Maes, a ver, ¿qué se imaginan si les digo "escuela de café"? ¿Un aula toda tiesa, un proyector y alguien pasando filminas con olor a guardado? Pues pueden ir borrando esa imagen, porque el ICAFE y la Fundación CRUSA se mandaron con una idea que está a otro nivel. Resulta que ahora nuestro grano de oro tiene su propia escuela móvil, una nave bautizada como "Espresso Van". Y no, no es un food truck más para vender capuchinos en un festival. Este chunche con llantas es básicamente una universidad del café que va a ir rodando finca por finca, llevando el conocimiento directamente a la gente que se faja bajo el sol.
Pero bueno, la vara no es solo por amor al arte o para que se vea bonito en las noticias. Detrás de esta movida hay una jugada estratégica gigante. El mundo se puso súper estricto con el tema ambiental y ahora los mercados grandes, esos que pagan bien, exigen que el café sea "cero deforestación". Si su producto no tiene ese sello de garantía de "aquí no se botó ni un arbolito para sembrar", se puede ir olvidando de vender en Europa. Entonces, este proyecto, que se llama Café+, funciona como un salvavidas: le enseña a los productores a aplicar prácticas más sostenibles y, encima, les paga por los resultados. Es decir, no solo les dicen qué hacer, sino que los incentivan con platica por hacerlo bien. ¡Qué tuanis!
Diay, ¿y qué es lo que hace la fulana "Espresso Van" exactamente? Imagínense el cuadro: en media finca, allá por Tarrazú o en las faldas del Poás, se parquea esta van. Se bajan unos cargas del café —baristas profesionales, técnicos agrónomos— y montan un mini laboratorio al aire libre. Ahí mismo, le enseñan a los productores, a sus hijos y hasta a la gente de la comunidad sobre la calidad en taza, cómo catar su propio producto, cuáles son las nuevas tendencias de consumo en Berlín o Tokio y las mejores prácticas para manipular el grano después de cosechado. La idea es cerrar esa brecha enorme que a veces existe entre el que siembra la mata y el que se toma el espresso de $5 en otra parte del mundo.
Y aquí viene la parte que, para mí, es el corazón de todo este asunto: el relevo generacional. Seamos honestos, el brete del café a muchos güilas les suena a cuento de los abuelos. Es un trabajo durísimo, con precios que suben y bajan, y con el cambio climático haciéndolo todo más complicado. Una iniciativa como esta le mete un aire de tecnología, de innovación y de modernidad a un sector que lo necesita con urgencia. Es decirle a los jóvenes: "Mae, vea, el café ya no es solo pante y azadón. Ahora es ciencia de datos, es sostenibilidad, es marketing global, es ser un artesano de sabores". ¡Qué carga que se esté pensando en esto! Es una forma de hacer que el negocio familiar vuelva a ser atractivo.
Al final del día, esta vara no se trata solo de producir más café, sino de producir *mejor* café y, sobre todo, de saber venderlo como lo que es: uno de los mejores del planeta, producido de forma responsable. La Espresso Van es un símbolo de que el sector está entendiendo que para competir no podemos quedarnos en el pasado. Es una inversión directa en el conocimiento de nuestra gente. Ahora les tiro la bola a ustedes: ¿Creen que este tipo de iniciativas son la verdadera salvada para que el "grano de oro" siga brillando? ¿O es pura espuma y se necesita algo más de fondo para que los jóvenes de verdad le entren al brete del café?
Pero bueno, la vara no es solo por amor al arte o para que se vea bonito en las noticias. Detrás de esta movida hay una jugada estratégica gigante. El mundo se puso súper estricto con el tema ambiental y ahora los mercados grandes, esos que pagan bien, exigen que el café sea "cero deforestación". Si su producto no tiene ese sello de garantía de "aquí no se botó ni un arbolito para sembrar", se puede ir olvidando de vender en Europa. Entonces, este proyecto, que se llama Café+, funciona como un salvavidas: le enseña a los productores a aplicar prácticas más sostenibles y, encima, les paga por los resultados. Es decir, no solo les dicen qué hacer, sino que los incentivan con platica por hacerlo bien. ¡Qué tuanis!
Diay, ¿y qué es lo que hace la fulana "Espresso Van" exactamente? Imagínense el cuadro: en media finca, allá por Tarrazú o en las faldas del Poás, se parquea esta van. Se bajan unos cargas del café —baristas profesionales, técnicos agrónomos— y montan un mini laboratorio al aire libre. Ahí mismo, le enseñan a los productores, a sus hijos y hasta a la gente de la comunidad sobre la calidad en taza, cómo catar su propio producto, cuáles son las nuevas tendencias de consumo en Berlín o Tokio y las mejores prácticas para manipular el grano después de cosechado. La idea es cerrar esa brecha enorme que a veces existe entre el que siembra la mata y el que se toma el espresso de $5 en otra parte del mundo.
Y aquí viene la parte que, para mí, es el corazón de todo este asunto: el relevo generacional. Seamos honestos, el brete del café a muchos güilas les suena a cuento de los abuelos. Es un trabajo durísimo, con precios que suben y bajan, y con el cambio climático haciéndolo todo más complicado. Una iniciativa como esta le mete un aire de tecnología, de innovación y de modernidad a un sector que lo necesita con urgencia. Es decirle a los jóvenes: "Mae, vea, el café ya no es solo pante y azadón. Ahora es ciencia de datos, es sostenibilidad, es marketing global, es ser un artesano de sabores". ¡Qué carga que se esté pensando en esto! Es una forma de hacer que el negocio familiar vuelva a ser atractivo.
Al final del día, esta vara no se trata solo de producir más café, sino de producir *mejor* café y, sobre todo, de saber venderlo como lo que es: uno de los mejores del planeta, producido de forma responsable. La Espresso Van es un símbolo de que el sector está entendiendo que para competir no podemos quedarnos en el pasado. Es una inversión directa en el conocimiento de nuestra gente. Ahora les tiro la bola a ustedes: ¿Creen que este tipo de iniciativas son la verdadera salvada para que el "grano de oro" siga brillando? ¿O es pura espuma y se necesita algo más de fondo para que los jóvenes de verdad le entren al brete del café?