Maes, no sé ustedes, pero yo ya me veía en todas. El celular en la mano, listo para escanear un QR y resolver cualquier vuelta en dos toques. La famosa Identidad Digital Costarricense. ¡Qué nivel!, pensé. Por fin íbamos a dejar de andar ese pedacito de plástico para todo lado, con el pánico eterno de que se nos pierda o se nos quiebre. El futuro, decían. Uno se imagina llegando al EBAIS o a la clínica, todo tecnológico, y ¡listo! Pero diay, parece que la Caja Costarricense de Seguro Social se nos quedó en el 2015 y nos acaba de aterrizar de un solo sopapo. La noticia es corta, pero el golpe duele: para hacer cualquier trámite en la CCSS, hay que seguir presentando la cédula física. ¡Qué torta!
Lo más irónico de todo es el lenguaje que usan. Según el comunicado, están en un "proceso de análisis y adecuación de sus sistemas para garantizar la seguridad, agilidad y confiabilidad". Traducido del corporativismo al buen tico: todavía están viendo a ver cómo hacen para que el chunche nuevo no les colapse el sistema viejo. Hablan de "agilidad" mientras nos obligan a depender de un método que es, por definición, menos ágil. Es el equivalente a que te vendan un carro eléctrico y te digan que, por ahora, tenés que empujarlo mientras le "analizan" el motor. La intención es buena, seguro, pero la ejecución nos deja con un sinsabor a burocracia de la vieja escuela.
Pensemos en el día a día. ¿Cuántas veces hemos necesitado una cita, un medicamento o un trámite en la Caja? Es, sin duda, la institución con la que más interactuamos. Que justo la entidad más fundamental del país sea la que le pone el freno de mano al avance digital es, como mínimo, frustrante. Es decirle al ciudadano: "Sí, el país avanza, pero aquí en la Caja las cosas van a nuestro ritmo". Uno llega todo confiado, con la billetera en casa porque ya todo es digital, y ¡zas!, la secretaria te ve con cara de "sin el plástico no existe". ¡Qué sal! Nos venden la idea de un país conectado y a la vanguardia, pero en la práctica, seguimos dependiendo de un sistema que lleva décadas sin cambiar en lo esencial.
Esta vara va más allá de un simple atraso tecnológico. Es un síntoma. Es el reflejo de una maquinaria estatal a la que le cuesta horrores moverse al mismo ritmo que la sociedad. Mientras en el sector privado ya pagamos con el reloj y abrimos cuentas bancarias con una selfie, en el público seguimos lidiando con filas, fotocopias y, ahora, con la cédula física como si fuera un artefacto sagrado. El brete de modernizar el Estado no es solo lanzar una aplicación o un nuevo formato digital; el verdadero reto es que todas las piezas del rompecabezas, especialmente las más grandes y antiguas como la CCSS, encajen y funcionen de verdad. De nada sirve tener una autopista de ocho carriles si al final del camino hay una rotonda con un solo carril.
Al final, la noticia de CRHoy, aunque pequeña, nos deja con una sensación agridulce. Celebramos que exista la cédula digital, claro que sí, pero nos topamos de frente con la realidad de que su utilidad práctica todavía está en veremos. La promesa es grande, pero el presente es el de siempre: el plástico manda. Y esto nos lleva a la pregunta del millón, que les dejo para que la discutamos aquí en el foro: ¿es este atraso de la Caja un simple problema técnico que se resolverá en unos meses, o es la prueba de que la burocracia de siempre le está ganando la partida a la innovación? ¿Estamos condenados a que cada avance se tope con la pared del "vuelva mañana con el plástico en mano"?
Lo más irónico de todo es el lenguaje que usan. Según el comunicado, están en un "proceso de análisis y adecuación de sus sistemas para garantizar la seguridad, agilidad y confiabilidad". Traducido del corporativismo al buen tico: todavía están viendo a ver cómo hacen para que el chunche nuevo no les colapse el sistema viejo. Hablan de "agilidad" mientras nos obligan a depender de un método que es, por definición, menos ágil. Es el equivalente a que te vendan un carro eléctrico y te digan que, por ahora, tenés que empujarlo mientras le "analizan" el motor. La intención es buena, seguro, pero la ejecución nos deja con un sinsabor a burocracia de la vieja escuela.
Pensemos en el día a día. ¿Cuántas veces hemos necesitado una cita, un medicamento o un trámite en la Caja? Es, sin duda, la institución con la que más interactuamos. Que justo la entidad más fundamental del país sea la que le pone el freno de mano al avance digital es, como mínimo, frustrante. Es decirle al ciudadano: "Sí, el país avanza, pero aquí en la Caja las cosas van a nuestro ritmo". Uno llega todo confiado, con la billetera en casa porque ya todo es digital, y ¡zas!, la secretaria te ve con cara de "sin el plástico no existe". ¡Qué sal! Nos venden la idea de un país conectado y a la vanguardia, pero en la práctica, seguimos dependiendo de un sistema que lleva décadas sin cambiar en lo esencial.
Esta vara va más allá de un simple atraso tecnológico. Es un síntoma. Es el reflejo de una maquinaria estatal a la que le cuesta horrores moverse al mismo ritmo que la sociedad. Mientras en el sector privado ya pagamos con el reloj y abrimos cuentas bancarias con una selfie, en el público seguimos lidiando con filas, fotocopias y, ahora, con la cédula física como si fuera un artefacto sagrado. El brete de modernizar el Estado no es solo lanzar una aplicación o un nuevo formato digital; el verdadero reto es que todas las piezas del rompecabezas, especialmente las más grandes y antiguas como la CCSS, encajen y funcionen de verdad. De nada sirve tener una autopista de ocho carriles si al final del camino hay una rotonda con un solo carril.
Al final, la noticia de CRHoy, aunque pequeña, nos deja con una sensación agridulce. Celebramos que exista la cédula digital, claro que sí, pero nos topamos de frente con la realidad de que su utilidad práctica todavía está en veremos. La promesa es grande, pero el presente es el de siempre: el plástico manda. Y esto nos lleva a la pregunta del millón, que les dejo para que la discutamos aquí en el foro: ¿es este atraso de la Caja un simple problema técnico que se resolverá en unos meses, o es la prueba de que la burocracia de siempre le está ganando la partida a la innovación? ¿Estamos condenados a que cada avance se tope con la pared del "vuelva mañana con el plástico en mano"?