Diay maes, ya es casi una tradición. Llega el martes por la noche, uno está terminando de ver una serie o pensando en el brete de mañana, y de repente se acuerda: ¡los Chances! Empieza el ritual de buscar los números en el chat de la familia o en algún medio digital, con esa mezcla de esperanza ilusa y resignación aprendida. Y sí, como casi siempre, la historia se repite. Salió el 07 con la serie 271. Felicidades al suertudo o suertuda que se mandó 80 melones a la bolsa. ¡Qué nivel! Esa persona probablemente hoy amaneció con un tipo de paz mental que el resto de nosotros, simples mortales, solo alcanzamos en vacaciones y con el celular apagado.
Pero seamos honestos, la noticia que de verdad nos importa a la mayoría no es el 07, ni el 78 del segundo premio. La vara que nos tiene a todos con el alma en un hilo es ese chunche llamado Acumulado. Y no, no salió. ¡Qué sal! Otra vez se nos fue la oportunidad de mandar todo para el carajo y empezar una nueva vida criando alpacas en las faldas del Irazú. El bendito acumulado no solo no salió, sino que ahora se puso más sabroso: 250 millones de colones para el viernes. Ya me imagino las filas el jueves, la gente comprando gallitos a última hora, haciendo números, soñando con tapar huecos, pagar la choza, o simplemente, dejar de preocuparse por si la quincena alcanza.
Es un fenómeno demasiado tico. Esa desilusión colectiva que dura unos cinco minutos, seguida inmediatamente por un cálculo mental de "diay, si para el viernes está en 250, fijo le meto más plata". Es un ciclo de micro-duelo y esperanza renovada que nos une como pueblo. Todos conocemos a alguien que dice "mae, yo tenía el 70", o "le pegué al revés, tenía el 12 por el Duplicador 21". Es el deporte nacional de la mala suerte con honores. Y mientras tanto, los que sí pegaron algo, aunque sea el reintegro para cambiarlo y seguir soñando, sienten esa pequeña victoria que los mantiene en el juego. Es un sistema perfecto, la verdad.
Lo más curioso es ver cómo esta vara de la lotería se convierte en el tema de conversación principal, desviando la atención de las noticias realmente densas del día. Uno ve los titulares y es un despiche: que encontraron a una modelo muerta, que el OIJ investiga, que un robo millonario a un súper... un montón de varas que te bajan el piso. Pero por un momento, la ilusión de pegarse el acumulado nos da un respiro, un escape. Es como si, colectivamente, decidiéramos ignorar el caos y enfocarnos en una posibilidad, por más remota que sea. Una posibilidad de que, con una bolita de bingo, todos esos problemas se puedan ir al traste.
En fin, otro sorteo más para la bitácora y otra quincena que toca pulsearla. El viernes volveremos a estar pegados a la pantalla, esperando que la suerte finalmente se acuerde de los pobres. Por ahora, felicidades a los ganadores de los premios secos; ojalá usen bien esa platica. Al resto de nosotros, nos queda seguir en la lucha y, por supuesto, comprar al menos un pedacito para el viernes, porque como dice el dicho, "uno nunca sabe". Así que, les pregunto a ustedes, maes: si se pegan esos 250 palos el viernes... ¿cuál es el primer gusto ridículo o la primera "tortería" que se darían con la plata apenas la tengan en la cuenta?
Pero seamos honestos, la noticia que de verdad nos importa a la mayoría no es el 07, ni el 78 del segundo premio. La vara que nos tiene a todos con el alma en un hilo es ese chunche llamado Acumulado. Y no, no salió. ¡Qué sal! Otra vez se nos fue la oportunidad de mandar todo para el carajo y empezar una nueva vida criando alpacas en las faldas del Irazú. El bendito acumulado no solo no salió, sino que ahora se puso más sabroso: 250 millones de colones para el viernes. Ya me imagino las filas el jueves, la gente comprando gallitos a última hora, haciendo números, soñando con tapar huecos, pagar la choza, o simplemente, dejar de preocuparse por si la quincena alcanza.
Es un fenómeno demasiado tico. Esa desilusión colectiva que dura unos cinco minutos, seguida inmediatamente por un cálculo mental de "diay, si para el viernes está en 250, fijo le meto más plata". Es un ciclo de micro-duelo y esperanza renovada que nos une como pueblo. Todos conocemos a alguien que dice "mae, yo tenía el 70", o "le pegué al revés, tenía el 12 por el Duplicador 21". Es el deporte nacional de la mala suerte con honores. Y mientras tanto, los que sí pegaron algo, aunque sea el reintegro para cambiarlo y seguir soñando, sienten esa pequeña victoria que los mantiene en el juego. Es un sistema perfecto, la verdad.
Lo más curioso es ver cómo esta vara de la lotería se convierte en el tema de conversación principal, desviando la atención de las noticias realmente densas del día. Uno ve los titulares y es un despiche: que encontraron a una modelo muerta, que el OIJ investiga, que un robo millonario a un súper... un montón de varas que te bajan el piso. Pero por un momento, la ilusión de pegarse el acumulado nos da un respiro, un escape. Es como si, colectivamente, decidiéramos ignorar el caos y enfocarnos en una posibilidad, por más remota que sea. Una posibilidad de que, con una bolita de bingo, todos esos problemas se puedan ir al traste.
En fin, otro sorteo más para la bitácora y otra quincena que toca pulsearla. El viernes volveremos a estar pegados a la pantalla, esperando que la suerte finalmente se acuerde de los pobres. Por ahora, felicidades a los ganadores de los premios secos; ojalá usen bien esa platica. Al resto de nosotros, nos queda seguir en la lucha y, por supuesto, comprar al menos un pedacito para el viernes, porque como dice el dicho, "uno nunca sabe". Así que, les pregunto a ustedes, maes: si se pegan esos 250 palos el viernes... ¿cuál es el primer gusto ridículo o la primera "tortería" que se darían con la plata apenas la tengan en la cuenta?