¡Ay, Dios mío! Aquí estamos otra vez, discutiendo cómo mejorar la educación pública en Costa Rica. Ahora, con la propuesta del MEP de meterle nota de conducta a la evaluación de los estudiantes, parece que vamos a tener otro buen brete encima. Ya sé que suena pesimista, pero díganme, ¿cuántas veces nos han vendido la moto con reformas que terminan siendo un fiasco?
La idea, a simple vista, no suena tan descabellada. Según datos oficiales, casi el 60% de los estudiantes que dejan la escuela el año pasado lo hicieron por problemas de conducta. Eso sí es una cifra preocupante, nadie puede negarlo. El Ministerio dice que esto busca darle orden al pandemónium y que sirva como un incentivo para que los niños se porten bien y se tomen en serio sus estudios. Pero, ¿de verdad creen que una nota de conducta va a solucionar todos los problemas que hay detrás de esas conductas problemáticas?
Analizando la propuesta desde un punto de vista técnico, tiene algunos puntos a favor. Por ejemplo, establecen consecuencias claras y graduales, así el estudiante sabe qué esperar si se pasa de la raya. También incluyen el trabajo socioeducativo como una forma de reparación, lo cual es bacán porque intenta buscar soluciones integrales y no solo castigar. Además, empezar con 100 puntos parece una buena estrategia para ir escalonando las sanciones.
Pero claro, ahí entran las voces de los exministros y expertos que advierten sobre el peligro de convertir esto en una caza de brujas. Dicen que podría llevar a una mayor exclusión escolar, especialmente entre los sectores más vulnerables. Y ahí es donde me pregunto: ¿No estaremos buscando soluciones fáciles a problemas complejos? ¿No estaremos culpando a la víctima en lugar de analizar las causas profundas de esos problemas de conducta?
Porque hablemos claro, la realidad es dura. Muchos de esos niños vienen de hogares difíciles, con carencias económicas y emocionales. Algunos sufren de violencia doméstica, otros de abuso. ¿Vamos a penalizarlos aún más por expresar sus frustraciones y traumas a través de comportamientos disruptivos? No creo que eso sea justo ni efectivo.
Y luego está el tema de la implementación. ¿Realmente tenemos los recursos humanos y materiales necesarios para acompañar a estos estudiantes? ¿Tenemos maestros capacitados para manejar situaciones complejas y ofrecer apoyo emocional? Si no, corremos el riesgo de que esta nota de conducta termine siendo otra vara para discriminar y excluir, en lugar de ayudar a transformar la vida de estos jóvenes. ¡Qué torta!
No digo que la iniciativa sea totalmente mala, pero creo que necesita un ajuste fino. Hay que enfocarse más en la prevención que en la sanción, fortalecer los programas de apoyo psicológico y social en las escuelas, e involucrar a padres, comunidad y organizaciones sociales en este proceso. En fin, requiere un cambio cultural profundo, no solo un parche administrativo.
Ahora les toca a ustedes, mis queridos foristas: ¿creen que la nota de conducta es una solución viable para mejorar la disciplina en las escuelas públicas, o es solo un intento superficial de resolver un problema mucho más complejo? ¿Cuál sería, en su opinión, el camino correcto para apoyar a nuestros estudiantes y construir una educación más justa e inclusiva para todos?
La idea, a simple vista, no suena tan descabellada. Según datos oficiales, casi el 60% de los estudiantes que dejan la escuela el año pasado lo hicieron por problemas de conducta. Eso sí es una cifra preocupante, nadie puede negarlo. El Ministerio dice que esto busca darle orden al pandemónium y que sirva como un incentivo para que los niños se porten bien y se tomen en serio sus estudios. Pero, ¿de verdad creen que una nota de conducta va a solucionar todos los problemas que hay detrás de esas conductas problemáticas?
Analizando la propuesta desde un punto de vista técnico, tiene algunos puntos a favor. Por ejemplo, establecen consecuencias claras y graduales, así el estudiante sabe qué esperar si se pasa de la raya. También incluyen el trabajo socioeducativo como una forma de reparación, lo cual es bacán porque intenta buscar soluciones integrales y no solo castigar. Además, empezar con 100 puntos parece una buena estrategia para ir escalonando las sanciones.
Pero claro, ahí entran las voces de los exministros y expertos que advierten sobre el peligro de convertir esto en una caza de brujas. Dicen que podría llevar a una mayor exclusión escolar, especialmente entre los sectores más vulnerables. Y ahí es donde me pregunto: ¿No estaremos buscando soluciones fáciles a problemas complejos? ¿No estaremos culpando a la víctima en lugar de analizar las causas profundas de esos problemas de conducta?
Porque hablemos claro, la realidad es dura. Muchos de esos niños vienen de hogares difíciles, con carencias económicas y emocionales. Algunos sufren de violencia doméstica, otros de abuso. ¿Vamos a penalizarlos aún más por expresar sus frustraciones y traumas a través de comportamientos disruptivos? No creo que eso sea justo ni efectivo.
Y luego está el tema de la implementación. ¿Realmente tenemos los recursos humanos y materiales necesarios para acompañar a estos estudiantes? ¿Tenemos maestros capacitados para manejar situaciones complejas y ofrecer apoyo emocional? Si no, corremos el riesgo de que esta nota de conducta termine siendo otra vara para discriminar y excluir, en lugar de ayudar a transformar la vida de estos jóvenes. ¡Qué torta!
No digo que la iniciativa sea totalmente mala, pero creo que necesita un ajuste fino. Hay que enfocarse más en la prevención que en la sanción, fortalecer los programas de apoyo psicológico y social en las escuelas, e involucrar a padres, comunidad y organizaciones sociales en este proceso. En fin, requiere un cambio cultural profundo, no solo un parche administrativo.
Ahora les toca a ustedes, mis queridos foristas: ¿creen que la nota de conducta es una solución viable para mejorar la disciplina en las escuelas públicas, o es solo un intento superficial de resolver un problema mucho más complejo? ¿Cuál sería, en su opinión, el camino correcto para apoyar a nuestros estudiantes y construir una educación más justa e inclusiva para todos?