A ver, mi gente, que esto va quedando feo. Los obispos, esos señores que siempre andan viendo cómo anda el país, soltaron un manifiesto que te pone la piel de gallina. No vamos a andar con rodeos: dicen que nuestra democracia está en cuidados intensivos, con riesgo de irse al traste si no le ponemos atención. ¡Y vaya que necesitamos ponerle atención!
La cosa es que ya no es un secreto para nadie: la credibilidad de nuestras instituciones está por los suelos. Parece mentira, ¿verdad? Un país como Costa Rica, ejemplo de paz y estabilidad... ahora escuchamos que los problemas estructurales nos comen vivo. Desde el precio del chayito hasta el futuro de nuestros hijos, parece que nadie tiene la respuesta clara.
No me malinterpreten, los obispos reconocen que tenemos cosas buenas: el derecho a votar, la libertad de decir lo que pensamos, la separación de poderes... Pero también hacen hincapié en que eso no basta. El irrespeto en la política, las broncas entre los poderes, la polarización... todo eso nos está hundiendo en un brete de conflictos que impide buscar soluciones reales.
Y ni hablar de los problemas que nos aquejan: la delincuencia que se mete en cada rincón, el narcotráfico que nos quiere convertir en patio trasero, la educación hecha pedazos, la comida que cuesta un ojo de la cara, la seguridad social tambaleándose… ¡Es una lista larga, mi pana! Uno se queda pensando qué estará pasando realmente.
Pero no todo está perdido, porque los obispos nos dan una mano amiga. Nos recuerdan que la política no es solo leyes y decretos, sino un compromiso ético con el bien común. Nos urge una conversión profunda, un despertar de conciencias para empezar a trabajar juntos, dejando de lado las diferencias y buscando soluciones que beneficien a todos, especialmente a los que más lo necesitan – esos que se quedaron atrás, los que sufren más.
Por supuesto, esto no recae solo en los políticos. Nosotros, los ciudadanos, también tenemos una gran responsabilidad. Ellos nos pidieron que ejerzamos nuestro derecho al voto con conciencia y madurez, que investiguemos a los candidatos, que no nos dejemos llevar por promesas vacías o discursos fáciles. Que elijamos a aquellos que demuestren tener transparencia, compromiso social y ganas genuinas de servir al país. ¡Que no nos hagan mamarnos!
En fin, la campaña electoral que viene es clave. Tenemos la oportunidad de reivindicar la política como una herramienta para construir un país más justo y próspero. Pero eso requiere esfuerzo, dedicación y sobre todo, un cambio de actitud. Ya no podemos seguir viviendo en la complacencia, esperando que alguien más resuelva nuestros problemas. Tenemos que tomarlas en nuestras manos y luchar por lo que creemos.
Ahora dime, mi gente del Foro, ¿cree usted que los obispos tienen razón al decir que la democracia costarricense está en peligro? ¿Qué medidas urgentes debemos tomar como ciudadanos para revertir esta situación y asegurar un futuro mejor para nuestros hijos?
La cosa es que ya no es un secreto para nadie: la credibilidad de nuestras instituciones está por los suelos. Parece mentira, ¿verdad? Un país como Costa Rica, ejemplo de paz y estabilidad... ahora escuchamos que los problemas estructurales nos comen vivo. Desde el precio del chayito hasta el futuro de nuestros hijos, parece que nadie tiene la respuesta clara.
No me malinterpreten, los obispos reconocen que tenemos cosas buenas: el derecho a votar, la libertad de decir lo que pensamos, la separación de poderes... Pero también hacen hincapié en que eso no basta. El irrespeto en la política, las broncas entre los poderes, la polarización... todo eso nos está hundiendo en un brete de conflictos que impide buscar soluciones reales.
Y ni hablar de los problemas que nos aquejan: la delincuencia que se mete en cada rincón, el narcotráfico que nos quiere convertir en patio trasero, la educación hecha pedazos, la comida que cuesta un ojo de la cara, la seguridad social tambaleándose… ¡Es una lista larga, mi pana! Uno se queda pensando qué estará pasando realmente.
Pero no todo está perdido, porque los obispos nos dan una mano amiga. Nos recuerdan que la política no es solo leyes y decretos, sino un compromiso ético con el bien común. Nos urge una conversión profunda, un despertar de conciencias para empezar a trabajar juntos, dejando de lado las diferencias y buscando soluciones que beneficien a todos, especialmente a los que más lo necesitan – esos que se quedaron atrás, los que sufren más.
Por supuesto, esto no recae solo en los políticos. Nosotros, los ciudadanos, también tenemos una gran responsabilidad. Ellos nos pidieron que ejerzamos nuestro derecho al voto con conciencia y madurez, que investiguemos a los candidatos, que no nos dejemos llevar por promesas vacías o discursos fáciles. Que elijamos a aquellos que demuestren tener transparencia, compromiso social y ganas genuinas de servir al país. ¡Que no nos hagan mamarnos!
En fin, la campaña electoral que viene es clave. Tenemos la oportunidad de reivindicar la política como una herramienta para construir un país más justo y próspero. Pero eso requiere esfuerzo, dedicación y sobre todo, un cambio de actitud. Ya no podemos seguir viviendo en la complacencia, esperando que alguien más resuelva nuestros problemas. Tenemos que tomarlas en nuestras manos y luchar por lo que creemos.
Ahora dime, mi gente del Foro, ¿cree usted que los obispos tienen razón al decir que la democracia costarricense está en peligro? ¿Qué medidas urgentes debemos tomar como ciudadanos para revertir esta situación y asegurar un futuro mejor para nuestros hijos?
