¡Ay, Dios mío! Aquí seguimos batallando con la cebolla, mi gente. Parece mentira que un alimento tan básico como este siga generando tanto drama. Las productoras de cebolla, hartas de la situación, han ido directo a los chorros del agua, proponiendo contratos directos con los supermercados para evitar tanta “torta” con los precios y el abastecimiento.
La cosa es que, según explican desde el sector, los supermercados siguen prefiriendo importar cebollas, dejando a los campesinos con las manos vacías. César Gómez, el representante legal de estos luchadores agrícolas, no se anda con rodeos: “Estamos ante un conflicto donde los productores nacionales tenemos la capacidad de ofrecer calidad, calibre y abastecimiento, pero no se nos da la oportunidad de vender directamente”. ¡Uf, qué bronca!
Y ni hablar del etiquetado, ¡qué desastre! Han denunciado que hay información crucial faltando en las etiquetas de las cebollas importadas, como el calibre, la clasificación de calidad y la fecha de caducidad. La cadena de supermercados reconoció algunas fallas, pero parece que solo pusieron parche pa’ calmar aguas. Incluyeron el país de origen y el precio, pero eso no es suficiente, dicen los productores. ¡Un poquito de transparencia, porfa!
Ahora, estas agrupaciones agrícolas no andan jugando: se comprometen a mantener un nivel de servicio superior al 95%, invirtiendo en tecnología de punta para el secado, riego y clasificación. Se nota que le están poniendo toda la carne al asador para demostrar que la cebolla nacional puede competir con cualquiera, ¡y con creces!
Pero la responsabilidad no recae únicamente en los supermercados. Los productores también hacen un llamado a todo el mundo. A las cadenas comerciales, les piden que respeten la norma técnica y hagan bien el etiquetado; al gobierno, exigen una fiscalización más efectiva de las importaciones y que se cumplan las leyes; y a nosotros, los consumidores, nos animan a exigir transparencia y a darle preferencia a la cebolla nacional. ¡Que si podemos, mael!
Esto me recuerda a otras situaciones similares que hemos vivido en Costa Rica. Siempre terminamos dependiendo de productos extranjeros cuando tenemos la capacidad de producir cosas increíbles aquí mismo. Es hora de valorar nuestros recursos y apoyar a quienes trabajan duro para sacarlos adelante. Es un brete buscar alternativas y empoderar a nuestros productores.
Además, la debilidad en el control sanitario y fitosanitario abre la puerta a productos de baja calidad, incluso adulterados, que llegan a nuestras mesas. Tenemos que estar muy atentos a esto. No es solo cuestión de precio, sino de salud pública. Poca a poco estamos entendiendo la importancia de consumir alimentos frescos y de origen conocido, y eso implica apoyar a nuestros agricultores locales. ¡Por fin se empieza a ver la luz al final del túnel!
Entonces, mi querido lector, dígame usted: ¿Cree que finalmente vamos a empezar a priorizar la producción nacional y apoyar a nuestros agricultores? ¿O seguiremos siendo presa fácil de los intereses de unos pocos que buscan lucrar a costa de nuestro patrimonio alimentario?
La cosa es que, según explican desde el sector, los supermercados siguen prefiriendo importar cebollas, dejando a los campesinos con las manos vacías. César Gómez, el representante legal de estos luchadores agrícolas, no se anda con rodeos: “Estamos ante un conflicto donde los productores nacionales tenemos la capacidad de ofrecer calidad, calibre y abastecimiento, pero no se nos da la oportunidad de vender directamente”. ¡Uf, qué bronca!
Y ni hablar del etiquetado, ¡qué desastre! Han denunciado que hay información crucial faltando en las etiquetas de las cebollas importadas, como el calibre, la clasificación de calidad y la fecha de caducidad. La cadena de supermercados reconoció algunas fallas, pero parece que solo pusieron parche pa’ calmar aguas. Incluyeron el país de origen y el precio, pero eso no es suficiente, dicen los productores. ¡Un poquito de transparencia, porfa!
Ahora, estas agrupaciones agrícolas no andan jugando: se comprometen a mantener un nivel de servicio superior al 95%, invirtiendo en tecnología de punta para el secado, riego y clasificación. Se nota que le están poniendo toda la carne al asador para demostrar que la cebolla nacional puede competir con cualquiera, ¡y con creces!
Pero la responsabilidad no recae únicamente en los supermercados. Los productores también hacen un llamado a todo el mundo. A las cadenas comerciales, les piden que respeten la norma técnica y hagan bien el etiquetado; al gobierno, exigen una fiscalización más efectiva de las importaciones y que se cumplan las leyes; y a nosotros, los consumidores, nos animan a exigir transparencia y a darle preferencia a la cebolla nacional. ¡Que si podemos, mael!
Esto me recuerda a otras situaciones similares que hemos vivido en Costa Rica. Siempre terminamos dependiendo de productos extranjeros cuando tenemos la capacidad de producir cosas increíbles aquí mismo. Es hora de valorar nuestros recursos y apoyar a quienes trabajan duro para sacarlos adelante. Es un brete buscar alternativas y empoderar a nuestros productores.
Además, la debilidad en el control sanitario y fitosanitario abre la puerta a productos de baja calidad, incluso adulterados, que llegan a nuestras mesas. Tenemos que estar muy atentos a esto. No es solo cuestión de precio, sino de salud pública. Poca a poco estamos entendiendo la importancia de consumir alimentos frescos y de origen conocido, y eso implica apoyar a nuestros agricultores locales. ¡Por fin se empieza a ver la luz al final del túnel!
Entonces, mi querido lector, dígame usted: ¿Cree que finalmente vamos a empezar a priorizar la producción nacional y apoyar a nuestros agricultores? ¿O seguiremos siendo presa fácil de los intereses de unos pocos que buscan lucrar a costa de nuestro patrimonio alimentario?
