Maes, paren todo un segundo. Necesitamos hablar de lo que acaba de pasar en Denver, porque es de esas varas que simplemente no se ven todos los días. Un costarricense, Andrés Acuña, se fue para Estados Unidos y se trajo el Campeonato Mundial Abierto de Racquetball. Y no, no fue que tuvo suerte o que los planetas se alinearon. Este mae se enfrentó en la final a Kane Waselenchuk, una leyenda viviente, el que todo el mundo considera el mejor jugador de la historia de este deporte, y le ganó. Así, a lo tico, con garra y talento puro. ¡Qué nivel!
Para poner esto en perspectiva, para los que no están tan metidos en el mundo del racquetball, ganarle a Kane Waselenchuk en una final es como ganarle a Messi una mejenga en el patio de su casa o a Michael Jordan en su prime. El tipo es un monstruo, una figura casi mítica que ha dominado el deporte por años. La gente no va a los torneos a ver si Kane gana; va a ver a quién le toca la paliza de turno. Y diay, llegó Acuña desde dieciseisavos, calladito, avanzando ronda por ronda, con una consistencia que ya anticipaba que algo grande podía pasar. En la semifinal se fajó contra un argentino durísimo, y ya en la final, hizo lo impensable.
La final fue una clase magistral de cómo jugar bajo presión. El primer set terminó 15-14 a favor de Acuña. ¡Un solo punto de diferencia! Imaginen los nervios, la tensión en esa cancha. Cada bola, cada movimiento, era una batalla mental. Ganar un set así contra el mejor de todos los tiempos ya es una hazaña. Pero lo que vino después fue aún mejor. En el segundo set, Acuña simplemente lo desarmó. Lo dominó por completo con un marcador de 15-6. No solo le ganó, sino que le quebró el ritmo y le demostró que el nuevo campeón estaba ahí. ¡Qué carga de fortaleza mental y de talento para cerrar un partido de esa magnitud!
Más allá del trofeo y del titular, lo que hizo Andrés Acuña es un tanque de oxígeno para el deporte nacional que no se llama fútbol. Es la prueba viviente de que con disciplina, apoyo y un brete silencioso de años, se puede llegar a la cima del mundo en cualquier disciplina. Este tipo de victorias son las que inspiran a un montón de güilas que hoy están en una cancha, en una piscina o en una pista, soñando con representar al país. Acuña no solo se ganó un campeonato; se ganó un lugar en la historia y le puso una luz gigante a un deporte que merece muchísimo más apoyo y atención en Costa Rica.
En resumen, ¡qué tuanis empezar la semana con un orgullo nacional de este calibre! Andrés Acuña nos recordó que el talento tico no tiene límites y que somos capaces de competir y ganarle a cualquiera, en cualquier parte del mundo. Este mae es, a partir de hoy, una leyenda. Se lo ganó a puro pulso y ahora todo el planeta racquetball sabe que en un pequeño país de Centroamérica hay un campeón mundial que no le tiene miedo a los gigantes.
La pregunta que me queda para el foro es: ¿Creen que hazañas como esta de Andrés Acuña finalmente harán que las instituciones y patrocinadores le den más bola a los deportes más allá del fútbol, o seguirá siendo una lucha cuesta arriba para nuestros atletas?
Para poner esto en perspectiva, para los que no están tan metidos en el mundo del racquetball, ganarle a Kane Waselenchuk en una final es como ganarle a Messi una mejenga en el patio de su casa o a Michael Jordan en su prime. El tipo es un monstruo, una figura casi mítica que ha dominado el deporte por años. La gente no va a los torneos a ver si Kane gana; va a ver a quién le toca la paliza de turno. Y diay, llegó Acuña desde dieciseisavos, calladito, avanzando ronda por ronda, con una consistencia que ya anticipaba que algo grande podía pasar. En la semifinal se fajó contra un argentino durísimo, y ya en la final, hizo lo impensable.
La final fue una clase magistral de cómo jugar bajo presión. El primer set terminó 15-14 a favor de Acuña. ¡Un solo punto de diferencia! Imaginen los nervios, la tensión en esa cancha. Cada bola, cada movimiento, era una batalla mental. Ganar un set así contra el mejor de todos los tiempos ya es una hazaña. Pero lo que vino después fue aún mejor. En el segundo set, Acuña simplemente lo desarmó. Lo dominó por completo con un marcador de 15-6. No solo le ganó, sino que le quebró el ritmo y le demostró que el nuevo campeón estaba ahí. ¡Qué carga de fortaleza mental y de talento para cerrar un partido de esa magnitud!
Más allá del trofeo y del titular, lo que hizo Andrés Acuña es un tanque de oxígeno para el deporte nacional que no se llama fútbol. Es la prueba viviente de que con disciplina, apoyo y un brete silencioso de años, se puede llegar a la cima del mundo en cualquier disciplina. Este tipo de victorias son las que inspiran a un montón de güilas que hoy están en una cancha, en una piscina o en una pista, soñando con representar al país. Acuña no solo se ganó un campeonato; se ganó un lugar en la historia y le puso una luz gigante a un deporte que merece muchísimo más apoyo y atención en Costa Rica.
En resumen, ¡qué tuanis empezar la semana con un orgullo nacional de este calibre! Andrés Acuña nos recordó que el talento tico no tiene límites y que somos capaces de competir y ganarle a cualquiera, en cualquier parte del mundo. Este mae es, a partir de hoy, una leyenda. Se lo ganó a puro pulso y ahora todo el planeta racquetball sabe que en un pequeño país de Centroamérica hay un campeón mundial que no le tiene miedo a los gigantes.
La pregunta que me queda para el foro es: ¿Creen que hazañas como esta de Andrés Acuña finalmente harán que las instituciones y patrocinadores le den más bola a los deportes más allá del fútbol, o seguirá siendo una lucha cuesta arriba para nuestros atletas?