Un gran Estadio Nacional
El acuerdo entre los Gobiernos de Costa Rica y China trasciende lo deportivo
También en el deporte debemos ser conscientes de los cambios mundiales
El acto en la Cancillería, el 11 de enero pasado, de un canje de notas entre los gobiernos de Costa Rica y de China para la construcción de un estadio de fútbol, que será parte del patrimonio del Estado, trasciende lo deportivo.
Este acto, realzado con la presencia de los ministros de la Presidencia y de Relaciones Exteriores de Costa Rica, y representantes del Gobierno de China, significa, entre otras manifestaciones, una forma de cooperación del Gobierno de China con nuestro país, un impulso para el deporte nacional y un compromiso para las autoridades respectivas, así como un acierto del Gobierno de la República, en cuanto a la dimensión de la política. En esta relación entre la política y el deporte, la creación de un ministerio con esa orientación no ha logrado aún satisfacer su potencial deportivo, educativo y cultural. Dos de las razones han sido la falta de una política deportiva integral sostenida y formadora, a lo largo del tiempo, y la precariedad de las instalaciones deportivas. Las construidas con ocasión de los Juegos Nacionales no han logrado, al carecer de lo primero, sus propósitos originales.
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Desde este punto de vista, este acuerdo (deportivo, político, en el mejor sentido del término, y simbólico) o donación del Gobierno de China compromete al Poder Ejecutivo y a las autoridades deportivas con el país. La construcción de un gran estadio nacional, tras el agotamiento e insuficiencia del construido hace 60 años, en La Sabana, ha sido un sueño de los costarricenses. Así como es impensable una economía globalizada con la infraestructura vial y portuaria que hemos sufrido por décadas, tampoco, mutatis mutandis, es aceptable que el deporte favorito del pueblo, en cuyos dominios no se pone nunca el sol, siga funcionando con las deplorables instalaciones deportivas actuales. El nuevo Estadio Nacional debe ser el barco insignia de este cambio.
Lo dicho se entronca con las recientes directrices de la FIFA sobre la calidad de los estadios de cada país miembro de esta entidad universal para la realización de los campeonatos internos y la participación respectiva en los torneos regidos por ella. En ambos sentidos debemos reaccionar con presteza, visión y eficiencia, fundados en la idea expuesta anteriormente: el deporte, en este caso el fútbol, como escuela e instrumento de cultura, de formación popular y, ¿por qué no?, de prestigio nacional. Estas consideraciones no se remansan, sin embargo, aquí. La calidad y suficiencia de las instalaciones deportivas y la misma política deportiva integral no funcionan solas. El elemento básico de este esfuerzo son los dirigentes y los deportistas, los hacedores del deporte. En este sentido falta mucho por hacer. Al sacrificio y al interés personales o sociales debe seguir un gran proyecto técnico –también político– de formación.
El nuevo Estadio Nacional, uno de los mejores de Latinoamérica, nos da la razón. Se va a construir a marchas forzadas y disfrutaremos de él dentro de poco tiempo, en el proceso orientado hacia el campeonato mundial en Africa del Sur, en el 2010, en un momento, desventuradamente, en que el futbol nacional muestra signos evidentes de desfallecimiento y declinación. No vamos a ahondar en las causas de este declive –las principales de orden humano, de liderazgo y de entrenadores– patentes en la mediocridad del campeonato y en la desorientación del seleccionado nacional. Lo que importa ahora es tomar conciencia de esta situación y actuar en consecuencia. Si el Gobierno ha actuado con visión y ha contado con la ayuda del Gobierno de China, las autoridades deportivas y los dirigentes del deporte, particularmente del fútbol, deben actuar en consecuencia. También en este campo debemos ser conscientes de los cambios mundiales.
El acuerdo entre los Gobiernos de Costa Rica y China trasciende lo deportivo
También en el deporte debemos ser conscientes de los cambios mundiales
El acto en la Cancillería, el 11 de enero pasado, de un canje de notas entre los gobiernos de Costa Rica y de China para la construcción de un estadio de fútbol, que será parte del patrimonio del Estado, trasciende lo deportivo.
Este acto, realzado con la presencia de los ministros de la Presidencia y de Relaciones Exteriores de Costa Rica, y representantes del Gobierno de China, significa, entre otras manifestaciones, una forma de cooperación del Gobierno de China con nuestro país, un impulso para el deporte nacional y un compromiso para las autoridades respectivas, así como un acierto del Gobierno de la República, en cuanto a la dimensión de la política. En esta relación entre la política y el deporte, la creación de un ministerio con esa orientación no ha logrado aún satisfacer su potencial deportivo, educativo y cultural. Dos de las razones han sido la falta de una política deportiva integral sostenida y formadora, a lo largo del tiempo, y la precariedad de las instalaciones deportivas. Las construidas con ocasión de los Juegos Nacionales no han logrado, al carecer de lo primero, sus propósitos originales.
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Desde este punto de vista, este acuerdo (deportivo, político, en el mejor sentido del término, y simbólico) o donación del Gobierno de China compromete al Poder Ejecutivo y a las autoridades deportivas con el país. La construcción de un gran estadio nacional, tras el agotamiento e insuficiencia del construido hace 60 años, en La Sabana, ha sido un sueño de los costarricenses. Así como es impensable una economía globalizada con la infraestructura vial y portuaria que hemos sufrido por décadas, tampoco, mutatis mutandis, es aceptable que el deporte favorito del pueblo, en cuyos dominios no se pone nunca el sol, siga funcionando con las deplorables instalaciones deportivas actuales. El nuevo Estadio Nacional debe ser el barco insignia de este cambio.
Lo dicho se entronca con las recientes directrices de la FIFA sobre la calidad de los estadios de cada país miembro de esta entidad universal para la realización de los campeonatos internos y la participación respectiva en los torneos regidos por ella. En ambos sentidos debemos reaccionar con presteza, visión y eficiencia, fundados en la idea expuesta anteriormente: el deporte, en este caso el fútbol, como escuela e instrumento de cultura, de formación popular y, ¿por qué no?, de prestigio nacional. Estas consideraciones no se remansan, sin embargo, aquí. La calidad y suficiencia de las instalaciones deportivas y la misma política deportiva integral no funcionan solas. El elemento básico de este esfuerzo son los dirigentes y los deportistas, los hacedores del deporte. En este sentido falta mucho por hacer. Al sacrificio y al interés personales o sociales debe seguir un gran proyecto técnico –también político– de formación.
El nuevo Estadio Nacional, uno de los mejores de Latinoamérica, nos da la razón. Se va a construir a marchas forzadas y disfrutaremos de él dentro de poco tiempo, en el proceso orientado hacia el campeonato mundial en Africa del Sur, en el 2010, en un momento, desventuradamente, en que el futbol nacional muestra signos evidentes de desfallecimiento y declinación. No vamos a ahondar en las causas de este declive –las principales de orden humano, de liderazgo y de entrenadores– patentes en la mediocridad del campeonato y en la desorientación del seleccionado nacional. Lo que importa ahora es tomar conciencia de esta situación y actuar en consecuencia. Si el Gobierno ha actuado con visión y ha contado con la ayuda del Gobierno de China, las autoridades deportivas y los dirigentes del deporte, particularmente del fútbol, deben actuar en consecuencia. También en este campo debemos ser conscientes de los cambios mundiales.