Maes, si alguien pensaba que la Asamblea Nacional del PLN de este sábado iba a ser un té de canastilla donde todos salían agarrados de la mano cantando el himno del partido, diay, se equivocó feo. Lo que vimos fue un recordatorio de que en política, y especialmente en Liberación, el serrucho a veces tiene más filo que cualquier discurso. La jornada, que terminó casi a la medianoche, dejó claro que aunque Álvaro Ramos es el candidato, una cosa es tener la bendición del jefe y otra muy distinta es tener los votos. ¡Qué despiche se armó en varias provincias!
La línea de Ramos, ese supuesto camino de baldosas amarillas hacia una papeleta unificada, se fue al traste en varios puntos clave. El caso más sonado fue en Alajuela. Imagínense la escena: Ramos le da el guiño a Pablo Villalobos, un mae de confianza y exasesor de Roberto Thompson. Todo parecía listo para la foto. Pero ¡pum! De la nada sale Eder Hernández, regidor de Alajuela, y le da vuelta a la tortilla. Hernández, con un discurso de humildad y de “visitar casa por casa”, convenció a la dirigencia. Mientras tanto, a Villalobos no le quedó más que aceptar la derrota con una “sensación extraña”. Mae, “sensación extraña” es el eufemismo más político que he escuchado para decir “¡qué sal, me acaban de meter una puñalada!”.
Y la procesión de los salados no terminó ahí. En San José, la historia se repitió con Daniella Coll, una figura joven y conocida que aspiraba al segundo lugar. Pero la regidora Iztarú Alfaro le ganó el mandado. En Heredia, a la conocida Vicky Ross le pasó lo mismo; la alcaldesa Ángela Aguilar se impuso sin mucho problema. Y ni hablemos de Cartago, donde la línea de Ramos era apoyar a Álvaro Torres y terminó ganando Salvador Padilla, quien básicamente dijo que su brete de convencimiento fue más carga que el apellido del otro mae. Esto ya no es coincidencia, es un patrón: la autoridad del candidato presidencial fue desafiada y, en varios round, noqueada.
Pero la vara se pone todavía más densa cuando hablamos de los que ni siquiera llegaron a la pelea. A esos les aplicaron la motosierra antes de que sonara la campana. El caso de Miguel Guillén, el propio Secretario General del partido, es de telenovela. El mae reconoció, sin pelos en la lengua, que Ramos no lo tomó en cuenta porque había un veto en su contra, ¡orquestado por su propio primo hermano, Nixon Ureña! A eso se le llama tener la familia en contra. Guillén tuvo que quitar su nombre para “desatorar el problema”, lo que suena a que lo obligaron a hacerse a un lado para evitar un despiche mayor. ¡Qué torta para el Secretario General no poder ni aspirar a una curul en su propio partido!
Y para cerrar con broche de oro este circo político, está el caso de Marvin Taylor, el exprecandidato que denunció un “pacto de caballeros” roto con Ramos. Según Taylor, había un acuerdo y Ramos no lo cumplió. El candidato, por su parte, se lavó las manos diciendo que él cumplió “en los extremos que se me ha hecho posible”. Diay, esa frase es más ambigua que un “lo estoy pensando”. Al final, lo que esta Asamblea nos deja es la foto de un partido que llega a la campaña nacional con más fracturas que un jarrón de cristal después de un terremoto. Ramos tiene la tarea titánica no solo de convencer al país, sino de alinear a su propia gente, que ya demostró que no come cuento tan fácil.
Ahora la pregunta del millón para el foro: ¿Creen que este despiche interno le va a pasar la factura a Liberación en las elecciones nacionales, o es solo el “folclor” de siempre y a la hora de la verdad todos se unen? ¡Los leo en los comentarios!
La línea de Ramos, ese supuesto camino de baldosas amarillas hacia una papeleta unificada, se fue al traste en varios puntos clave. El caso más sonado fue en Alajuela. Imagínense la escena: Ramos le da el guiño a Pablo Villalobos, un mae de confianza y exasesor de Roberto Thompson. Todo parecía listo para la foto. Pero ¡pum! De la nada sale Eder Hernández, regidor de Alajuela, y le da vuelta a la tortilla. Hernández, con un discurso de humildad y de “visitar casa por casa”, convenció a la dirigencia. Mientras tanto, a Villalobos no le quedó más que aceptar la derrota con una “sensación extraña”. Mae, “sensación extraña” es el eufemismo más político que he escuchado para decir “¡qué sal, me acaban de meter una puñalada!”.
Y la procesión de los salados no terminó ahí. En San José, la historia se repitió con Daniella Coll, una figura joven y conocida que aspiraba al segundo lugar. Pero la regidora Iztarú Alfaro le ganó el mandado. En Heredia, a la conocida Vicky Ross le pasó lo mismo; la alcaldesa Ángela Aguilar se impuso sin mucho problema. Y ni hablemos de Cartago, donde la línea de Ramos era apoyar a Álvaro Torres y terminó ganando Salvador Padilla, quien básicamente dijo que su brete de convencimiento fue más carga que el apellido del otro mae. Esto ya no es coincidencia, es un patrón: la autoridad del candidato presidencial fue desafiada y, en varios round, noqueada.
Pero la vara se pone todavía más densa cuando hablamos de los que ni siquiera llegaron a la pelea. A esos les aplicaron la motosierra antes de que sonara la campana. El caso de Miguel Guillén, el propio Secretario General del partido, es de telenovela. El mae reconoció, sin pelos en la lengua, que Ramos no lo tomó en cuenta porque había un veto en su contra, ¡orquestado por su propio primo hermano, Nixon Ureña! A eso se le llama tener la familia en contra. Guillén tuvo que quitar su nombre para “desatorar el problema”, lo que suena a que lo obligaron a hacerse a un lado para evitar un despiche mayor. ¡Qué torta para el Secretario General no poder ni aspirar a una curul en su propio partido!
Y para cerrar con broche de oro este circo político, está el caso de Marvin Taylor, el exprecandidato que denunció un “pacto de caballeros” roto con Ramos. Según Taylor, había un acuerdo y Ramos no lo cumplió. El candidato, por su parte, se lavó las manos diciendo que él cumplió “en los extremos que se me ha hecho posible”. Diay, esa frase es más ambigua que un “lo estoy pensando”. Al final, lo que esta Asamblea nos deja es la foto de un partido que llega a la campaña nacional con más fracturas que un jarrón de cristal después de un terremoto. Ramos tiene la tarea titánica no solo de convencer al país, sino de alinear a su propia gente, que ya demostró que no come cuento tan fácil.
Ahora la pregunta del millón para el foro: ¿Creen que este despiche interno le va a pasar la factura a Liberación en las elecciones nacionales, o es solo el “folclor” de siempre y a la hora de la verdad todos se unen? ¡Los leo en los comentarios!
