Diay maes, a ver, seamos honestos. Uno a veces anda por la vida y se le olvida un poco el orgullo patrio hasta que llega setiembre y todo se pinta de azul, blanco y rojo. Pero, ¿alguna vez se han puesto a pensar lo que se siente estar al otro lado del planeta, donde un gallo pinto es prácticamente un objeto de culto exótico, y que justo ahí te pegue la nostalgia del 15 de setiembre? Pues un grupo de 35 ticos no solo lo sintió, sino que decidió hacer algo al respecto, y la verdad es que la sacaron del estadio. Se montaron una celebración de Independencia en plena Corea del Sur que, fijo, dejó a más de un coreano preguntándose de dónde salió tanta sabrosura.
La vara es que esta gente estaba en la Exposición Mundial de Música y Artes Tradicionales de Yeongdong 2025. O sea, no estaban en cualquier potrero, estaban en una vitrina mundial. Y en lugar de pasar desapercibidos, se uniformaron con trajes típicos y se mandaron con un desfile de faroles la tarde del 14. ¡Qué carga esta gente! No eran faroles ahí todos sencillos, eran chunches bien hechos que obviamente capturaron la atención de todo el mundo. Cuentan que los extranjeros se acercaban a preguntar qué era todo ese despelote de luces y colores, y los ticos, con traductores de por medio, les explicaban la tradición. Imagínense la escena: un poco de ticos explicándole a un japonés, un alemán y un sudafricano por qué un pedazo de cartón con una candela adentro nos pone la piel de gallina. ¡Pura vida en su máxima expresión!
Pero si creían que el asunto moría con los faroles, están muy equivocados. La celebración siguió en el hotel donde se hospedaban. A las 6 p. m., cuando aquí estábamos todos pegados a la tele viendo los desfiles, ellos se organizaron su propio recorrido de 100 metros. Y aquí es donde la cosa se pone todavía más tuanis: resulta que lograron transformar la orquesta del evento en una cimarrona improvisada. ¡Una cimarrona en Corea del Sur! Entonaron el Himno Nacional y otras melodías patrióticas que seguro retumbaron en todo Yeongdong. Ese es el tipo de iniciativa que demuestra que el ingenio tico no tiene fronteras. No me quiero ni imaginar la emoción de cantar "noble patria, tu hermosa bandera" sabiendo que estás, literalmente, en el punto más lejano posible de esa patria.
Y ojo, que no es la primera vez que se jalan una torta de este calibre, pero en el buen sentido. Esta es la tercera vez que este grupo, liderado por una señora llamada Leda Segura, organiza un evento así en el extranjero. Ya lo habían hecho dos veces en Barcelona. Esto no es casualidad, es un brete bien organizado que nace de un amor genuino por las tradiciones. Como dice la misma Leda, algunos hacen los faroles, otros los compran, pero el punto es sentir esa vara que nos une a todos los costarricenses cada año. ¡Qué chiva esa mentalidad! No es solo ir a pasear, es llevarse un pedacito de Costa Rica en la maleta y tener las ganas de compartirlo con el mundo, sin pena y con todo el orgullo.
Al final del día, noticias como esta son las que a uno le alegran el café de la mañana. Ver a compatriotas actuando como verdaderos embajadores culturales, sin salario ni nombramiento oficial, solo por el gusto de hacerlo, es algo que vale oro. Demuestra que nuestra identidad es fuerte y que no se diluye con la distancia. Es un recordatorio de que ser "tico" es mucho más que vivir entre dos mares; es un sentimiento que se lleva por dentro y que, de vez en cuando, explota en forma de cimarrona y faroles donde menos te lo esperas. Ahora les pregunto a ustedes, maes: más allá de lo tuanis que es la noticia, ¿qué otras varas creen que podríamos hacer los ticos para "exportar" así de bien nuestra cultura por el mundo?
La vara es que esta gente estaba en la Exposición Mundial de Música y Artes Tradicionales de Yeongdong 2025. O sea, no estaban en cualquier potrero, estaban en una vitrina mundial. Y en lugar de pasar desapercibidos, se uniformaron con trajes típicos y se mandaron con un desfile de faroles la tarde del 14. ¡Qué carga esta gente! No eran faroles ahí todos sencillos, eran chunches bien hechos que obviamente capturaron la atención de todo el mundo. Cuentan que los extranjeros se acercaban a preguntar qué era todo ese despelote de luces y colores, y los ticos, con traductores de por medio, les explicaban la tradición. Imagínense la escena: un poco de ticos explicándole a un japonés, un alemán y un sudafricano por qué un pedazo de cartón con una candela adentro nos pone la piel de gallina. ¡Pura vida en su máxima expresión!
Pero si creían que el asunto moría con los faroles, están muy equivocados. La celebración siguió en el hotel donde se hospedaban. A las 6 p. m., cuando aquí estábamos todos pegados a la tele viendo los desfiles, ellos se organizaron su propio recorrido de 100 metros. Y aquí es donde la cosa se pone todavía más tuanis: resulta que lograron transformar la orquesta del evento en una cimarrona improvisada. ¡Una cimarrona en Corea del Sur! Entonaron el Himno Nacional y otras melodías patrióticas que seguro retumbaron en todo Yeongdong. Ese es el tipo de iniciativa que demuestra que el ingenio tico no tiene fronteras. No me quiero ni imaginar la emoción de cantar "noble patria, tu hermosa bandera" sabiendo que estás, literalmente, en el punto más lejano posible de esa patria.
Y ojo, que no es la primera vez que se jalan una torta de este calibre, pero en el buen sentido. Esta es la tercera vez que este grupo, liderado por una señora llamada Leda Segura, organiza un evento así en el extranjero. Ya lo habían hecho dos veces en Barcelona. Esto no es casualidad, es un brete bien organizado que nace de un amor genuino por las tradiciones. Como dice la misma Leda, algunos hacen los faroles, otros los compran, pero el punto es sentir esa vara que nos une a todos los costarricenses cada año. ¡Qué chiva esa mentalidad! No es solo ir a pasear, es llevarse un pedacito de Costa Rica en la maleta y tener las ganas de compartirlo con el mundo, sin pena y con todo el orgullo.
Al final del día, noticias como esta son las que a uno le alegran el café de la mañana. Ver a compatriotas actuando como verdaderos embajadores culturales, sin salario ni nombramiento oficial, solo por el gusto de hacerlo, es algo que vale oro. Demuestra que nuestra identidad es fuerte y que no se diluye con la distancia. Es un recordatorio de que ser "tico" es mucho más que vivir entre dos mares; es un sentimiento que se lleva por dentro y que, de vez en cuando, explota en forma de cimarrona y faroles donde menos te lo esperas. Ahora les pregunto a ustedes, maes: más allá de lo tuanis que es la noticia, ¿qué otras varas creen que podríamos hacer los ticos para "exportar" así de bien nuestra cultura por el mundo?