Mae, en serio que a veces este país parece un guion de Netflix escrito en medio de una fiesta. Si me hubieran dicho hace unos años que Celso Gamboa —el exmagistrado, el exministro, el mae que estaba en la pura cúpula del poder judicial— iba a terminar siendo la estrella de un operativo de película para ir a denunciar torturas en una cárcel, me habría reído. Pero aquí estamos. La noticia es que Gamboa no fue a Tribunales por su caso de extradición, sino como testigo y víctima en una investigación contra policías penitenciarios por un supuesto despiche de abusos de autoridad en el módulo de máxima seguridad de La Reforma. Las vueltas que da la vida, ¿verdad?
Y cuando uno empieza a leer los detalles de la denuncia, la vara se pone fea. Esto no es cualquier queja. ¡Qué despiche el que describen! Estamos hablando de que la Fiscalía de Probidad está investigando varas como dejar a los reos en ayunos de casi 18 horas. ¡18 horas! A eso súmele que supuestamente no tienen acceso a medios de comunicación, ni a libros, ni a nada para estudiar. La comunicación con las familias es prácticamente nula y el chance de hablar con los abogados es una odisea: los defensores tienen que llegar un día antes, tipo jueves en la tarde, para asegurarse un campito para poder ver a su cliente el viernes... por una hora. Es una locura pensar que ese es el procedimiento estándar.
Ahora, antes de que alguien diga "ay, pobrecito Celso", hay que aclarar un punto clave: esta bronca no la empezó él. La Fiscalía abrió la investigación de oficio, y no es solo por Gamboa. La denuncia es general y aparentemente afecta a los 78 privados de libertad que están en ese módulo de "alta contención". Diay, lo que pasa es que mover a Gamboa es todo un show y por eso empezaron con él. La vara es más grande de lo que parece y, de hecho, se conecta con un informe del Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura, que ya había pegado el grito al cielo por posibles irregularidades en ese mismo lugar. O sea, no es un invento de un día para otro.
Y por si la situación no fuera suficientemente extraña, está el circo que montan cada vez que lo mueven. No lo sacan en una "perrera" normal. No, señor. A Gamboa lo mueven con el SERT, el comando élite del OIJ, en un chunche blindado que apodan "La Bestia", y le ponen chaleco, casco y hasta capucha. Según el OIJ, es porque hay riesgo de que lo intenten rescatar o, por el contrario, que le quieran hacer algo. Todo este despliegue para llevarlo a contar las condiciones insalubres de las celdas o cómo les hacen las requisas. Es una ironía casi poética: un despliegue de fuerza del Estado para proteger a un mae que va a denunciar al mismo Estado.
Al final del día, el Ministerio de Justicia sale a decir lo de siempre: que ellos no saben nada, que todo lo hacen apegado a la ley y que aquí se respetan los derechos humanos. El típico "aquí no ha pasado nada". Pero las denuncias están ahí. Y aquí es donde la cosa se pone interesante para nosotros. Más allá de si Celso Gamboa nos cae bien, mal, o nos es indiferente, la pregunta de fondo es otra: ¿Estamos ante un sistema penitenciario que se nos fue al traste? ¿Es posible que en la cárcel de máxima seguridad de Costa Rica se estén dando prácticas que rayan en la tortura, y nadie se daba cuenta hasta ahora? Les dejo la pregunta, maes, ¿qué opinan ustedes de todo este enredo?
Y cuando uno empieza a leer los detalles de la denuncia, la vara se pone fea. Esto no es cualquier queja. ¡Qué despiche el que describen! Estamos hablando de que la Fiscalía de Probidad está investigando varas como dejar a los reos en ayunos de casi 18 horas. ¡18 horas! A eso súmele que supuestamente no tienen acceso a medios de comunicación, ni a libros, ni a nada para estudiar. La comunicación con las familias es prácticamente nula y el chance de hablar con los abogados es una odisea: los defensores tienen que llegar un día antes, tipo jueves en la tarde, para asegurarse un campito para poder ver a su cliente el viernes... por una hora. Es una locura pensar que ese es el procedimiento estándar.
Ahora, antes de que alguien diga "ay, pobrecito Celso", hay que aclarar un punto clave: esta bronca no la empezó él. La Fiscalía abrió la investigación de oficio, y no es solo por Gamboa. La denuncia es general y aparentemente afecta a los 78 privados de libertad que están en ese módulo de "alta contención". Diay, lo que pasa es que mover a Gamboa es todo un show y por eso empezaron con él. La vara es más grande de lo que parece y, de hecho, se conecta con un informe del Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura, que ya había pegado el grito al cielo por posibles irregularidades en ese mismo lugar. O sea, no es un invento de un día para otro.
Y por si la situación no fuera suficientemente extraña, está el circo que montan cada vez que lo mueven. No lo sacan en una "perrera" normal. No, señor. A Gamboa lo mueven con el SERT, el comando élite del OIJ, en un chunche blindado que apodan "La Bestia", y le ponen chaleco, casco y hasta capucha. Según el OIJ, es porque hay riesgo de que lo intenten rescatar o, por el contrario, que le quieran hacer algo. Todo este despliegue para llevarlo a contar las condiciones insalubres de las celdas o cómo les hacen las requisas. Es una ironía casi poética: un despliegue de fuerza del Estado para proteger a un mae que va a denunciar al mismo Estado.
Al final del día, el Ministerio de Justicia sale a decir lo de siempre: que ellos no saben nada, que todo lo hacen apegado a la ley y que aquí se respetan los derechos humanos. El típico "aquí no ha pasado nada". Pero las denuncias están ahí. Y aquí es donde la cosa se pone interesante para nosotros. Más allá de si Celso Gamboa nos cae bien, mal, o nos es indiferente, la pregunta de fondo es otra: ¿Estamos ante un sistema penitenciario que se nos fue al traste? ¿Es posible que en la cárcel de máxima seguridad de Costa Rica se estén dando prácticas que rayan en la tortura, y nadie se daba cuenta hasta ahora? Les dejo la pregunta, maes, ¿qué opinan ustedes de todo este enredo?