¡Ay, Dios mío! Qué manera de empezar el día. Una pareja, Greta Otteson y Arno Quinton, encontraron el final de sus días en Vietnam, y todo por culpa de un limoncello que resultó ser un veneno disfrazado. Me da qué pensar cómo un viaje que debió ser una celebración, terminó siendo una tragedia de esas que te dejan el alma en vilo.
La historia, aunque ocurrió allá por diciembre del año pasado, recién ahora está sacudiendo a la comunidad internacional, especialmente a la familia de Greta, que viene exigiendo justicia a gritos. Resulta que la pareja, originaria de Reino Unido y Sudáfrica respectivamente, llevaban un par de años viviendo en Hội An, dedicándose al turismo. Parecía todo color de rosas, hasta que esa botella de limoncello casero decidió cambiarles la vida… para siempre.
Imagínense la escena: los papás de Greta viajan desde Inglaterra para conocer al novio y celebrar el compromiso. Cena en un restaurante italiano llamado ‘Good Morning Vietnam’, obsequios, fotos, alegría... y un regalo extra: unas botellitas de limoncello hecho en casa. ¡Qué buena onda!, pensaron. Pero vaya que la buena onda se convirtió en pesadilla. Al parecer, ese licor estaba adulterado con metanol, un químico peligroso que, confundiéndose con el alcohol etílico, puede causar intoxicación grave e incluso la muerte. ¡Un susto tremendo!
Después de unos traguitos, Greta le escribe a sus padres diciendo que siente la “peor resaca de su vida” y que va a echarse una siesta. Lamentablemente, nunca más despertó. La policía encontró los cuerpos en habitaciones separadas, una imagen desgarradora que puso a temblar a cualquiera. Las autopsias confirmaron lo inevitable: intoxicación por metanol. Esto nos recuerda que hay que tener mucho ojo con lo que bebemos, sobre todo si es algo que no conocemos bien.
Y ahí comienza el calvario para la familia Otteson. Dicen que el tipo que preparaba el limoncello ya fue detenido, pero todavía no enfrenta cargos formales. La ley vietnamita prevé penas de cárcel durísimas –hasta 15 años– para quienes incumplan las normas de seguridad alimentaria. Pero la familia dice sentirse frustrada, atrapada en un limbo jurídico que no les permite cerrar este capítulo tan doloroso. Además, ¡tremenda bronca!, el restaurante sigue abierto, atendiendo clientes como si nada hubiera pasado. Ni siquiera una disculpa, ni un gesto de contrición. ¡Qué poca sensibilidad!
Pero esto no es solo una tragedia familiar, amigos. Es un reflejo de un problema más grande: la falta de control en la producción de alcohol artesanal en muchos países del sudeste asiático. Médicos Sin Fronteras calcula que cientos de personas mueren o sufren graves consecuencias cada año por esta causa. Es una estadística terrible que nos obliga a reflexionar sobre la importancia de regular estos productos y educar a la población sobre los riesgos que implican.
Paul, el papá de Greta, está desesperado. Dice que su vida entera se centró en criar a su hija y verla feliz. Ahora, todo parece carecer de sentido. Ha declarado que luchará hasta el final para obtener justicia para Greta y Arno, y para evitar que otras familias tengan que pasar por esta horrible experiencia. Él asegura que esto no va solo por sus hijos, sino por la seguridad de todos los turistas y habitantes de la región. ¡Qué valor!
Ahora, me pregunto: ¿Deberían los restaurantes y bares ofrecer pruebas de origen y calidad para cualquier bebida casera o artesanal que sirvan, o es responsabilidad exclusiva del consumidor investigar? Déjenme saber qué piensan en los comentarios, quiero leer sus opiniones sobre este tema tan delicado. ¿Qué medidas creen que deberían tomar los gobiernos para garantizar la seguridad alimentaria en estas regiones?
La historia, aunque ocurrió allá por diciembre del año pasado, recién ahora está sacudiendo a la comunidad internacional, especialmente a la familia de Greta, que viene exigiendo justicia a gritos. Resulta que la pareja, originaria de Reino Unido y Sudáfrica respectivamente, llevaban un par de años viviendo en Hội An, dedicándose al turismo. Parecía todo color de rosas, hasta que esa botella de limoncello casero decidió cambiarles la vida… para siempre.
Imagínense la escena: los papás de Greta viajan desde Inglaterra para conocer al novio y celebrar el compromiso. Cena en un restaurante italiano llamado ‘Good Morning Vietnam’, obsequios, fotos, alegría... y un regalo extra: unas botellitas de limoncello hecho en casa. ¡Qué buena onda!, pensaron. Pero vaya que la buena onda se convirtió en pesadilla. Al parecer, ese licor estaba adulterado con metanol, un químico peligroso que, confundiéndose con el alcohol etílico, puede causar intoxicación grave e incluso la muerte. ¡Un susto tremendo!
Después de unos traguitos, Greta le escribe a sus padres diciendo que siente la “peor resaca de su vida” y que va a echarse una siesta. Lamentablemente, nunca más despertó. La policía encontró los cuerpos en habitaciones separadas, una imagen desgarradora que puso a temblar a cualquiera. Las autopsias confirmaron lo inevitable: intoxicación por metanol. Esto nos recuerda que hay que tener mucho ojo con lo que bebemos, sobre todo si es algo que no conocemos bien.
Y ahí comienza el calvario para la familia Otteson. Dicen que el tipo que preparaba el limoncello ya fue detenido, pero todavía no enfrenta cargos formales. La ley vietnamita prevé penas de cárcel durísimas –hasta 15 años– para quienes incumplan las normas de seguridad alimentaria. Pero la familia dice sentirse frustrada, atrapada en un limbo jurídico que no les permite cerrar este capítulo tan doloroso. Además, ¡tremenda bronca!, el restaurante sigue abierto, atendiendo clientes como si nada hubiera pasado. Ni siquiera una disculpa, ni un gesto de contrición. ¡Qué poca sensibilidad!
Pero esto no es solo una tragedia familiar, amigos. Es un reflejo de un problema más grande: la falta de control en la producción de alcohol artesanal en muchos países del sudeste asiático. Médicos Sin Fronteras calcula que cientos de personas mueren o sufren graves consecuencias cada año por esta causa. Es una estadística terrible que nos obliga a reflexionar sobre la importancia de regular estos productos y educar a la población sobre los riesgos que implican.
Paul, el papá de Greta, está desesperado. Dice que su vida entera se centró en criar a su hija y verla feliz. Ahora, todo parece carecer de sentido. Ha declarado que luchará hasta el final para obtener justicia para Greta y Arno, y para evitar que otras familias tengan que pasar por esta horrible experiencia. Él asegura que esto no va solo por sus hijos, sino por la seguridad de todos los turistas y habitantes de la región. ¡Qué valor!
Ahora, me pregunto: ¿Deberían los restaurantes y bares ofrecer pruebas de origen y calidad para cualquier bebida casera o artesanal que sirvan, o es responsabilidad exclusiva del consumidor investigar? Déjenme saber qué piensan en los comentarios, quiero leer sus opiniones sobre este tema tan delicado. ¿Qué medidas creen que deberían tomar los gobiernos para garantizar la seguridad alimentaria en estas regiones?
