó. La vara es que en estas mega corporaciones, una relación con alguien que te reporta directamente es un conflicto de intereses del tamaño del Irazú. ¿Por qué? Porque abre la puerta a favoritismos, decisiones sesgadas y un ambiente de trabajo terrible para el resto del equipo. Según se supo, alguien no se quedó callado y "cantó" todo a través del canal de denuncias interno de la empresa. Apenas se supo la movida, los peces gordos de Nestlé, incluyendo al presidente Paul Bulcke y al consejero Pablo Isla, montaron una investigación con asesores externos y ¡zas! Puerta para Freixe, de forma inmediata.
Y para que vean que la cosa iba en serio, la compañía ya dejó clarísimo que el señor Freixe se va con las manos vacías. Cero indemnización, cero "gracias por sus casi 40 años de servicio", cero paracaídas de oro. Nada. Un mensaje contundente de que con ciertas reglas no se juega. El presidente Bulcke salió a dar la cara con el típico discurso corporativo de que "los valores son pilares" y que "esta fue una decisión necesaria", mientras anunciaba que ya tienen sustituto, un mae llamado Philipp Navratil que lleva rato en el brete. Básicamente, el mensaje es: "tranquilos todos, aquí no ha pasado nada, el negocio sigue igual". Pero la mancha en la reputación, esa no se quita tan fácil.
Lo más interesante es que esta no es la primera vez que un pez gordo de una multinacional cae por un tema así. Parece que el poder y las relaciones secretas son una combinación más común de lo que uno cree. ¿Se acuerdan del jefe de la petrolera BP, Bernard Looney? Renunció porque admitió que no fue "totalmente transparente" sobre sus relaciones pasadas. Pero el caso que se lleva el premio al culebrón es el de Steve Easterbrook, el ex-CEO de McDonald's. Lo despidieron en 2019 por una relación consensuada, pero la investigación luego destapó que el mae tenía TRES amoríos más con empleadas. Lo increíble es que al principio le dieron una liquidación de $105 millones, ¡pero tuvo que devolverla toda cuando se supo el despiche completo! ¡Qué sal! Al final, hasta le cayó una multa millonaria por engañar a los inversionistas.
Al final, esta vara de Nestlé nos deja pensando en el filo de la navaja en que se mueven los altos ejecutivos. Por un lado, está el derecho a la vida privada. Por otro, está la responsabilidad de ser la cara de una empresa gigantesca y de mantener un ambiente laboral justo y transparente. La línea es delgadísima y, como vimos, cruzarla te puede costar el brete de tus sueños y una humillación pública. Estos casos demuestran que, en la era del #MeToo y de la transparencia radical, las viejas prácticas de "lo que pasa en la oficina, se queda en la oficina" ya no aplican, especialmente para los que están en la cima de la pirámide.
Diay, maes, ¿ustedes qué piensan de todo este enredo? ¿Son estas reglas corporativas demasiado tiesas y una invasión a la privacidad, o son un mal necesario para evitar que los que están arriba abusen de su poder? ¿Dónde se pinta la raya entre la vida personal y el brete, sobre todo cuando hay tanto en juego? ¡Los leo en los comentarios!
Ahora, el despiche no fue tanto el romance en sí (aunque ya eso da para hablar), sino el hecho de que se lo guardó. La vara es que en estas mega corporaciones, una relación con alguien que te reporta directamente es un conflicto de intereses del tamaño del Irazú. ¿Por qué? Porque abre la puerta a favoritismos, decisiones sesgadas y un ambiente de trabajo terrible para el resto del equipo. Según se supo, alguien no se quedó callado y "cantó" todo a través del canal de denuncias interno de la empresa. Apenas se supo la movida, los peces gordos de Nestlé, incluyendo al presidente Paul Bulcke y al consejero Pablo Isla, montaron una investigación con asesores externos y ¡zas! Puerta para Freixe, de forma inmediata.
Y para que vean que la cosa iba en serio, la compañía ya dejó clarísimo que el señor Freixe se va con las manos vacías. Cero indemnización, cero "gracias por sus casi 40 años de servicio", cero paracaídas de oro. Nada. Un mensaje contundente de que con ciertas reglas no se juega. El presidente Bulcke salió a dar la cara con el típico discurso corporativo de que "los valores son pilares" y que "esta fue una decisión necesaria", mientras anunciaba que ya tienen sustituto, un mae llamado Philipp Navratil que lleva rato en el brete. Básicamente, el mensaje es: "tranquilos todos, aquí no ha pasado nada, el negocio sigue igual". Pero la mancha en la reputación, esa no se quita tan fácil.
Lo más interesante es que esta no es la primera vez que un pez gordo de una multinacional cae por un tema así. Parece que el poder y las relaciones secretas son una combinación más común de lo que uno cree. ¿Se acuerdan del jefe de la petrolera BP, Bernard Looney? Renunció porque admitió que no fue "totalmente transparente" sobre sus relaciones pasadas. Pero el caso que se lleva el premio al culebrón es el de Steve Easterbrook, el ex-CEO de McDonald's. Lo despidieron en 2019 por una relación consensuada, pero la investigación luego destapó que el mae tenía TRES amoríos más con empleadas. Lo increíble es que al principio le dieron una liquidación de $105 millones, ¡pero tuvo que devolverla toda cuando se supo el despiche completo! ¡Qué sal! Al final, hasta le cayó una multa millonaria por engañar a los inversionistas.
Al final, esta vara de Nestlé nos deja pensando en el filo de la navaja en que se mueven los altos ejecutivos. Por un lado, está el derecho a la vida privada. Por otro, está la responsabilidad de ser la cara de una empresa gigantesca y de mantener un ambiente laboral justo y transparente. La línea es delgadísima y, como vimos, cruzarla te puede costar el brete de tus sueños y una humillación pública. Estos casos demuestran que, en la era del #MeToo y de la transparencia radical, las viejas prácticas de "lo que pasa en la oficina, se queda en la oficina" ya no aplican, especialmente para los que están en la cima de la pirámide.
Diay, maes, ¿ustedes qué piensan de todo este enredo? ¿Son estas reglas corporativas demasiado tiesas y una invasión a la privacidad, o son un mal necesario para evitar que los que están arriba abusen de su poder? ¿Dónde se pinta la raya entre la vida personal y el brete, sobre todo cuando hay tanto en juego? ¡Los leo en los comentarios!
