Costa Rica reconoce internacionalmente que NO da abasto con tantos refugiados ¿Y ahora? ¿Quién podrá ayudarnos?

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Costa Rica, conocido por su estabilidad y su tradición de refugio a personas en situación de vulnerabilidad, enfrenta hoy un reto que amenaza con desbordar su capacidad: la crisis de refugiados. Este pequeño país centroamericano, que se ha mantenido como una excepción en medio de una región históricamente convulsa, se enfrenta a la presión de recibir y gestionar una creciente ola de solicitantes de protección internacional. Lo que antes parecía ser una misión honorable para demostrar su solidaridad y respeto por los derechos humanos, ahora se convierte en un desafío casi imposible de manejar.

El canciller costarricense, Arnoldo André, reconoció recientemente que la "institucionalidad no da abasto" para gestionar el flujo de refugiados que ha llegado al país. Solo en los últimos años, más de 218,000 personas han solicitado protección en Costa Rica, en su mayoría ciudadanos nicaragüenses que huyen de la represión política y la crisis económica que afecta a su país. A esto se suma un creciente número de migrantes en tránsito desde otras partes de América Latina, lo que ha exacerbado aún más la situación.

Pero, ¿cómo llegamos aquí? Costa Rica, un país con poco más de cinco millones de habitantes, ha sido históricamente un receptor de migrantes y refugiados, especialmente nicaragüenses, debido a la proximidad geográfica y su estabilidad política. Sin embargo, la crisis actual ha sobrepasado cualquier previsión. Las oficinas encargadas de procesar las solicitudes de refugio están colapsadas, y los servicios de atención básica como la salud, la vivienda y la educación están al borde de su capacidad. Las largas esperas y los procesos burocráticos lentos son el pan de cada día para quienes buscan protección en un país que ya no puede seguir el ritmo de las necesidades humanitarias.

Organizaciones internacionales como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) han intervenido para brindar apoyo, pero incluso con su ayuda, las limitaciones de infraestructura y personal en Costa Rica impiden una atención efectiva. La pregunta inevitable que surge es: ¿quién ayudará al ayudante? El país que históricamente ha abierto sus brazos a los más vulnerables ahora se encuentra al borde del agotamiento.

Este escenario pone sobre la mesa una serie de cuestionamientos fundamentales sobre la capacidad real de las naciones, especialmente las más pequeñas, para asumir una carga humanitaria de tal magnitud. Costa Rica, con su limitada economía y recursos, se enfrenta a un dilema ético y práctico. Por un lado, tiene la obligación moral de brindar refugio a quienes huyen de la violencia y la represión. Pero por otro, su propio sistema está colapsando, y las consecuencias se ven reflejadas en la calidad de vida tanto de los refugiados como de los propios ciudadanos costarricenses.

Ante este panorama, el gobierno costarricense ha lanzado un llamado de auxilio a la comunidad internacional. Se necesita apoyo financiero, técnico y logístico para mejorar los procesos de atención y asegurar que el país no colapse bajo el peso de la solidaridad. La situación plantea una reflexión crítica sobre la falta de una respuesta regional coordinada frente a la crisis migratoria en América Latina, donde las naciones más afectadas por el éxodo de personas parecen estar luchando solas.

Costa Rica ha sido un ejemplo para el mundo en muchos aspectos: su abolición del ejército, su compromiso con la educación y la paz, y su liderazgo en cuestiones ambientales. Sin embargo, el manejo de la crisis de refugiados es una prueba de fuego para su institucionalidad y su capacidad de seguir siendo un refugio seguro. ¿Hasta cuándo podrá sostener esta carga sin sacrificar su propia estabilidad interna?

Lo que queda claro es que el país necesita más que admiración por su generosidad: requiere acciones concretas y cooperación internacional. Si la comunidad global no responde, el sistema costarricense, ya en sus límites, podría colapsar.

Entonces, la pregunta es:
¿Seguirá siendo Costa Rica ese oasis de paz y refugio en medio de una región convulsa o la crisis migratoria la arrastrará hacia un futuro incierto?
 
Es totalmente inimaginable y lo peor es que aumenta delincuencia.
 
Heredia esta lleno de extranjeros, es un peligro, andan asaltando a todo el mundo.
 
