Maes, seguro ya a más de uno le llegó por WhatsApp o vio en algún lado el chisme que se armó estos días: que supuestamente andaban grupos armados campantes por La Trocha, ahí por la Ruta 1856, específicamente en sectores como Los Chiles y Pocosol. Apenas uno oye una vara así, se le paran los pelos, ¿verdad? Porque una cosa es la delincuencia de siempre, que ya de por sí nos tiene hasta la coronilla, y otra muy distinta es imaginarse un escenario con gente armada hasta los dientes paseándose por la frontera. Ahí sí que se arma el despiche a nivel nacional. La alerta, como era de esperarse, corrió como pólvora y la gente empezó a preguntarse qué estaba pasando.
Diay, ante semejante runrún, la Policía de Fronteras tuvo que ponerse las pilas y salir a ver qué era la cosa. Se mandaron a peinar la zona, a hacer el brete de investigar si el rumor tenía pies y cabeza. Según el reporte oficial, los oficiales se pusieron a hablar con los vecinos, con la gente que vive ahí día a día y que, en teoría, sería la primera en notar si algo raro está pasando. ¿Y cuál fue el resultado? Pues que, según las autoridades, los locales negaron la mayor. Dijeron que nanai, que no habían visto ni personas armadas ni movimientos sospechosos. Básicamente, que todo estaba tranquilo, o al menos, tan tranquilo como puede estar esa zona.
Con esa información en mano, el comunicado oficial no se hizo esperar: el Gobierno descarta de plano la presencia de grupos armados en La Trocha. Fin del comunicado. Aseguran que no hay ninguna evidencia de que se haya violado la soberanía nacional y que todo sigue bajo control. Pero, maes, aquí es donde la vara se pone interesante y donde uno, como periodista, tiene que ir un poquito más allá del boletín de prensa. Porque La Trocha no es cualquier callecita de barrio. Es una cicatriz, un símbolo de un montón de broncas pasadas y presentes con el país vecino, y un conocido corredor para todo tipo de actividades que preferiríamos no tener.
No es un secreto para nadie que esa frontera es un colador para un montón de varas ilegales. El mismo comunicado policial lo admite de forma indirecta cuando dice que los operativos van a seguir de forma “permanente” para combatir delitos transfronterizos. Y ahí mencionan el menú completo: tráfico de personas, contrabando de todo chunche que se puedan imaginar y, por supuesto, el narcotráfico, que es el papá de todos los problemas. Entonces, la pregunta del millón es: ¿realmente no había nada? ¿O es que lo que para un local es "normalidad" para el resto del país sería una alerta roja? La línea entre un simple contrabandista y un grupo más organizado puede ser muy delgada.
Al final, nos quedamos con dos realidades paralelas. Por un lado, la versión oficial que nos pide mantener la calma, que nos dice que nuestras fronteras están seguras y que todo fue una falsa alarma, un simple chisme magnificado por el pánico colectivo. Por otro, la percepción de que la zona norte es y seguirá siendo un punto caliente, un lugar donde cualquier chispa puede encender un incendio. La policía dice que seguirá ahí, vigilante, pero la desconfianza queda en el aire. Es la eterna historia de la autoridad pidiendo calma mientras la gente que vive cerca del peligro sabe que la tranquilidad es, muchas veces, una ilusión. Ustedes qué dicen, maes? ¿Le creen a la versión oficial de que "aquí no ha pasado nada", o piensan que donde suena el río, piedras trae, sobre todo en una zona tan caliente como la frontera norte?
Diay, ante semejante runrún, la Policía de Fronteras tuvo que ponerse las pilas y salir a ver qué era la cosa. Se mandaron a peinar la zona, a hacer el brete de investigar si el rumor tenía pies y cabeza. Según el reporte oficial, los oficiales se pusieron a hablar con los vecinos, con la gente que vive ahí día a día y que, en teoría, sería la primera en notar si algo raro está pasando. ¿Y cuál fue el resultado? Pues que, según las autoridades, los locales negaron la mayor. Dijeron que nanai, que no habían visto ni personas armadas ni movimientos sospechosos. Básicamente, que todo estaba tranquilo, o al menos, tan tranquilo como puede estar esa zona.
Con esa información en mano, el comunicado oficial no se hizo esperar: el Gobierno descarta de plano la presencia de grupos armados en La Trocha. Fin del comunicado. Aseguran que no hay ninguna evidencia de que se haya violado la soberanía nacional y que todo sigue bajo control. Pero, maes, aquí es donde la vara se pone interesante y donde uno, como periodista, tiene que ir un poquito más allá del boletín de prensa. Porque La Trocha no es cualquier callecita de barrio. Es una cicatriz, un símbolo de un montón de broncas pasadas y presentes con el país vecino, y un conocido corredor para todo tipo de actividades que preferiríamos no tener.
No es un secreto para nadie que esa frontera es un colador para un montón de varas ilegales. El mismo comunicado policial lo admite de forma indirecta cuando dice que los operativos van a seguir de forma “permanente” para combatir delitos transfronterizos. Y ahí mencionan el menú completo: tráfico de personas, contrabando de todo chunche que se puedan imaginar y, por supuesto, el narcotráfico, que es el papá de todos los problemas. Entonces, la pregunta del millón es: ¿realmente no había nada? ¿O es que lo que para un local es "normalidad" para el resto del país sería una alerta roja? La línea entre un simple contrabandista y un grupo más organizado puede ser muy delgada.
Al final, nos quedamos con dos realidades paralelas. Por un lado, la versión oficial que nos pide mantener la calma, que nos dice que nuestras fronteras están seguras y que todo fue una falsa alarma, un simple chisme magnificado por el pánico colectivo. Por otro, la percepción de que la zona norte es y seguirá siendo un punto caliente, un lugar donde cualquier chispa puede encender un incendio. La policía dice que seguirá ahí, vigilante, pero la desconfianza queda en el aire. Es la eterna historia de la autoridad pidiendo calma mientras la gente que vive cerca del peligro sabe que la tranquilidad es, muchas veces, una ilusión. Ustedes qué dicen, maes? ¿Le creen a la versión oficial de que "aquí no ha pasado nada", o piensan que donde suena el río, piedras trae, sobre todo en una zona tan caliente como la frontera norte?