Seamos honestos, mae. Cuando uno se levanta un domingo a ver competir a un tico en un escenario mundial, secretamente siempre espera el batacazo, la medalla, el podio. Pero a veces, la victoria más grande no viene con un metal colgado al cuello, sino con cruzar una meta que parecía imposible. Y esa, exactamente esa, es la historia de Diana Bogantes en el Mundial de Atletismo de Tokio. La maratonista nacional terminó en el puesto 55, un número que por sí solo no dice nada, pero que esconde una lección de pura garra y aguante que ya quisiéramos ver más a menudo.
La vara en Tokio no era jugando. Imagínense correr 42 kilómetros con una temperatura que llegó a los 30 grados y una humedad que te ahoga con solo respirar. Un infierno. De hecho, el calor fue tan bestial que de las 73 atletas que arrancaron, diez ni siquiera pudieron terminar. Se quedaron en el camino. ¿Diana? Ella siguió. Con el sol pegándole en la nuca y con el cuerpo pidiendo cacao, cruzó la meta con un tiempo de 2:54:02. Y es que su mentalidad, revelada en sus redes sociales, lo resume todo: “Hoy no iba a ser un DNF (Did Not Finish), hoy terminaba porque sí”. Simple, directo y potentísimo.
Esa frase es el corazón de todo este asunto. Porque detrás de ella hay una honestidad brutal que se agradece. Diana lo dijo sin pelos en la lengua: le tiene miedo al calor y lo respeta. Sabía que no iba a romper récords, pero tenía una misión más importante. Como ella misma escribió, “hoy yo era Costa Rica”. Y por eso no se iba a rendir. Esa es la clase de representación que infla el pecho. No es solo correr por uno mismo; es cargar con el peso de la banderita, sabiendo que cada paso, aunque duela, es un mensaje para todos los que estamos aquí, viendo desde lejos y mandando buenas vibras.
Y aquí es donde la historia se pone aún más admirable. Diana Bogantes no es una atleta profesional de esas que viven en una burbuja de patrocinadores y centros de alto rendimiento. ¡Para nada! Ella es como usted o como yo: tiene un brete que cumplir para ganarse la vida y saca tiempo de donde no hay para entrenar a un nivel de élite mundial. Combina su trabajo con una disciplina que destroza el cuerpo y la mente. Diana es una carga, una mujer con un nivel de compromiso que desafía la lógica. Mientras muchos buscan excusas, ella busca la forma de hacer que las cosas pasen, con el apoyo de su entrenador y su familia como motor.
Al final, Diana se une a la legendaria Gabriela Traña como las únicas dos mujeres costarricenses en correr una maratón en un Mundial de Atletismo. Su nombre ya quedó grabado en la historia de nuestro deporte. El puesto 55 será una anécdota, pero su determinación será el verdadero legado. Nos recordó que el éxito tiene muchas caras y que, a veces, la más valiosa es la de terminar lo que se empieza, contra todo pronóstico y con el puro corazón por delante. Eso es muy pura vida.
Ahora, les tiro la bola a ustedes, maes del foro: Más allá del puesto en la tabla, ¿qué les dice a ustedes esa frase de “hoy terminaba porque sí”? ¿No es esa la garra tica que a veces sentimos que nos hace falta?
La vara en Tokio no era jugando. Imagínense correr 42 kilómetros con una temperatura que llegó a los 30 grados y una humedad que te ahoga con solo respirar. Un infierno. De hecho, el calor fue tan bestial que de las 73 atletas que arrancaron, diez ni siquiera pudieron terminar. Se quedaron en el camino. ¿Diana? Ella siguió. Con el sol pegándole en la nuca y con el cuerpo pidiendo cacao, cruzó la meta con un tiempo de 2:54:02. Y es que su mentalidad, revelada en sus redes sociales, lo resume todo: “Hoy no iba a ser un DNF (Did Not Finish), hoy terminaba porque sí”. Simple, directo y potentísimo.
Esa frase es el corazón de todo este asunto. Porque detrás de ella hay una honestidad brutal que se agradece. Diana lo dijo sin pelos en la lengua: le tiene miedo al calor y lo respeta. Sabía que no iba a romper récords, pero tenía una misión más importante. Como ella misma escribió, “hoy yo era Costa Rica”. Y por eso no se iba a rendir. Esa es la clase de representación que infla el pecho. No es solo correr por uno mismo; es cargar con el peso de la banderita, sabiendo que cada paso, aunque duela, es un mensaje para todos los que estamos aquí, viendo desde lejos y mandando buenas vibras.
Y aquí es donde la historia se pone aún más admirable. Diana Bogantes no es una atleta profesional de esas que viven en una burbuja de patrocinadores y centros de alto rendimiento. ¡Para nada! Ella es como usted o como yo: tiene un brete que cumplir para ganarse la vida y saca tiempo de donde no hay para entrenar a un nivel de élite mundial. Combina su trabajo con una disciplina que destroza el cuerpo y la mente. Diana es una carga, una mujer con un nivel de compromiso que desafía la lógica. Mientras muchos buscan excusas, ella busca la forma de hacer que las cosas pasen, con el apoyo de su entrenador y su familia como motor.
Al final, Diana se une a la legendaria Gabriela Traña como las únicas dos mujeres costarricenses en correr una maratón en un Mundial de Atletismo. Su nombre ya quedó grabado en la historia de nuestro deporte. El puesto 55 será una anécdota, pero su determinación será el verdadero legado. Nos recordó que el éxito tiene muchas caras y que, a veces, la más valiosa es la de terminar lo que se empieza, contra todo pronóstico y con el puro corazón por delante. Eso es muy pura vida.
Ahora, les tiro la bola a ustedes, maes del foro: Más allá del puesto en la tabla, ¿qué les dice a ustedes esa frase de “hoy terminaba porque sí”? ¿No es esa la garra tica que a veces sentimos que nos hace falta?