Eso sucede, porque TODOS los gobiernos que han estado, así como el actual, nunca han buscado la manera de poner límites.

Siempre al pendiente de quedar bien y del que dirán los tales organismos internacionales.

Los órganos internacionales llegan hasta donde aquel país lo permita, vean el caso de Venezuela y Nicaragua, ¿qué hacen esos lastres? Vea también el caso de Israel, ¿qué hace la tal ONU? Ni mier...

Siempre he dicho: "primero mis dientes y después mis parientes", se le echa la mano al natural del país, al de la casa y el resto que se chupen el dedo.

Pero no, aquí es todo lo contrario, porque se quiere dar una imagen de algo que el país no es.

Alguien un día me dijo que, Costa Rica como país es campeón en la importación de pobreza, desgraciadamente a como va, en algún momento vamos a colapsar.
 
Costa Rica, conocido por su estabilidad y su tradición de refugio a personas en situación de vulnerabilidad, enfrenta hoy un reto que amenaza con desbordar su capacidad: la crisis de refugiados. Este pequeño país centroamericano, que se ha mantenido como una excepción en medio de una región históricamente convulsa, se enfrenta a la presión de recibir y gestionar una creciente ola de solicitantes de protección internacional. Lo que antes parecía ser una misión honorable para demostrar su solidaridad y respeto por los derechos humanos, ahora se convierte en un desafío casi imposible de manejar.

El canciller costarricense, Arnoldo André, reconoció recientemente que la "institucionalidad no da abasto" para gestionar el flujo de refugiados que ha llegado al país. Solo en los últimos años, más de 218,000 personas han solicitado protección en Costa Rica, en su mayoría ciudadanos nicaragüenses que huyen de la represión política y la crisis económica que afecta a su país. A esto se suma un creciente número de migrantes en tránsito desde otras partes de América Latina, lo que ha exacerbado aún más la situación.

Pero, ¿cómo llegamos aquí? Costa Rica, un país con poco más de cinco millones de habitantes, ha sido históricamente un receptor de migrantes y refugiados, especialmente nicaragüenses, debido a la proximidad geográfica y su estabilidad política. Sin embargo, la crisis actual ha sobrepasado cualquier previsión. Las oficinas encargadas de procesar las solicitudes de refugio están colapsadas, y los servicios de atención básica como la salud, la vivienda y la educación están al borde de su capacidad. Las largas esperas y los procesos burocráticos lentos son el pan de cada día para quienes buscan protección en un país que ya no puede seguir el ritmo de las necesidades humanitarias.

Organizaciones internacionales como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) han intervenido para brindar apoyo, pero incluso con su ayuda, las limitaciones de infraestructura y personal en Costa Rica impiden una atención efectiva. La pregunta inevitable que surge es: ¿quién ayudará al ayudante? El país que históricamente ha abierto sus brazos a los más vulnerables ahora se encuentra al borde del agotamiento.

Este escenario pone sobre la mesa una serie de cuestionamientos fundamentales sobre la capacidad real de las naciones, especialmente las más pequeñas, para asumir una carga humanitaria de tal magnitud. Costa Rica, con su limitada economía y recursos, se enfrenta a un dilema ético y práctico. Por un lado, tiene la obligación moral de brindar refugio a quienes huyen de la violencia y la represión. Pero por otro, su propio sistema está colapsando, y las consecuencias se ven reflejadas en la calidad de vida tanto de los refugiados como de los propios ciudadanos costarricenses.

Ante este panorama, el gobierno costarricense ha lanzado un llamado de auxilio a la comunidad internacional. Se necesita apoyo financiero, técnico y logístico para mejorar los procesos de atención y asegurar que el país no colapse bajo el peso de la solidaridad. La situación plantea una reflexión crítica sobre la falta de una respuesta regional coordinada frente a la crisis migratoria en América Latina, donde las naciones más afectadas por el éxodo de personas parecen estar luchando solas.

Costa Rica ha sido un ejemplo para el mundo en muchos aspectos: su abolición del ejército, su compromiso con la educación y la paz, y su liderazgo en cuestiones ambientales. Sin embargo, el manejo de la crisis de refugiados es una prueba de fuego para su institucionalidad y su capacidad de seguir siendo un refugio seguro. ¿Hasta cuándo podrá sostener esta carga sin sacrificar su propia estabilidad interna?

