¡Ay, Dios mío! La cosa está caliente, fíjate tú. Cada día uno se topa con algo peor. Esta vez, no es un roce en la carretera ni un susto con algún vecino, sino algo más profundo que está sacudiendo a nuestro país: la violencia. Parece que la paciencia se nos fue al traste y estamos todos más cortos de fuse que nunca. Las noticias que llegan son de robarse el alma, y los expertos no se andan con rodeos.
Desde ataques a policías en plena calle hasta broncas dignas de una telenovela en los bares, pasando por el bochinche en los centros comerciales donde unos vándalos le dieron una paliza a un guardia de seguridad... ¡qué torta! Uno no sabe si está viviendo en Costa Rica o en otro lado. Los hechos hablan por sí solos, y la sensación de inseguridad, pues se siente a flor de piel. Ya nadie se cree inmune a este panorama y se empieza a pensar qué demonios está pasando realmente.
José Carlos Chinchilla, un sociólogo que entiende de estas vainas, soltó la bomba: el problema es que la autoridad se ha debilitado, pura verdad. Según él, esto crea un vacío que algunos aprovechan para hacer de las suyas. “Hay una sociedad más agresiva porque la autoridad está flaquísima. Esto permite que todo se vaya al garete”, declaró. Y uno piensa: ¡pues claro!, si no hay quien ponga los puntos y seguidos, ¿quién va a mantener el orden?
Y no solo eso, Chinchilla también dice que muchos jóvenes ya no creen en las reglas ni en las normas que nos permiten vivir tranquilos. “Están empezando a darle largas a las normas de la sociedad para convivir”, añadió. Un ejemplo clarito de esto es lo del guardia de seguridad que recibió una paliza tremenda en un centro comercial, mientras la gente grababa videos con el celu, ¡qué descaro! Parecía un circo, pero con consecuencias bien graves.
Pero no es solo culpa de los jóvenes, tampoco. Erick Villalba, un criminólogo metido en la onda, señala que hay fallas en las instituciones encargadas de mantener la ley. Policía, jueces, cárceles... todos tienen algo que mejorar. “Esto hace que la gente pierda la confianza en el Estado y decide tomar la justicia por mano propia, causando más daño”, explicó. Y ahí queda la reflexión: si no confiamos en quienes deberían protegernos, ¿a quién vamos a confiarle nuestro futuro?
Ivannia Serrano, presidenta del Colegio de Psicólogos, añade otra pieza al rompecabezas: la falta de servicios sociales y la forma como se maneja el país están creando un ambiente propicio para la violencia. Vivimos en una brete constante, con problemas económicos y políticos que terminan afectando nuestra salud mental y emocional. Incluso en nuestras fiestas patrias, que siempre hemos celebrado con alegría y orgullo, ahora se ven actos de violencia. ¡Qué sal!
Y es que parece que la situación se nos está yendo de las manos, chunches. No solo estamos hablando de pequeños altercados o borracheras de fin de semana, sino de un cambio cultural que está erosionando nuestros valores y principios. La sociedad se está polarizando, la tolerancia se va perdiendo y la frustración aumenta a diario. Ese guardián privado, con toda la razón del mundo, sentía miedo de enfrentar a tantos matones. Era como David contra Goliat.
En fin, la realidad es dura, pero no podemos ponernos a llorar encima. Tenemos que analizar la situación con cabeza fría y buscar soluciones. ¿Será que debemos fortalecer las instituciones, invertir en programas sociales, promover la educación cívica o simplemente recuperar los valores familiares? ¿Ustedes, compañeros del Foro, cómo creen que podemos frenar esta ola de violencia y devolverle la tranquilidad a nuestro país?
Desde ataques a policías en plena calle hasta broncas dignas de una telenovela en los bares, pasando por el bochinche en los centros comerciales donde unos vándalos le dieron una paliza a un guardia de seguridad... ¡qué torta! Uno no sabe si está viviendo en Costa Rica o en otro lado. Los hechos hablan por sí solos, y la sensación de inseguridad, pues se siente a flor de piel. Ya nadie se cree inmune a este panorama y se empieza a pensar qué demonios está pasando realmente.
José Carlos Chinchilla, un sociólogo que entiende de estas vainas, soltó la bomba: el problema es que la autoridad se ha debilitado, pura verdad. Según él, esto crea un vacío que algunos aprovechan para hacer de las suyas. “Hay una sociedad más agresiva porque la autoridad está flaquísima. Esto permite que todo se vaya al garete”, declaró. Y uno piensa: ¡pues claro!, si no hay quien ponga los puntos y seguidos, ¿quién va a mantener el orden?
Y no solo eso, Chinchilla también dice que muchos jóvenes ya no creen en las reglas ni en las normas que nos permiten vivir tranquilos. “Están empezando a darle largas a las normas de la sociedad para convivir”, añadió. Un ejemplo clarito de esto es lo del guardia de seguridad que recibió una paliza tremenda en un centro comercial, mientras la gente grababa videos con el celu, ¡qué descaro! Parecía un circo, pero con consecuencias bien graves.
Pero no es solo culpa de los jóvenes, tampoco. Erick Villalba, un criminólogo metido en la onda, señala que hay fallas en las instituciones encargadas de mantener la ley. Policía, jueces, cárceles... todos tienen algo que mejorar. “Esto hace que la gente pierda la confianza en el Estado y decide tomar la justicia por mano propia, causando más daño”, explicó. Y ahí queda la reflexión: si no confiamos en quienes deberían protegernos, ¿a quién vamos a confiarle nuestro futuro?
Ivannia Serrano, presidenta del Colegio de Psicólogos, añade otra pieza al rompecabezas: la falta de servicios sociales y la forma como se maneja el país están creando un ambiente propicio para la violencia. Vivimos en una brete constante, con problemas económicos y políticos que terminan afectando nuestra salud mental y emocional. Incluso en nuestras fiestas patrias, que siempre hemos celebrado con alegría y orgullo, ahora se ven actos de violencia. ¡Qué sal!
Y es que parece que la situación se nos está yendo de las manos, chunches. No solo estamos hablando de pequeños altercados o borracheras de fin de semana, sino de un cambio cultural que está erosionando nuestros valores y principios. La sociedad se está polarizando, la tolerancia se va perdiendo y la frustración aumenta a diario. Ese guardián privado, con toda la razón del mundo, sentía miedo de enfrentar a tantos matones. Era como David contra Goliat.
En fin, la realidad es dura, pero no podemos ponernos a llorar encima. Tenemos que analizar la situación con cabeza fría y buscar soluciones. ¿Será que debemos fortalecer las instituciones, invertir en programas sociales, promover la educación cívica o simplemente recuperar los valores familiares? ¿Ustedes, compañeros del Foro, cómo creen que podemos frenar esta ola de violencia y devolverle la tranquilidad a nuestro país?
