Maes, hay noticias que uno lee con el café de la mañana y casi se le atraganta. Hoy me pasó con una entrevista que le hicieron a Francisco Santos, un mae que fue vicepresidente de Colombia en la época más dura de la guerra contra el narco. Y diay, el tipo no se anduvo por las ramas: básicamente nos dijo que Costa Rica va directo por el mismo tobogán que se tiró Ecuador hace diez años, y que si no frenamos en seco, el aterrizaje va a ser un despiche de proporciones épicas.
La vara es que Santos ve el panorama tico y es como si estuviera viendo una película repetida. Dice que todo lo que pasó en Colombia, tarde o temprano, nos llega. Y los síntomas, según él, ya están por todo lado y son imposibles de ignorar. Habla de los asesinatos en pleno San José que ya ni nos sorprenden, de la "narcopolítica" que se empieza a susurrar en los pasillos del poder y de las empresas de logística que de la noche a la mañana tienen más plata que la Liga y Saprissa juntos. Su punto es claro y da miedo: lo que estamos viendo ahora no es el problema, es apenas la carátula.
El mae le pone el dedo en la llaga a un tema que todos intuimos pero que pocos se atreven a decir en voz alta: la infiltración. Cuando empezamos a ver candidatos con financiamiento dudoso, o a un fiscal, o a un magistrado "salpicado" por alguna conexión extraña, no es mala suerte. Es una estrategia. Es la prueba de que el crimen organizado ya no está tocando la puerta para que le abran; ya se metió a la casa, se sirvió café y está viendo a ver qué se roba. Y ni hablar de los puertos. El ejemplo de Guayaquil es brutal: se convirtió en un infierno porque por ahí sale la droga. Si dejamos que Limón y Caldera sigan siendo un colador, estamos firmando nuestra propia sentencia.
Lo más frustrante es que el tipo también da la receta, y no es ciencia de cohetes. Dice que si no se fortalece la inteligencia financiera para seguir la plata, si no se aplica la extinción de dominio para quitarles los bienes mal habidos a esta gente, y si no se blinda a los jueces y fiscales que sí tienen el valor de enfrentarlos, el país se va al traste. Y recuperarlo después es casi imposible. Me mató la analogía que usó: dice que los cárteles mexicanos ahora funcionan como un "Amazon de la coca", una multinacional sofisticada que controla la cadena de producción y distribución. Y la mala noticia es que Costa Rica ya no es solo un punto de paso, ya aparecemos en su mapa de operaciones como una sucursal más.
Al final, todo se resume en una advertencia que suena a súplica. Colombia ya se jaló esa torta gigantesca durante décadas, pagando con miles de vidas y con la estabilidad de su democracia. Tuvieron que ver cómo el narco les capturaba territorios enteros y les ponía presidentes. Lo que nos dice Santos es que tenemos esa experiencia ajena para aprender, para no cometer los mismos errores. Porque si el país no se despierta, pero ya, la amenaza del narco no va a ser "un problema más", va a ser *EL* problema que defina nuestro futuro, uno lleno de violencia y caos.
Maes, más allá del susto, ¿de verdad creen que estamos a tiempo? ¿O ya esta vara se nos salió de las manos y solo estamos viendo el inicio del despiche?
La vara es que Santos ve el panorama tico y es como si estuviera viendo una película repetida. Dice que todo lo que pasó en Colombia, tarde o temprano, nos llega. Y los síntomas, según él, ya están por todo lado y son imposibles de ignorar. Habla de los asesinatos en pleno San José que ya ni nos sorprenden, de la "narcopolítica" que se empieza a susurrar en los pasillos del poder y de las empresas de logística que de la noche a la mañana tienen más plata que la Liga y Saprissa juntos. Su punto es claro y da miedo: lo que estamos viendo ahora no es el problema, es apenas la carátula.
El mae le pone el dedo en la llaga a un tema que todos intuimos pero que pocos se atreven a decir en voz alta: la infiltración. Cuando empezamos a ver candidatos con financiamiento dudoso, o a un fiscal, o a un magistrado "salpicado" por alguna conexión extraña, no es mala suerte. Es una estrategia. Es la prueba de que el crimen organizado ya no está tocando la puerta para que le abran; ya se metió a la casa, se sirvió café y está viendo a ver qué se roba. Y ni hablar de los puertos. El ejemplo de Guayaquil es brutal: se convirtió en un infierno porque por ahí sale la droga. Si dejamos que Limón y Caldera sigan siendo un colador, estamos firmando nuestra propia sentencia.
Lo más frustrante es que el tipo también da la receta, y no es ciencia de cohetes. Dice que si no se fortalece la inteligencia financiera para seguir la plata, si no se aplica la extinción de dominio para quitarles los bienes mal habidos a esta gente, y si no se blinda a los jueces y fiscales que sí tienen el valor de enfrentarlos, el país se va al traste. Y recuperarlo después es casi imposible. Me mató la analogía que usó: dice que los cárteles mexicanos ahora funcionan como un "Amazon de la coca", una multinacional sofisticada que controla la cadena de producción y distribución. Y la mala noticia es que Costa Rica ya no es solo un punto de paso, ya aparecemos en su mapa de operaciones como una sucursal más.
Al final, todo se resume en una advertencia que suena a súplica. Colombia ya se jaló esa torta gigantesca durante décadas, pagando con miles de vidas y con la estabilidad de su democracia. Tuvieron que ver cómo el narco les capturaba territorios enteros y les ponía presidentes. Lo que nos dice Santos es que tenemos esa experiencia ajena para aprender, para no cometer los mismos errores. Porque si el país no se despierta, pero ya, la amenaza del narco no va a ser "un problema más", va a ser *EL* problema que defina nuestro futuro, uno lleno de violencia y caos.
Maes, más allá del susto, ¿de verdad creen que estamos a tiempo? ¿O ya esta vara se nos salió de las manos y solo estamos viendo el inicio del despiche?