Lo que queda claro es que el país necesita más que admiración por su generosidad: requiere acciones concretas y cooperación internacional. Si la comunidad global no responde, el sistema costarricense, ya en sus límites, podría colapsar.

Entonces, la pregunta es:
¿Seguirá siendo Costa Rica ese oasis de paz y refugio en medio de una región convulsa o la crisis migratoria la arrastrará hacia un futuro incierto?
Estados Unidos deberían colaborar con nuestro país para contener esta oleada de migrantes o por lo menos buscar estrategias para abordar este tema .
 
esperar ayuda es con todo respeto, pura pendejada. la política debería iniciar desde nuestro propio gobierno, fijando la restricción de ingreso y controlando los que ya entraron para que sigan su camino hacia afuera.
 
A que se debe:Los gobiernos PAC eran de puertas abiertas, declarando que no hay personas ilegales, aumentando la migracion.
Gobierno Biden-Harris que abrió las fronteras para que todos los que vivían en países de izquierda y quisieran llegar disfrutaran del Sueño americano, hasta que se cayó de la cama y se dieron cuenta que no podían, en un año entraron 8 millones de personas sin arte ni oficio y en el camino se quedaron un montón de varados distribuidos por toda el camino que va de sur América a USA, muchos se quedaron en trabajos informales o asociados a vicios como el sicariato, contrabando, la prostitución, las estafas y robo.
Costa Rica es un país débil en leyes y procedimientos con un montón de gente desde un pretil universitario diciendo que estos males, muchos importados son culpa de todos nosotros y esta sociedad agresora.
Eso es tierra fértil para que se llene de inmigrantes y saturen la estructura social de un país que estaba calculado para esta época en 5 millones de costarricenses.

El problema del reemplazo humano, la gente no quiere tener hijos y si tiene un gato o un perro lo castra... oficialmente cada tico por cuota debería de tener de uno a 2 hijos para que el sistema de pensiones y seguridad social no colapse y las cuotas de estos dos mantengan al pensionado, el porque nadie quiere es porque uno paga impuestos, caja etc y no puede tener los hijos en escuelas publicas o llevarlo al seguro porque ambos trabajan y la escuela y todo el sistema esta lleno de inmigrantes con otra cultura y beneficiándose de lo que Ud pago.
 
Estados Unidos deberían colaborar con nuestro país para contener esta oleada de migrantes o por lo menos buscar estrategias para abordar este tema .
Los Estados Unidos no va a hacer nada, es más se lo pongo así: a los gringos así como a la escoria de la tal comunidad internacional, les vale una mierda si Costa Rica se lo lleva puta.

Estados Unidos tiene su propia bronca con las oleadas migratorias y está (va en proceso de ello), realizando deportaciones y lo contradictorio de todo esto es que es, el gobierno del senil de Biden, administración que hace cuatro años, como parte de la campaña electoral decía que, en su gobierno, o sea si salía electo, que los Estados Unidos iba a tener los brazos abiertos para recibirles.

Por otro lado, vuelvo al punto: Costa Rica se metió sólito en el problema, porque los gobiernos pasados y el actual, han querido jugar de redentor, de buenos, de solidarios... No somos ni verga de eso.

Vea para muestra algo a la vista: la atención tan deficiente en los servicios de salud. La gente que va ahí (hablando del nacional), son personas que pagan un seguro en su mayoría, ¿cómo es posible que se les trate peor que a animales? ¿No es que somos "abanderados de los derechos humanos", no es acaso el derecho a la salud y lo que eso implica, es decir, un trato digno, un derecho humano fundamental? Esto me dice que, el país está muy lejos de ser, humanitario como lo quiere hacer ver al mundo, aquí aplica lo de: "farol de la calle, oscuridad en la casa".

Los gobiernos lo que tienen que empezar a hacer, es apartarse de esos lastres que son las mierdas internacionales y que les valga una picha también, lo que digan y por otro lado, cerrar la llave con eso de refugios y residencias, hay que poner un alto y blindar de alguna manera, para que no tengan acceso a trabajos, bloquearlos, para justamente lograr que el país no les sea atractivo para querer quedarse, dejar de darle plata a esas pegas.

