¡Buenas, mi gente del Foro! Resulta que la inteligencia artificial, que tanto nos prometieron para facilitarnos la vida, se anda luciendo creando paraísos que no existen. Sí, así como lo escuchan, están vendiendo humo – ¡pero en dólares! Y claro, los guapos, confiados, le metieron billetes a esos planes.
La movida empezó en Perú, donde unos turistas se comieron el rollo de un 'Cañón Sagrado de Humantay'. Pagaron sus 160 mangos creyendo que iban a llegar al mismísimo cielo, y colorín colorado… se encontraron con un camino de tierra y cero cañón sagrado. La BBC sacó la nota, y ahí empezaron a salir más historias rocambolescas, confirmando que este brete es más grande de lo que pensábamos.
Pero eso no es todo, mi pana. Parece que la IA está teniendo unas ‘alucinaciones’ viajeras bastante fuertes. En Japón, alguien quedó atascado en una montaña porque ChatGPT le dio un horario equivocado del teleférico. Imagínense la torta, mi genti, encima con frío y probablemente sin celular. Otro caso: una familia buscando aventuras en las Montañas Great Smoky de Estados Unidos terminó en un sendero clausurado hace mil ocho meses. ¡Un despache!
Y pa' rematar, hubo quien recibió alertas de tiburones en la playa de San Sebastián… ¡cuando el peligro estaba en el acuario! Esto demuestra que la IA, aunque promete mucho, todavía necesita una buena revisión técnica, ¡y urgente! Porque si no, vamos a terminar empachándonos de vacaciones falsas y, peor aún, poniéndonos en riesgo.
Según estudios, desde 2024 el uso de la IA para planear viajes se ha duplicado, especialmente entre los jóvenes, con un 40% haciéndose los pendejos y confiándole sus vacaciones a un programa informático. ¡Qué carga!, piénsalo tú, confiarle las vacaciones más esperadas de todo el año a una máquina que puede equivocarte tan burdamente. Rayid Ghani, de la Universidad Carnegie Mellon, bien nos dice: estos programas solo saben combinar palabras, no saben si lo que están diciendo es cierto o no.
El problema es que estas inteligencias artificiales, como les gusta decir ahora, son como loros parlanchines; repiten lo que ven, pero no entienden ni papa. Combinan datos sin chequearlos y te venden la mosca con perfume. Por eso, mi consejo personal es que antes de comprar cualquier tour planeado con IA, investiguen bien por su cuenta, consulten fuentes oficiales, lean opiniones reales de otros viajeros... ¡y no sean tan crédulos!
Aquí en Costa Rica, donde el turismo es nuestra gallina de los huevos de oro, esto debería ponernos las alarmas a todo volumen. Necesitamos asegurarnos de que nuestros visitantes tengan experiencias auténticas y seguras. No queremos que vengan a disfrutar de nuestras playas, selvas y volcanes y terminen decepcionados o, peor aún, lastimados por alguna recomendación errónea de la IA. De hecho, el Ministerio de Turismo debería estar trabajando en protocolos para evitar este tipo de trampas, diay.
Así que, mi gente, reflexionemos un poco: ¿hasta dónde estamos dispuestos a ceder el control de nuestras decisiones, incluso en algo tan importante como las vacaciones, a la inteligencia artificial? ¿Será que deberíamos volver a lo básico: mapas de papel, guías de viaje tradicionales y, sobre todo, ¡confiar en la sabiduría de los lugareños?
La movida empezó en Perú, donde unos turistas se comieron el rollo de un 'Cañón Sagrado de Humantay'. Pagaron sus 160 mangos creyendo que iban a llegar al mismísimo cielo, y colorín colorado… se encontraron con un camino de tierra y cero cañón sagrado. La BBC sacó la nota, y ahí empezaron a salir más historias rocambolescas, confirmando que este brete es más grande de lo que pensábamos.
Pero eso no es todo, mi pana. Parece que la IA está teniendo unas ‘alucinaciones’ viajeras bastante fuertes. En Japón, alguien quedó atascado en una montaña porque ChatGPT le dio un horario equivocado del teleférico. Imagínense la torta, mi genti, encima con frío y probablemente sin celular. Otro caso: una familia buscando aventuras en las Montañas Great Smoky de Estados Unidos terminó en un sendero clausurado hace mil ocho meses. ¡Un despache!
Y pa' rematar, hubo quien recibió alertas de tiburones en la playa de San Sebastián… ¡cuando el peligro estaba en el acuario! Esto demuestra que la IA, aunque promete mucho, todavía necesita una buena revisión técnica, ¡y urgente! Porque si no, vamos a terminar empachándonos de vacaciones falsas y, peor aún, poniéndonos en riesgo.
Según estudios, desde 2024 el uso de la IA para planear viajes se ha duplicado, especialmente entre los jóvenes, con un 40% haciéndose los pendejos y confiándole sus vacaciones a un programa informático. ¡Qué carga!, piénsalo tú, confiarle las vacaciones más esperadas de todo el año a una máquina que puede equivocarte tan burdamente. Rayid Ghani, de la Universidad Carnegie Mellon, bien nos dice: estos programas solo saben combinar palabras, no saben si lo que están diciendo es cierto o no.
El problema es que estas inteligencias artificiales, como les gusta decir ahora, son como loros parlanchines; repiten lo que ven, pero no entienden ni papa. Combinan datos sin chequearlos y te venden la mosca con perfume. Por eso, mi consejo personal es que antes de comprar cualquier tour planeado con IA, investiguen bien por su cuenta, consulten fuentes oficiales, lean opiniones reales de otros viajeros... ¡y no sean tan crédulos!
Aquí en Costa Rica, donde el turismo es nuestra gallina de los huevos de oro, esto debería ponernos las alarmas a todo volumen. Necesitamos asegurarnos de que nuestros visitantes tengan experiencias auténticas y seguras. No queremos que vengan a disfrutar de nuestras playas, selvas y volcanes y terminen decepcionados o, peor aún, lastimados por alguna recomendación errónea de la IA. De hecho, el Ministerio de Turismo debería estar trabajando en protocolos para evitar este tipo de trampas, diay.
Así que, mi gente, reflexionemos un poco: ¿hasta dónde estamos dispuestos a ceder el control de nuestras decisiones, incluso en algo tan importante como las vacaciones, a la inteligencia artificial? ¿Será que deberíamos volver a lo básico: mapas de papel, guías de viaje tradicionales y, sobre todo, ¡confiar en la sabiduría de los lugareños?