A esos venezolanos, cuando llegan a pedirme plata, no les doy ni verga y los mando a la mierda, porque quiero que se larguen, a los mismos paisas, conmigo se mueren de hambre. Yo le ayudo, cuando puedo y me nace, por ejemplo a los viejitos, porque la verdad me duele en el corazón, verlos en una situación de vulnerabilidad, a personas discapacitadas, gente que uno sabe que está pidiendo, porque es para poder comprar comidita, pero de ahí en fuera que vean a ver que verga maman.

Hay que voltear y ayudar al de la casa, ¿cómo es posible que muchas ayudas sociales, estén en manos de extranjeros, cuando hay mucho pobre hijo del país que se muere de hambre y cuando va a solicitar algún tipo de apoyo, se lo niegan bajo el argumento de que no hay recursos? Y ¿por qué?, porque están en manos de extranjeros.

Y otra mierda qué me pone los huevos hinchados: dejar de ser sapos y de meternos en lo que no nos importa. Vean con lo que pasó hace poco en Venezuela, con la farsa esa de las mal llamadas elecciones.

Ni bien medio se armó un conato de bronca ahí ya aquí corrieron a ofrecerle asilo al vejestorio ese del tal Edmundo no se que pichas se apellida y a la otra puta (para que vean lo mucho que me importa que ni me sé los nombres).

Las broncas que pasan en un país, son problema de ellos y es responsabilidad de los pueblos, si ven que los que los gobiernos qué tienen los están llevando al caos, de ver como sacan a esos hijueputas del poder. En el caso de Venezuela, el pueblo es el responsable y si están como están, comiendo mierda es porque al final, el pueblo así lo ha dispuesto. Se dice fácil lo sé, pero si de verdad ese pueblo hubiera querido cambiar el rumbo que llevan, hace tiempo que se hubieran levantado para sacar a la rata de Maduro y a su séquito. Pero para eso se ocupa voluntad y estar dispuesto a pagar el precio máximo.

Con todo y esto, ¿qué ha hecho la "comunidad internacional", las tales "ongs"? Ni picha... Les vale un carajo realmente y de ladrar no pasan y no van a pasar y si los venezolanos están esperando que alguien los salve, eso no va a pasar, como en el caso del problema que se tiene con los inmigrantes... Nadie va a venir a salvarnos, porque a nadie le importa, es así de fácil.

Es como si el día de mañana llega un "dictadorsh" ¿ustedes creen que a los gringos les va a importar? Mientras no se vean afectados sus intereses, no moverán un dedo. Con Panamá se metieron, porque estaba de por medio el canal, pero, ¿qué tiene Costa Rica que pueda afectarle a los gringos si se establece un régimen totalitario? Ni mierda... Se cortan relaciones, podría decir alguno... ¿Y? Para lo que les importa a esos maes tener tratos diplomáticos con un país tercer mundista como éste.

Sí aquí llega una dictadura será responsable el pueblo de darle solución al problema, ¿estaremos dispuestos a pagar el precio, para solucionar el problema?

Igual pasa aquí: ¿hay la voluntad de ponerle coto a esto a sabiendas de que, nadie nos va a venir a salvar?
 
Costa Rica, conocido por su estabilidad y su tradición de refugio a personas en situación de vulnerabilidad, enfrenta hoy un reto que amenaza con desbordar su capacidad: la crisis de refugiados. Este pequeño país centroamericano, que se ha mantenido como una excepción en medio de una región históricamente convulsa, se enfrenta a la presión de recibir y gestionar una creciente ola de solicitantes de protección internacional. Lo que antes parecía ser una misión honorable para demostrar su solidaridad y respeto por los derechos humanos, ahora se convierte en un desafío casi imposible de manejar.

El canciller costarricense, Arnoldo André, reconoció recientemente que la "institucionalidad no da abasto" para gestionar el flujo de refugiados que ha llegado al país. Solo en los últimos años, más de 218,000 personas han solicitado protección en Costa Rica, en su mayoría ciudadanos nicaragüenses que huyen de la represión política y la crisis económica que afecta a su país. A esto se suma un creciente número de migrantes en tránsito desde otras partes de América Latina, lo que ha exacerbado aún más la situación.

Pero, ¿cómo llegamos aquí? Costa Rica, un país con poco más de cinco millones de habitantes, ha sido históricamente un receptor de migrantes y refugiados, especialmente nicaragüenses, debido a la proximidad geográfica y su estabilidad política. Sin embargo, la crisis actual ha sobrepasado cualquier previsión. Las oficinas encargadas de procesar las solicitudes de refugio están colapsadas, y los servicios de atención básica como la salud, la vivienda y la educación están al borde de su capacidad. Las largas esperas y los procesos burocráticos lentos son el pan de cada día para quienes buscan protección en un país que ya no puede seguir el ritmo de las necesidades humanitarias.

Organizaciones internacionales como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) han intervenido para brindar apoyo, pero incluso con su ayuda, las limitaciones de infraestructura y personal en Costa Rica impiden una atención efectiva. La pregunta inevitable que surge es: ¿quién ayudará al ayudante? El país que históricamente ha abierto sus brazos a los más vulnerables ahora se encuentra al borde del agotamiento.

Este escenario pone sobre la mesa una serie de cuestionamientos fundamentales sobre la capacidad real de las naciones, especialmente las más pequeñas, para asumir una carga humanitaria de tal magnitud. Costa Rica, con su limitada economía y recursos, se enfrenta a un dilema ético y práctico. Por un lado, tiene la obligación moral de brindar refugio a quienes huyen de la violencia y la represión. Pero por otro, su propio sistema está colapsando, y las consecuencias se ven reflejadas en la calidad de vida tanto de los refugiados como de los propios ciudadanos costarricenses.

Ante este panorama, el gobierno costarricense ha lanzado un llamado de auxilio a la comunidad internacional. Se necesita apoyo financiero, técnico y logístico para mejorar los procesos de atención y asegurar que el país no colapse bajo el peso de la solidaridad. La situación plantea una reflexión crítica sobre la falta de una respuesta regional coordinada frente a la crisis migratoria en América Latina, donde las naciones más afectadas por el éxodo de personas parecen estar luchando solas.

Costa Rica ha sido un ejemplo para el mundo en muchos aspectos: su abolición del ejército, su compromiso con la educación y la paz, y su liderazgo en cuestiones ambientales. Sin embargo, el manejo de la crisis de refugiados es una prueba de fuego para su institucionalidad y su capacidad de seguir siendo un refugio seguro. ¿Hasta cuándo podrá sostener esta carga sin sacrificar su propia estabilidad interna?

Lo que queda claro es que el país necesita más que admiración por su generosidad: requiere acciones concretas y cooperación internacional. Si la comunidad global no responde, el sistema costarricense, ya en sus límites, podría colapsar.

Entonces, la pregunta es:
¿Seguirá siendo Costa Rica ese oasis de paz y refugio en medio de una región convulsa o la crisis migratoria la arrastrará hacia un futuro incierto?
Y porque se siguen recibiendo? Solo deberíamos aceptar los perfiles que nos interesen, médicos, ingenieros etc etc
 
El país no da a basto ni con la población costarricense.

Ahorita las autoridades no están pudiendo controlar situaciones como la delincuencia y el crimen generado por los mismos ticos y se ponen a aceptar extranjeros a diestra y siniestra. OJO, con esto no quiero decir en lo absoluto que todos sean iguales, pero dejémonos de varas, muchos llegan a delinquir, a hurtar, estafar y ver cómo se aprovechan de la buena voluntad de la gente. Donde yo vivo, desde la primera oleada, no han dejado de llegar, siempre se ven en las esquinas, en media calle, en los supermercados, en todo lado. Algunos van de paso, otros tienen meses de estar pidiendo y pidiendo, donde he visto que en ocasiones si se les niega la moneda (en el mejor de los casos, porque casi quieren pedir billete), se enojan, comienzan a renegar y hasta tratar mal a la gente. En otro caso específico, un mae que tiene casi un año pidiendo en media calle, primero andaba con el timo de una muleta, luego se le olvidaba y caminaba bien, entonces ya se deshizo de la muleta, pero sigue pidiendo y en horas de la tarde y noche se lo encuentra uno acostado al frente de alguna casa viendo TikTok en su smartphone, o bien, drogado o alcoholizado y gritando improperios a la gente que pasa. Ya es un tema que se le salió de las manos a las autoridades y que está afectando de manera directa o indirecta a la población.
 
Costa Rica, conocido por su estabilidad y su tradición de refugio a personas en situación de vulnerabilidad, enfrenta hoy un reto que amenaza con desbordar su capacidad: la crisis de refugiados. Este pequeño país centroamericano, que se ha mantenido como una excepción en medio de una región históricamente convulsa, se enfrenta a la presión de recibir y gestionar una creciente ola de solicitantes de protección internacional. Lo que antes parecía ser una misión honorable para demostrar su solidaridad y respeto por los derechos humanos, ahora se convierte en un desafío casi imposible de manejar.

El canciller costarricense, Arnoldo André, reconoció recientemente que la "institucionalidad no da abasto" para gestionar el flujo de refugiados que ha llegado al país. Solo en los últimos años, más de 218,000 personas han solicitado protección en Costa Rica, en su mayoría ciudadanos nicaragüenses que huyen de la represión política y la crisis económica que afecta a su país. A esto se suma un creciente número de migrantes en tránsito desde otras partes de América Latina, lo que ha exacerbado aún más la situación.

Pero, ¿cómo llegamos aquí? Costa Rica, un país con poco más de cinco millones de habitantes, ha sido históricamente un receptor de migrantes y refugiados, especialmente nicaragüenses, debido a la proximidad geográfica y su estabilidad política. Sin embargo, la crisis actual ha sobrepasado cualquier previsión. Las oficinas encargadas de procesar las solicitudes de refugio están colapsadas, y los servicios de atención básica como la salud, la vivienda y la educación están al borde de su capacidad. Las largas esperas y los procesos burocráticos lentos son el pan de cada día para quienes buscan protección en un país que ya no puede seguir el ritmo de las necesidades humanitarias.

Organizaciones internacionales como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) han intervenido para brindar apoyo, pero incluso con su ayuda, las limitaciones de infraestructura y personal en Costa Rica impiden una atención efectiva. La pregunta inevitable que surge es: ¿quién ayudará al ayudante? El país que históricamente ha abierto sus brazos a los más vulnerables ahora se encuentra al borde del agotamiento.

Este escenario pone sobre la mesa una serie de cuestionamientos fundamentales sobre la capacidad real de las naciones, especialmente las más pequeñas, para asumir una carga humanitaria de tal magnitud. Costa Rica, con su limitada economía y recursos, se enfrenta a un dilema ético y práctico. Por un lado, tiene la obligación moral de brindar refugio a quienes huyen de la violencia y la represión. Pero por otro, su propio sistema está colapsando, y las consecuencias se ven reflejadas en la calidad de vida tanto de los refugiados como de los propios ciudadanos costarricenses.

Ante este panorama, el gobierno costarricense ha lanzado un llamado de auxilio a la comunidad internacional. Se necesita apoyo financiero, técnico y logístico para mejorar los procesos de atención y asegurar que el país no colapse bajo el peso de la solidaridad. La situación plantea una reflexión crítica sobre la falta de una respuesta regional coordinada frente a la crisis migratoria en América Latina, donde las naciones más afectadas por el éxodo de personas parecen estar luchando solas.

Costa Rica ha sido un ejemplo para el mundo en muchos aspectos: su abolición del ejército, su compromiso con la educación y la paz, y su liderazgo en cuestiones ambientales. Sin embargo, el manejo de la crisis de refugiados es una prueba de fuego para su institucionalidad y su capacidad de seguir siendo un refugio seguro. ¿Hasta cuándo podrá sostener esta carga sin sacrificar su propia estabilidad interna?

Lo que queda claro es que el país necesita más que admiración por su generosidad: requiere acciones concretas y cooperación internacional. Si la comunidad global no responde, el sistema costarricense, ya en sus límites, podría colapsar.

Entonces, la pregunta es:
¿Seguirá siendo Costa Rica ese oasis de paz y refugio en medio de una región convulsa o la crisis migratoria la arrastrará hacia un futuro incierto?
El gobierno debe de poner un alto ya, no es ser xenofofo pero ya el país no da para más, si no esto se va a salir de las manos. Siempre se debe dar prioridad a los ciudadanos costarricenses y no dejarnos de lado en muchos ámbitos, principalmente en la CCSS.
 

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